Enlace Judío México e Israel – Como si la imagen original no tuviera la fuerza necesaria para permanecer en el imaginario colectivo para siempre, una escultura la recrea y le da una nueva vida, una nueva dimensión. Se trata de la obra de Enrique Shor y puede apreciarse en el Centro Deportivo Israelita de la Ciudad de México. 

 

La instigadora fue Dunia Wasserstrom, sobreviviente del Holocausto y autora del libro Nunca Jamás, quien contactó directamente a Enrique Shor para que elaborara un proyecto escultórico que conmemorara al millón y medio de vidas perdidas de niños durante la Shoá.

“Nunca Jamás era su slogan, y me hizo ver cantidad de fotos y yo creo que esa experiencia, de no saber… es decir, sí sabía que existía el Holocausto pero en México se hablaba de que están matando a judíos en Europa, pero realmente no se sabía nada. Yo ya soy nacido en México, de manera que ella me invita a ver esas fotos y yo me tengo que transportar a esa época para poder absorber de cada foto qué experiencia podía yo utilizar yo como escultor para poder hacer algo para el niño”, recuerda el escultor en entrevista exclusiva con Enlace Judío.

Entre todas las fotografías que Shor tuvo que ver tortuosamente, había una que resultaba particularmente impactante. “Desde luego sí me enseñó entre las fotos (…) una famosa foto que hay del niño. El niño es un tema que está ahí pero además hay como cuatro, cinco o seis señoras y está un nazi apuntando.”

La fotografía, que ha intrigado y conmovido ya a varias generaciones, motivó una extensa investigación que se tradujo en el libro El niño: una historia del Holocausto, del escritor israelí Dan Porat, quien fue capaz de identificar a algunos de los personajes retratados en esa icónica imagen del Gueto de Varsovia.

“Entonces lo primero que hice fue eliminar a las señoras y poner al niño con el nazi, porque el niño con las manos levantadas no significa nada, así nada más, el niño con las manos levantadas. Entonces hice una maqueta con el niño con las manos levantadas y el nazi apuntando. Y lo llevamos al deportivo y la mesa directiva del deportivo dijeron ‘no, porque nosotros no queremos que en el deportivo haya un nazi, y así vamos a perpetuar la imagen del nazi también. No queremos esto’.”

Ante la negativa, Shor debió retrabajar su idea para sacar de la escultura al soldado nazi, quien ahora sabemos se trataba de Josef Blosche, un sádico al que apodaban Frankenstein porque disfrutaba particularmente dispararle a mujeres y niños.

“Entonces, de las imágenes que vi (…) alrededor del niño diseñé una flama. Como que lo está enredando, que el Holocausto fue la quemazón de los judíos europeos. Pero se ve el niño. Y creo que es muy interesante porque hasta el final de la flama se ve en negativo, si se fija uno bien, se ve ‘Israel’, en vacío, así se me ocurrió.”

Pero financiar una escultura de esas características no era nada sencillo. Así que, según Shor, la tenaz Wasserstrom reunió a un grupo de sobrevivientes para que, entre todos, juntaran dinero para ofrecérselo al fundidor que materializaría el diseño de Shor.

Entonces fuimos otra vez a la fundición (…) y Dunia en un sobre agarra y le dice ‘mire, amigo, hemos hecho una reunión donde juntamos todo este dinero. No sé si baste, usted dirá.’ Y le puso el sobre sobre la mesa. Entonces, tal como está el sobre, él lo tomó y lo mete en un cajón y dice ‘es bastante, señora’.”

Tras casi un año de trabajo, la escultura fue presentada con gran estruendo en el Centro Deportivo Israelita, donde permanece hasta hoy. ¿Por cuánto tiempo? “No puedo saber pero presiento que en algunas generaciones va a llegar un señor, un directivo y va a decir “mira, esto ya no es para nuestra época, y lo vamos a retirar de ahí”. Y yo estoy en paz con esto porque entiendo que puede ser pero no me va a tocar a mí.”

La identidad del niño de la foto permanecerá en el misterio para siempre. No sabemos si sobrevivió pero lo más probable es que haya muerto junto con los otros millón y medio de niños asesinados por los nazis. Lo que sí sabemos es que el talento de un escultor excepcional ha convertido su imagen en un testimonio perenne de la maldad humana.

 

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