Enlace Judío México e Israel.- El Estado de Israel llega a 71 años de independencia bajo el modelo de Estado Nación, su identidad ha sido clara desde el momento en que se planteó la partición del Mandato Británico de Palestina; la conformación de un “Hogar Nacional Judío”. La posibilidad que los judíos se sientan libres en su patria, así como la judeidad de su Estado son dos elementos que algunos le rechazan.

BRYAN ACUÑA

Cuando Israel no existía como Estado, a los judíos se les acusaba de tener una doble lealtad, una funcional con el lugar donde habitaban; en ocasiones aliados de los gobernantes corruptos del sistema, y otra lealtad oscura que desarrollaba a lo interno de su comunidad, con un anhelo de emancipación y soñando con un mítico “retorno a Sión”. La frase que se hizo común en la Europa antisemita de los siglos XIX y XX era decirle a los judíos “lárguense a Palestina”.

Una vez que los judíos se asentaron en la zona desde la época Otomana y con mayor fuerza durante la época británica, trabajaron la tierra, fundaron instituciones propias para un proceso de independencia, se dio la oportunidad de proclamar la independencia en el territorio por el cual trabajaron y sobre el que nutrieron sus esfuerzos, la respuesta de los opositores ha sido que no puede existir un Estado Judío y las intenciones han sido de destruirlo por la vía armada como lo intentaron en los primeros años, y en las últimas décadas su asimilación y destrucción desde adentro.

Para gestar esta persecución incesante e incomprensible se ha echado mano de varios fenómenos históricos, políticos y sociales para poder justificar no solo la decisión de negar a los judíos el derecho a su propia autonomía, sino que en ocasiones hasta su propia existencia como un pueblo.

El primero de estos fenómenos que se ha hecho común es el del revisionismo histórico por parte de aquellos que niegan los nexos judíos con la tierra del Israel histórico, donde se establecería en 1948 el Estado moderno de Israel. Para esto se ha dado función a historiadores como Ilan Pappe o Shlomo Sand quienes se han hecho famosos por sus escritos contra el vínculo entre la tierra y los judíos, así como la reedición de lo escrito en los textos bíblicos, pero en negativo, para plantear una asociación actual con el territorio de la histórica Palestina (llamada así por los romanos en el año 135 EC), como una voz beligerante frente a otra larga lista de historiadores que por el contrario reafirman este vínculo histórico entre el pueblo judío y el territorio, que quizás lo que cambia es el abordaje del estudio crítico de los textos religiosos contra lo que existía históricamente en el terreno.

El otro argumento que se ha hecho común para negar el derecho judío sobre el territorio es el del origen “genético”, se alude que los judíos actuales, principalmente los ashkenazim (judíos provenientes de Europa central y oriental), no son “semitas” sino que su origen tiene que ver con el pueblo turco jázaro, sobre el cual recae un mito generalizado de haberse convertido en grupo al judaísmo y de ahí después en su dispersión se asentaron en Europa, desde donde provendrían y se convertirían en los promotores de la interpretación política del judaísmo para la reconquista de la tierra histórica, para crear un asentamiento motivado por razones políticas de las regiones de las cuales han salido previamente.

Sin embargo, el planteamiento del origen jázaro ashkenazí ha sido desmentido en reiteradas ocasiones; aunque el argumento persista en ser repetido en infinidad de ocasiones, y hasta en una interesante exposición, realizada en este mismo medio, se realizó una entrevista al académico Irving Gatell en enero de 2018 denominada ¿Son los judíos ashkenazíes descendientes de los jázaros? Donde se debe sumar que en ocasiones quienes reiteran este argumento lo que hacen es dar vueltas sobre los mismos autores que entre ellos mismos se apoyan en el anterior, convirtiéndose en un tipo de círculo vicioso de falacias.

Sumarle a lo mencionado en el párrafo anterior, que la gestación del Estado de Israel no es originada como un “Estado semita”, sino de “Estado Judío”, lo cual cabe señalarse que no es designado de manera genética ni por antepasados o apellidos “judíos”, sino que existe un marco jurídico – religioso contenido en la Halajá que es donde finalmente se establecerá quién es o no judío, y de esa manera, si lo desea, puede formar parte del Estado de Israel.

Por supuesto que lo anterior entra en una dura disputa con aquellos que reclaman que el judaísmo es una religión y no un grupo étnico sobre el cual se pueda establecer un Estado. Sin embargo, ante este planteamiento no está de más explicar que el judaísmo no es una religión sino una identidad nacional asociada con un pueblo que a su vez se nutre de un concepto de unidad por medio de una historia común reflejada tanto en textos religiosos como en los procesos de desarrollo en distintos lugares del mundo.

