Enlace Judío México e Israel.- El tema que recientemente convocó a una reunión entre los miembros de la Unión Europea y la Liga Árabe —la primera cumbre en su tipo— fue Invertir en estabilidad. La cita fue en la localidad egipcia de Sharm El Sheikh, el 24 y 25 de febrero pasados, donde bajo el paraguas del amplio concepto de estabilidad, las discusiones estuvieron concentradas, sobre todo, en el espinoso asunto de la migración desde el Medio Oriente y el norte de África hacia el continente europeo.

ESTHER SHABOT

Muy en los márgenes asomaron por ahí las reyertas interárabes, lo mismo que el lamentable estado del respeto a los derechos humanos que priva en muchos de los países cuyos representantes estuvieron ahí congregados.

Por cierto, fue un alivio para los europeos que el Rey Salman de Arabia Saudita, y no su hijo, Mohamed Bin Salman, fuera quien asistió en representación de su país, debido al repudio que pende sobre el joven heredero al trono, implicado seriamente en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.

En realidad, el saldo final de la citada reunión cumbre fue, por desgracia, bastante insignificante. Si bien el que se haya llevado a cabo fue celebrado por algunos como un triunfo en sí mismo por constituir un principio de diálogo, no salió de ahí nada concreto en ninguno de los aspectos que se trataron.

En el tema toral de la migración las posturas fueron poco claras y a menudo contradictorias. Ni siquiera en el seno de la Unión Europea había consenso de inicio, como lo demostró desde la reunión preparatoria realizada en Bruselas, la actitud amenazante de Hungría, la cual ha mantenido sus fronteras herméticamente selladas y se niega a cooperación alguna con sus socios europeos y con las naciones árabes al calificar a los solicitantes de asilo como migrantes económicos que atentan contra los intereses y la identidad nacional y cultural de Hungría y de toda Europa.

También fue evidente que no se avanzó gran cosa en la reconstrucción de la concordia interárabe, ya que prevaleció en la atmósfera de la reunión una tensión insoslayable entre Qatar, por un lado, y Arabia Saudita, Bahrain, los Emiratos Árabes y Egipto, por el otro. Hay que recordar que, desde el verano del 2017, se registró una ruptura de relaciones de estos últimos con Qatar bajo la acusación de que este minúsculo, pero riquísimo enclave petrolero, estaba promoviendo el terrorismo y maniobrando para desestabilizar la región.

Por último, la cuestión que se trató sólo con pinzas porque no pudo dejarse de lado totalmente, fue sin duda el reclamo europeo al presidente egipcio Abdel Fatah al-Sisi, expuesto por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, acerca del empeoramiento galopante del respeto a los derechos humanos en el país del Nilo. Ahí, acababan de ser ejecutadas nueve personas acusadas del asesinato de un fiscal, luego de que seis acusados más sufrieron la pena capital unas semanas atrás. Amnistía Internacional denunció que las víctimas fueron procesadas en juicios amañados en los que se usó tortura para extraer sus confesiones. De igual manera, Human Rights Watch, en su más reciente Reporte Global, acusó a la policía egipcia de recurrir sistemáticamente a arrestos arbitrarios, tortura y desapariciones forzadas contra disidentes políticos, lo cual ha llevado a que miles de civiles estén siendo juzgados por cortes militares.

Por si eso fuera poco, también acaban de ser aprobadas en el seno del Parlamento egipcio enmiendas constitucionales a fin de que Al-Sisi pueda continuar en la presidencia más allá del 2022, cuando termina su actual mandato. Sin embargo, el malestar europeo por tales excesos dictatoriales se vio limitado a unos cuantos exabruptos verbales, sin ninguna amenaza seria de represalias o sanciones. Y es que para los europeos el problema más urgente de resolver es el de la migración debido al crecimiento incontenible del sentimiento anti-inmigrante de sus respectivas poblaciones y las consecuencias disruptivas de esa complicada dinámica.

En ese sentido, al constituir Egipto, un país que desde 2016 ha sido eficiente en detener los flujos migratorios que pasan por sus costas, se están tolerando sus abusos en derechos humanos como precio por seguir contando con ese aliado en la cuestión migratoria. Lo cual remite a la triste realidad de que el silencio de la Unión Europea respecto del lamentable récord en derechos humanos de Egipto, revela cómo los temores a la migración se han convertido en el principal eje rector de buena parte de la política exterior europea.

 

 

*Especialista en asuntos de Oriente Medio

 

 

 

Fuente: excelsior.com.mx