Enlace Judío México e Israel – Mientras el mundo aguarda expectante que Bereshit, la primera misión privada y la cuarta de la historia alunice, te invitamos a ver la entrevista que le hicimos a Diego Saikín, el único latinoamericano que participó en el proyecto. 

 

 

A Diego Saikín, argentino de nacimiento y emigrado a Israel a la edad de 15 años, nunca le gustaron las matemáticas. De hecho, no le gustan a la fecha. En cambio, desde niño amaba los aviones y el espacio, y le emociona el sonido que hacen los cohetes al despegar. Mientras esta nota se publica, Saikín, entrevistado por Enlace Judío el viernes pasado, se mantiene en vilo, un poco más que el resto del mundo, ante la expectativa de que Bereshit, la nave espacial que ayudó a diseñar, toque la superficie lunar en lo que será una de las grandes proezas de la humanidad.

Saikín trabajó como voluntario en el proyecto Bereshit. Es el único latinoamericano del equipo, un equipo que, con los años, cambió varias veces y al que él mismo tuvo que incorporarse en dos ocasiones distintas.

“Bereshit significa ‘en el comienzo’. Son las primeras palabras de la Biblia”, recuerda el ingeniero. “El nombre se eligió en un concurso. Personalmente, a mí no me gustó el nombre. Había nombres mejores, pero se hizo una consulta popular, lo hicieron con los medios y la gente decidió.”

Saikín habla sobre el juego de palabras implícito en el nombre de la nave, que podría resultar irónico si algo saliera mal esta tarde cuando la nave alunice: “es una cosa graciosa, una vez que el nombre se decidió, lo sacaron a los medios y se publicó, un amigo canadiense me hizo notar que en inglés suena muy mal.”

Diego nos cuenta cómo se incorporó al equipo de trabajo de Bereshit. Un equipo que hoy en día suma unos 140 miembros, de los cuales, 100 son voluntarios. Estudiaba Robótica en Praga cuando leyó la convocatoria para sumarse. Viajó a Tel Aviv para visitar la universidad de dicha ciudad y apuntarse como voluntario.

Según relata, recorrió el campus de la universidad buscando el sitio donde se estaba trabajando en el proyecto. Fue de una facultad a otra preguntando y nadie sabía nada, hasta que una mujer lo mandó a un edificio externo del campus. Ahí encontró el nombre de SPACEIL en una cartulina pegada con cinta adhesiva a la puerta.

“Empecé a trabajar en el equipo de control. Mi función fue diseñar el salto lunar. Explico: esto es una competencia patrocinada por Google. Que lo que había que hacer no solamente era un alunizaje suave sino que había también que movilizarse 500 metros en la Luna (…) había que filmar todo para que salieran fotos y había que sobrevivir una noche lunar. Una noche lunar son 14 días en un frío de -130 grados.”

Después de diseñar el salto lunar, Diego volvió a Praga. El equipo del Bereshit cambió y su participación se volvió cada vez más esporádica hasta que, de plano, se encontró fuera del proyecto. Así pasaron dos años y entonces vio una convocatoria para participar en el equipo de simulación.

Como había hecho la primera vez, envió correos con su hoja de vida pero nadie le respondió. Así que decidió contactar personalmente a quien sería su jefe en el proyecto y así fue como logró inscribirse como voluntario una vez más para ser parte de este nuevo equipo.

Trabajar a distancia implicaba muchos retos. Uno de ellos, el manejo de información clasificada vía correo electrónico. Aunque Bereshit es un proyecto particular, que no está vinculado con ningún gobierno ni con ningún ejército, la tecnología espacial siempre puede tener utilidad militar.

Saikín habló de los aspectos que se busca controlar como parte de una simulación en una misión de este tipo, y que deben considerar todas las posibles reacciones de la nave y los sistemas que la integran al entrar en contacto con un ambiente de condiciones extremas, sin oxígeno, que recibe importantes cantidades de radiación solar, entre muchas otras.

En su interior, Bereshit cuenta con una cápsula del tiempo que contiene símbolos nacionales de Israel, una copia de todo el contenido de la Wikipedia en inglés, dibujos hechos por niños israelíes, testimonios de sobrevivientes del Holocausto. “Está hecha con una tecnología especial que tiene que sobrevivir en condiciones extremas por miles de años.”

Saikín se dijo orgulloso de trabajar en un proyecto israelí que, mientras lees esto, será el cuarto en alunizar. Es el único de la iniciativa privada (antes, tres superpotencias con presupuestos multimillonarios lo habían logrado: Estados Unidos, la Unión Soviética y China), con la misión más liviana, de apenas 585 kilos (75% de eso es combustible, pues la nave en sí pesa solo 150 kilos), a un costo de 100 millones de dólares, el más bajo de la historia.

 

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