Es ese último detalle descrito el que se omite adrede para desarrollar el concepto de “nación”, se echa muchas veces mano del concepto jurídico que da pie al establecimiento de un Estado Nación con fronteras y territorio definido, pero se deja de lado que hay un valor sociológico más o menos homogéneo que es el que impulsa esta identidad nacional, o la pertenencia a una nación, en el caso de Israel el vínculo a través del judaísmo es el que lo respalda.

Se puede mencionar para el concepto anterior que el pueblo kurdo, tiene identidad nacional, pero no tiene un Estado, lo que no resta que mantenga su unidad nacional apegada a un pasado y origen más o menos homogéneo que data de hace más de 5.000 años, similar ocurre con el vínculo entre el pueblo judío como nación, y que desde 1948 cuentan con un Estado jurídicamente hablando.

¿Quiere decir esto que todos los judíos se sienten identificados con el Estado de Israel? Para nada es vinculante una cuestión con otra, sin embargo en muchos casos esto no les resta el sentir empatía por los judíos que viven en este país de manera autónoma, aunque por supuesto estarán quienes por razones religiosas o políticas dentro del pueblo judío no consideren importante o “justificable” la existencia de un Estado con afiliación judía, y ocurre hasta a lo interno del propio Estado, por paradójico que se lea.

Al revisionismo histórico y el paradigma “étnico”, se suma el fenómeno moderno de querer señalar la naturaleza “discriminatoria” y excluyente de Israel como Estado democrático y judío a la vez. Para esto se hace uso de falacias, con un alto contenido semántico, que argumentos reales.

Por ejemplo, el determinar que los símbolos nacionales no representan a la totalidad de las personas que conviven en el Estado, o que la ley general básica “Israel Estado del pueblo judío” promueve el apartheid étnico y la discriminación, cuando la intención de esta ley es garantizar que ningún grupo que no sean los judíos puedan proclamar su derecho de autonomía sobre los territorios israelíes de acuerdo a la partición, sin que esto sea detrimento para otros grupos nacionales que habitan el territorio. Y de ese mismo modo lo dejó en claro David Ben Gurión en la Declaración de Independencia de 1948:

“…El futuro Estado Judío no podrá conformarse con establecer el principio de igualdad entre sus ciudadanos. La nación judía hará esfuerzos inauditos por igualar también el nivel económico de todas las personas que residan en su territorio. En este objetivo está incluida también la igualación de los jornales y salarios…”

Los esfuerzos de la mayoría de los gobiernos israelíes hasta la fecha, pasando de las posiciones de la derecha, hasta el progresismo de izquierda es el de preservar esta igualdad de derechos para sus ciudadanos, indiferente de su origen o creencias. Sin embargo se defiende que quienes deben tener autonomía nacional en el territorio es el pueblo judío, por cuanto así fue gestada la partición para garantizar la sobrevivencia del pueblo judío que no era integrado en otros territorios donde se desarrollaron.

Sin embargo, aun así se rechaza la existencia del Estado judío al considerarlo una “afrenta” por ser un “Estado confesional”, lo que lleva a un elemento adicional en relación con la lucha contra la identidad judía del Estado y tiene que ver con el revisionismo histórico – político de aquellos que combaten desde las líneas de la “diplomacia”, por “desjudaizar” lugares que por siglos han sido parte del imaginario colectivo del pueblo judío, desde los lugares de culto, hasta los nombres históricos de los territorios.

A estos se suman aquellos que en un llamado por vetar la posibilidad de preservar la noción de un Estado para los judíos, proclaman hoy la necesidad de un camino alterno al conflicto palestino – israelí a través de una solución de un único Estado para las dos poblaciones conviviendo una al lado de la otra. Medida que fue el detonante en su momento del proceso de partición planteado en 1947, por cuanto se concluyó que el camino no pasaba por un Estado binacional, sino por dos entidades independientes, lo cual finalmente no se gestó en su totalidad ante el enfrentamiento armado que se impulsó desde el 15 de mayo de 1948, desapareciendo por muchos años la posibilidad que los árabes de Palestina obtuvieran su independencia y autodeterminación como sí lo lograron los judíos de Palestina.

Hoy, el mayor riesgo que corre el Israel del 5779 con sus más de 9 millones de habitantes no es necesariamente el de una guerra total que logre exterminarlos; aunque esto sigue siendo un tema delicado contemplando la carrera armamentista de la región, pero más allá de este asunto, la mayor amenaza a su existencia es dejar de garantizar la identidad como Estado de los judíos.

Y no se trata que sea el país de los judíos a favor del gobierno de turno o de las políticas coyunturales, sino de todos los que puedan verlo como un hogar y refugio en el momento que lo desee. Tampoco es el país solo de los religiosos o los laicos, sino de todos los que trabajan por fortalecer esa identidad con mucha más fuerza cada día, finalmente en un mundo donde parece que el fuego del odio se vuelve a encender, a diferencia de las décadas y siglos pasados es que hoy existe un refugio para los judíos de todo el planeta que se llama “Medinat Israel”.

 

 

 

 

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