Enlace Judío México e Israel.- La batalla de Libia por Trípoli junto a las manifestaciones actuales antigubernamentales que derrocaron a los líderes autocráticos de Argelia y Sudán demuestran que las protestas árabes populares que en el 2011 echaron del cargo a cuatro presidentes – tanto como la contrarrevolución que provocó – están vivas y coleando.

DR. JAMES M. DORSEY

Los manifestantes en Argelia y Sudán están determinados a impedir una repetición de Egipto, donde un oficial militar apoyado por los E.A.U. y los saudíes hicieron retroceder los logros de una revuelta popular para instalar una dictadura brutal. Tampoco ellos quieren replicar la experiencia de Yemen, Libia, y Siria, los que han sufrido guerras civiles agravadas por la interferencia de potencias extranjeras.

En Libia, el Mariscal de Campo Khalifa Belqasim Haftar, el señor de la guerra apoyado por los E.A.U., los saudíes y los egipcios, espera que su ataque contra Trípoli, la capital y el asiento del gobierno del país reconocido por la ONU, o terminará el conflicto militarmente o por lo menos aumentará significativamente su influencia en las conversaciones de paz.

En todos los tres países, Arabia Saudita y los E.A.U. – las dos naciones del Golfo más determinadas a mantener a cualquier costo la estructura autocrática del Medio Oriente y África del Norte – han buscado o reforzar la resolución militar de seguir siendo una fuerza política decisiva o apoyar el ascenso de fuerzas que se ajusten a su agenda.

Arabia Saudita y los E.A.U. prometieron hace poco un paquete de u$s3, 000 millones, incluida una inyección de dinero en efectivo de u$s500 millones y transferencias de comida barata, combustible, y medicina.

El paquete de ayuda contribuyó a profundizar las divisiones entre la oposición, la cual ha prometido continuar las protestas callejeras hasta que se haya conseguido el gobierno civil pleno. Ellos continuarán a pesar del derrocamiento del presidente Omar al-Bashir, la renuncia de altos funcionarios militares, incluidos el jefe de la inteligencia, y el arresto de los hermanos de Bashir.

Si bien algunos sudaneses demandaron que el consejo del ejército rechace la ayuda, otros grupos de oposición, incluidas muchas facciones armadas, viajaron a Abu Dabi para discutir una propuesta respaldada por E.A.U. y los saudíes para un consejo de transición liderado por el ejército que incluiría a civiles.

Los saudíes y emiratíes también esperan que Taha Osman al-Hussein, quien era visto generalmente como una de las personas más influyentes en el círculo íntimo de Bashir, desempeñe un rol crucial en salvaguardar la posición del ejército.

Hussein retornó a Jartum el mes pasado después de dos años en el exilio en el reino, donde se desempeñó como sesor en asuntos africanos para la corte saudí después de haber sido echado sin ceremonias en el 2017 bajo sospecha de que era un agente de inteligencia saudí.

Además, el jefe del consejo militar de Sudán, Tte. Gen. Abdel Fattah Abdelrahman Burhan, y su segundo, Tte. Gen. Muhammad Hamdan Dagalo (un comandante paramilitar conocido como Hemeti), desarrollaron vínculos estrechos con los estados del Golfo en sus roles anteriores como comandantes del contingente sudanés combatiendo en Yemen en apoyo de la alianza entre los saudíes y los E.A.U.

Comandante de las temidas milicias árabes acusadas de genocidio en Darfur, Dagalo es visto ampliamente como ambicioso y hambriento de poder. Sus Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) están desplegadas a lo largo de Jartum.

Funcionarios occidentales describen en privado a Dagalo como “potencialmente el Sisi de Sudán” – una referencia al general egipcio convertido en presidente Abdel Fattah al-Sisi, quien llegó al poder en el 2013 en un golpe militar apoyado por los E.A.U. y los saudíes.

Sisi ha presentado uno de los sistemas más represivos en la historia reciente de Egipto. Los diplomáticos occidentales dijeron que las ambiciones de Dagalo prácticamente garantizan que el ejército no rendiría totalmente el poder en ninguna transición negociada.

El rol del ejército en deponer al Presidente Hosni Mubarak como resultado de una revuelta popular en el 2011 y restaurar posteriormente el control del poder por parte del ejército, emparejado con la preocupación por Dagalo, inspiraron uno de los cánticos de los manifestantes sudaneses: “Es victoria o Egipto.”

Los diplomáticos occidentales y árabes también ven a Arabia Saudita y los E.A.U. en el contexto de la decisión del General Burhan de no encontrarse con el ministro del exterior qatarí Muhammad bin Abdulrahman al-Thani días después de recibir a una delegación liderada por los saudíes. Sudán desde entonces ha dicho que está dando forma a arreglos para una visita qatarí.

Arabia Saudita y los E.A.U. junto con Egipto y Bahréin han boicoteado diplomáticamente y económicamente a Qatar durante los últimos 22 meses en un intento por forzar al estado del Golfo a remolcar su línea geopolítica.

Por ahora, la ofensiva de Haftar ha acechado una conferencia de paz patrocinada por la ONU que se esperaba logre un acuerdo que habría asegurado que los islámicos continúen siendo parte de la estructura de poder libia.

Haftar, como sus sostenes regionales, acusa al gobierno de Trípoli de estar dominado por islámicos, la bête noir de los E.A.U., Egipto y Arabia Saudita.

En una visita a Arabia Saudita días antes de iniciar su ataque contra Trípoli, a Haftar según se informa se le prometieron millones de dólares en apoyo en conversaciones con el rey saudí Salman y su poderoso hijo, el Príncipe de la Corona Muhammad bin Salman, en desafío a un embargo de armas de la ONU.

La batalla por Libia podría probar ser la ofensiva militar más difícil de Haftar. Su Ejército Nacional Libio (ENL) ya controla la segunda ciudad de Libia, Bengazi, tanto como mucho del resto del país, donde encontró relativamente poca resistencia.

La batalla sirve también como una advertencia a los manifestantes en Sudán y Argelia, donde las demandas de cambio fundamental corren el riesgo de arruinar los planes de los E.A.U., los saudíes, y los egipcios.

Sin ninguna victoria veloz a la vista en la batalla por Trípoli, Libia corre el riesgo de otra ronda de guerra prolongada que podría agravarse por el hecho que es tanto una lucha local como una guerra de poder de múltiples capas.

A diferencia de Sudán, Libia ha doblado la esquina. Años de guerras civiles y de poder devastaron el país y prepararon el terreno para más violencia. Argelia y Sudán todavía tienen una posibilidad de evitar la suerte de Libia, o por tal caso la de Siria y Yemen.

A medida que se despliega la batalla en Trípoli, Libia se asoma en grande como un ejemplo vivo de lo que está en juego. Los manifestantes están contra las fuerzas cuyos partidarios han probado que hay poco de lo que ellos se abstendrán para lograr sus objetivos. Libia no es más que el último ejemplo.

La suerte del rey está en juego en el combate en las calles del sur de Trípoli, y pende como una Espada de Damocles sobre las calles de Argelia y Jartum.

 

El Dr. James M. Dorsey, un Asociado Principal no residente en el BESA Center, es un miembro principal en la Escuela S. Rajaratnam de Estudios Internacionales en la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur y co-director del Instituto para Cultura de los Fans de la Universidad de Würzburg.

 

 

Fuente: The Begin-Sadat Center for Strategic Studies
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México