Enlace Judío México e Israel.- Hans Hofmeyer, el juez alemán que formó parte del tribunal de Fráncfort que procesó a los jerarcas nazis por los crímenes de Auschwitz, fue en realidad una pieza más del tenebroso engranaje legal del Tercer Reich.

CARMEN VALERO

El 20 de diciembre de 1963, el magistrado alemán Hans Hofmeyer abría en Fráncfort el primer juicio por las atrocidades cometidas en el campo de exterminio de Auschwitz. El proceso, uno de los más importantes de la República Federal contra el nacionalsocialismo, duró 183 días. Unos 360 testigos fueron llamados a declarar desde distintas partes del mundo. Muchos de ellos pisaban por vez primera el país de los agresores y no todos pudieron controlar las emociones al evocar sus recuerdos.

En la jornada número 85, el juez llamó a Nathan Jakubowitz, uno de los barberos del campo. En su declaración, Jakubowitz confesó que, además de afeitar y pelar, también llevo cuerpos del módulo de enfermos a fosas. El presidente de la sala le preguntó si esas personas ya estaban muertas y el barbero respondió con un hilo de voz que “igual todavía respiraban un poco”. El magistrado, indignado, afirmó que en tanto una persona respira, vive, y en consecuencia no puede llevarse a la fosa de cadáveres. “La vida de esa gente era tan valiosa como la suya”, le recriminó Hofmeyer.

La escena, de la que existen grabaciones, se produjo en septiembre de 1964 y forma parte de las muchas que convirtieron a este juez, implacable con los acusados y compasivo con las víctimas, en ejemplo para generaciones de juristas. Matias Ristic, investigador de la Universidad de Colonia, era uno de ellos. Tan fascinante le parecía la figura de este magistrado, laureado con los mejores adjetivos desde entonces, que decidió indagar en su pasado. Buscó luces que ensalzaran aún más el perfil de su ídolo, pero lo que encontró fueron muchos sombras y secretos. Hofmeyer participó en el entramado nazi, según adelanta el Frankfurter Allgemeine Zeitung, de una investigación en marcha y que abre nuevos interrogantes en la Historia.

Las pruebas están en los archivos del estado de Hesse. Son actas relativas a procesos judiciales en el marco de la Ley de prevención de enfermedades hereditarias de julio de 1933, norma que impulsaba la esterilización de personas con la finalidad de mejorar la raza, impidiendo la reproducción de aquellos que, según la ideología nazi, eran inferiores, aberraciones de la naturaleza, improductivos, una carga social. Entre 300.000 y 400.000 personas fueron intervenidas de forma forzosa entre la entrada en vigor de esa norma y 1945, entre ellas minusválidos, sordos, ciegos, epilépticos y enfermos psíquicos, aunque también homosexuales. En el caso de las mujeres, las intervenciones se producían a estómago abierto, con la consecuente aparición de complicaciones e infecciones. Unas 5.000 murieron.

La esterilización requería la aprobación del “tribunal de eugenesia” y entre las firmas de los jueces que la dieron está la de Hofmeyer. Uno de los documentos hallados por Ristic se refiere al caso de dos hermanas de un pueblo cercano a Fráncfort. Un tal doctor Schmidt apela en el verano de 1937 a la esterilización de una de ellas por locura congénita. La madre argumenta que su hija tuvo de niña infección pulmonar que se extendió al cerebro, por lo que su enfermedad no es hereditaria. Hofmeyer desestima el atestado del médico de familia y resuelve que la muchacha es un ejemplo de fracaso escolar, su declaración ha sido un galimatías y el de la madre no fue mejor. Hay indicios de que su locura es congénita. Los anexos a la sentencia, con el membrete nazi, incluyen una comunicación con la clínica universitaria de la ciudad de Giessen: la operación ha sido practicada con éxito y la herida abdominal sanó en seis días. La paciente contrajo difteria y fue transferida. No se especifica a donde.

Ristic, el joven investigador que husmeando en el pasado de su ídolo se ha topado con un personaje sombrío, está conmocionado y no es el único. Bajo la toga de honorabilidad de Hofmeyer ha descubierto a un personaje que trabajó para la inteligencia nazi durante la guerra y escaló posiciones de la mano de Otto Grüne-wald, uno de los tres juristas del Tercer Reich. Ha descubierto a un juez que debería haber sido juzgado, a un impostor moral en la Justicia. Le engañó a él, engañó a la sociedad, al Estado y a las víctimas. “Ha dirigido el proceso de forma ejemplar. El magistrado Hofmeyer ha encarnado la Alemania buena, aquella que no hizo lo suficiente contra el régimen nazi, pero que ahora está dispuesta a enfrentarse al pasado”, declaró Henry Ormond, abogado de los supervivientes de Auschwitz, tras el proceso.

 

 

Fuente:cciu.org.uy