Enlace Judío México e Israel.- El foco debe estar en la prosperidad y buen gobierno, no en la resistencia perpetua.

WALTER RUSSELL MEAD

Mientras los funcionarios palestinos esperan nerviosamente el plan de paz de la administración Trump, una realidad fundamental da forma a su disputa larga y amarga con Israel. Diplomáticamente, económicamente, y militarmente, Israel nunca ha sido más fuerte de lo que es hoy. Por el contrario, la causa palestina nunca ha estado en peor forma. Ni Hamas, el cual alterna entre disparar cohetes y rogar a Israel que admita en Gaza los suministros que éste necesita para permanecer en el poder, ni la Autoridad Palestina, la cual está comprometida por la corrupción y dividida por el faccionalismo, puede encontrar una política viable ya sea para derrotar a los israelíes o para hacer la paz con ellos.

Un resultado—como vi en una visita reciente patrocinada por el Philos Project, una organización sin fines de lucro de compromiso en Medio Oriente—es que los palestinos, especialmente la gente joven, están renunciando cada vez más a tener un estado propio. En su lugar, ellos favorecen una “solución de un estado”—un estado único y binacional entre el Río Jordan y el Mar Mediterráneo. Pero en reuniones con altos funcionarios de la Autoridad Palestina y observadores políticos, quedó en claro que esto es más un grito de desesperación que un programa político serio. Un retorno palestino a la política de rechazar la solución de dos estados puede incitar a los activistas en los campus estadounidenses a nuevas denuncias de “apartheid israelí,” pero no ayudará a la causa palestina en el mundo real.

El argumento para un estado es sencillo. Israel está en el control de facto de la Margen Occidental y en una menor medida de la Franja de Gaza; los principios liberales dicen que el pueblo debe tener una palabra en el gobierno que los gobierna. Algunos palestinos afirman que la situación es comparable al sistema sudafricano de “bantustanes,” en el cual sudafricanos blancos crearon “patrias” artificiales para las diferentes tribus de sudafricanos negros y las usaron como coartadas para negar a los negros derechos de ciudadanía en la propia Sudáfrica. La Margen Occidental y Gaza son, argumentan algunos palestinos, bantustanes para los palestinos. De ahí que la solución, sin ningún estado palestino a la vista, es dar a los palestinos derechos plenos de votación y ciudadanía en el estado que más importa en el vecindario: Israel.

La frustración palestina con el status quo es eminentemente entendible, pero el modelo de liberación de Sudáfrica no encaja. Israel, como la nación-estado del pueblo judío, no busca gobernar sobre una mayoría árabe o construir un imperio colonial en el Medio Oriente.

La “amenaza” que los palestinos renuncien a la búsqueda de un estado propio y pidan en su lugar derechos políticos en el estado judío es una vacía. Los palestinos son tan capaces de imponer una solución de un estado sobre los israelíes como lo son de colonizar la luna. Si bien los pedidos de una solución de un estado son a veces un intento por deslegitimar a Israel, ellos no son sólo eso. Un palestino bien conectado con quien hablé en Ramala explicó que la opción de un estado es popular entre los palestinos más jóvenes en parte porque ellos piensan que el estado israelí es gobernado mejor que la Margen Occidental bajo la Autoridad Palestina—con mejor administración, menos corrupción y más sensibilidad hacia la opinión pública. Ellos quisieran algo de esa buena gobernancia para sí mismos. En otras palabras, el deseo creciente de ciudadanía en un estado israelí binacional es también en parte un voto de no confianza en la mezcla de liderazgo débil, políticas duras y corrupción que ha llevado al pueblo palestino a su difícil situación actual. Si es cierto, esta es una señal que al menos algunos palestinos están comenzando a pensar en términos más realistas. Después de todo, es el mito palestino de la resistencia eterna, y la violencia y el terrorismo que legitima el mito, lo que perpetúa la ocupación de Israel. Si los palestinos estuvieran preparados para terminar la resistencia y en su lugar promover la reconciliación y vínculos económicos y políticos estrechos con el estado judío, no hay límite para la prosperidad que podrían lograr los palestinos.

Hay también concesiones a las aspiraciones territoriales y políticas palestinas que ningún líder israelí hará bajo amenaza, pero que muchos aceptarían en condiciones de paz verdadera. Los palestinos hoy no necesitan un Nelson Mandela que pueda liderar la lucha por derechos políticos iguales en un estado. Ellos necesitan un Konrad Adenauer: un líder que pueda aceptar la derrota militar y pérdidas territoriales dolorosas mientras construye un futuro próspero a través de la reconciliación con los vencedores. Como mostró la Alemania Occidental de posguerra de Adenauer, es posible recuperarse de derrotas aplastantes, pero la derrota debe ser aceptada antes que pueda ser vencido. Una nueva generación, en vez de seguir a sus mayores a la madriguera de la resistencia eternamente inútil, podría en su lugar trabajar hacia la gobernancia competente, y finalmente hacia la reconciliación y renovación.

El Medio Oriente hoy no ofrece mucho aliento para los optimistas, pero no todo lo que está sucediendo allí es malo. Como los estados árabes amenazados por Irán, algunos palestinos pueden estar comenzando lentamente a darse cuenta que todo lo que hace de Israel un enemigo formidable puede también hacerlo un amigo valioso. Mientras se fija esa verdad importante, la esperanza de un futuro mejor, no sólo para los palestinos sino para todos los pueblos del Medio Oriente, sólo puede crecer.

 

 

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México