“Si nosotros callamos, ¿quién hablará?”

Primo Levi.

Enlace Judío México e Israel.- Eran las 17:15 horas. Estaban los tres. Allí, sentados. Con el semblante tranquilo y una sonrisa dibujada en su cara. Son el señor Peter Rosenfeld, el señor Julio Botton y la señora Bina Neger. Los tres hablan entre sí y charlan un poco con la gente que los rodea. Pareciera que poco ha sucedido durante sus vidas. Pero no. Los tres, en distintos contextos, Diferentes escenarios. Pero unidos por un mismo hilo conductor, están dispuestos a abrir sus corazones. Dispuestos a ser una voz más del Holocausto.

La noche de Zikarón Basalon, en el Colegio Hebreo Sefaradí, fue una velada llena de emociones y recuerdos que cimbraron los pisos 4º y 5º de la Comunidad.

“Un día yo quería ver a mis padres. Entonces dije: ‘Mi papá lleva una estrella de David. Por su puesto, que eso quería decir que yo era judía. El padre llamó a mi nana para que me sacara del convento”, contó estremecida Bina Neger, de quien su familia fue enviada al gueto de Sambor, Polonia. Su padre, David Neger, decidió dejarla con Fesia, su nana ucraniana, quien cuidó de ella hasta que terminó la guerra. Para que no llorara la escondía debajo de las sábanas y le daba frambuesas. Ella apenas tenía tres años, pero sabía que tenía que quedarse quietesita sin hacer ningún ruido.

Actualmente Bina vive en Guatemala y ha dado varias pláticas a colegios e instituciones para transmitir su historia y la importancia de la memoria del Holocausto.

“En 1944 nos mandaron a un gueto. Una maleta por familia. Pasé tres días llorando porque me separaban de todos. Mi mamá estaba del otro lado de la reja. A 500 hombres nos hicieron un examen médico, yo tenía 6 años”, contó Peter Rosenfeld Span, quien vivía en Yugoslavia y fue llevado a una granja donde por un tiempo pudo permanecer a lado de su madre y hermanos.

“Era 13 de abril de 1945. Fui prisionero en Bergen Belsen alrededor de un año, aunque tuve la suerte de permanecer junto con mi familia, las condiciones de vida eran terribles. Ya casi al final de la guerra nos subieron a un tren camino a Theresenstadt, pues ya venían los aliados. Una mañana nos encontramos con que los alemanes que nos transportaban habían huído abandonándonos a nuestra suerte en medio del campo. Dos días después llegaron a liberarnos dos tanques norteamericanos”, relató Julio Botton, nacido en Salónika y quien llegó en 1950 a México:

“Encontré una patria que me dio la posibilidad del arraigo, de sentirme libre y de ser lo que quería ser. No me considero un sobreviviente, me considero un viviente”.

De esta manera, frente a un grupo, de jóvenes pertenecientes a diferentes instituciones de la comunidad judía. Formados en círculo, escucharon atentos las, más que charlas, lecciones de vida que marcaron la historia del Pueblo Judío y de la humanidad. Una inmanente historia que sólo sirve para reflexionar, no olvidar, y guardar como ardid para saber que jamás volverá a suceder algo así.

Al final de la velada, los jóvenes de la comunidad judía presenciaron el cierre del evento con la entrega de los donativos proporcionados a la fundación Ayuda para los Sobrevivientes, representada por la señora Karen Rayek. Durante la ceremonia de clausura se leyeron poemas y una canción de Eli Eli, interpretada por Shanny Aronovich, Yara Litvack y Danny Gutfraind.

“Auschwitz, Treblinka, Majdanek… sólo serán nombres, barracas y chimeneas si nadie recuerda las historias que se vivieron ahí. El Holocausto no puede ser sólo un suceso más. Un recordatorio casi anual. Nosotros el día de mañana seremos los testigos de los testigos”, concluyó Fanny Zajontz, Directora del Centro de Estudios Multisensorial.