Enlace Judío México e Israel – Nuestra liberación de Egipto se cuenta de generación en generación y es deber de los padres transmitirle a sus hijos y nietos por qué fuimos esclavos y hoy somos libres.

ROBERTO MOLDAVSKY

Era muy común en mi barrio, La Paternal, que mis amigos, casi ninguno de la colectividad judía, se interesaban por tratar de entender las festividades judías, tan difíciles de explicar y transmitir.

Los temas nunca tienen resurrecciones ni Reyes Magos, generalmente encierran alguna desgracias que se estaba por cometer. Cuando aparece nuestro año nuevo, ya era motivo de una incredulidad y confusión difíciles de abordar. Y la frase siempre era: “Hoy es la pascua de ustedes, ¿no?”.

Y a partir de allí, arrancaba yo el derrotero de explicar: por qué nos fuimos de Egipto, por qué el Faraón nos trataba tan mal y, lo más atrapante de la historia, cómo anduvimos 40 años en el desierto, dejando largas en Egipto, se abrieron las aguas a nuestro paso y finalmente pasamos de la esclavitud a la libertad.

Festejar Pesaj entre los judíos, encierra desde ya un encuentro gastronómico, pero además se lee la Hagadá de Pesaj (leyenda), donde se relata este paso en forma lenta, se intercalan canciones, cuatro copas de vino, chicos que preguntan, un plato central donde figuran símbolos que recuerdan nuestro trabajo como esclavos y la dulzura de la libertad.

Se festeja en dos noches y esto lleva a discusiones familiares dolorosas, ya que la primera noche es la más valorada y acaso la segunda denota una menor valoración de la familia que lo organiza. Como que ya se dijo todo el día anterior y ya sabemos el final, como que spoilearon la movida y ya no tiene gracia, lo que para los católicos seria la pelea del 24 o 31 de diciembre.

Durante una semana no comeremos alimentos con harina leudada, en recordación que nuestros ancestros salieron de Egipto a los pedos, no tuvieron tiempo de leudar el pan, y por eso comemos la Matza, una especie de cartón corrugado escrito en braille. Suerte que nuestros hermanos no estaban haciendo pollo; si no, comeríamos pollo crudo esa semana.

La hagadá mencionada se hace tan larga que el deseo de comer se incrementa. Ha habido casos de algún desesperado arrancó la cena al grito de “¡yo me hubiera quedado en Egipto, conmigo no cuenten!”.

Nuestra liberación de Egipto se cuenta de generación en generación y es deber de los padres transmitirle a sus hijos y nietos por qué esclavos fuimos del faraón en Egipto y hoy somos libres y fájense que en todo este relato hablo en primera persona, como si me hubiese pasado a mí.

Hay que liberarse de las nuevas esclavitudes, como el tupper que no es devuelto, el celular, el Tinder, la computadora, los juegos, Netflix, las cervecerías artesanales etc.

Y entender que está lleno de faraones que nos quieren esclavizar, algunos internos inclusos y hay que vencerlos, no hace falta rezar y dejar las harinas unas semanas, hay que ser libre siempre de elegir. Felices pascuas de ustedes!!! Y Jag sameaj.

 

Fuente: CCIU/ Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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