Enlace Judío México e Israel.- Cuando el general Francisco Javier Aguilar González regresó a México después de que el gobierno de Lázaro Cárdenas rompió relaciones con la Francia de Vichy, arribó a su domicilio de la calle Colima en la colonia Roma con un par de cajas de madera cuadriculadas con material fotográfico, las cuales quedaron olvidadas en un closet por más de 50 años.

JUAN ALBERTO CEDILLO PARA ENLACE JUDÍO

Junto con las cajas con negativos estaba una cámara Leica. “Una de las hijas de Aguilar la obsequió a una sobrina del general”, contó a Enlace un miembro de la familia.

Por ello la cámara, que se presupone pudo pertenecer el fotógrafo Robert Capa, no entró en el inventario de las valijas con negativos que entregó la familia a la cineasta Trisha Ziff y al escritor Juan Villoro, para que a su vez las reenviaran al Centro Internacional de Fotografía de Nueva York que dirige Cornell Capa, hermano de Robert.

El general Aguilar González quien trajo a México las maletas con las archivos fotográficos de Gerda Tardo, Robert Capa y David Seymour tiene una historia de novela.

Comenzó su carrera diplomática pocos años después de su exitosa participación en la Revolución Mexicana. Su expediente militar, localizado en el Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, precisa que a finales de los años veinte del siglo pasado estuvo como Agregado Militar en la embajada mexicana en Washington.

Era una época de penurias derivado de la guerra civil así que el servicio diplomático también sufrió las carencias económicas.

En una carta que envió a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) se quejó de que con su raquítico sueldo no podía pagar la colegiatura de una buena escuela para sus hijas.

El astuto militar pronto encontró una solución para tener dinero suficiente para cubrir sus necesidades: utilizó la valija diplomática para introducir whisky a los Estados Unidos, violando la Ley Volstead que prohibió las bebidas alcohólicas, y lo vendió entre los diplomáticos extranjeros.

Ese pequeño contrabando fue el comienzo de una serie de actividades inmorales, ilegales e incluso criminales que utilizó el general para compensar los bajos sueldos que pagaba el servicio exterior mexicano.

Para los inicios de la década de los cuarenta el General Aguilar González se desempeñó como embajador de México en Francia.

En ese cargo diplomático también se quejó sobre las condiciones que operaba la embajada. Precisó que la sede no tenía las condiciones para enfrentar el duro invierno de Europa y mandó fotografías a la SRE mostrando que sólo contaban con un pequeño calefactor.

En esa época el gobierno español en el exilio entregaba fuertes cantidades de dinero al presidente Lázaro Cárdenas para que lo mandara a la embajada de Francia y se apoyara a los milicianos Republicanos que estaban recluidos en campos de concentración franceses.

Los fondos se deberían entregar cada mes a los españoles refugiados, quienes huyeron a Francia tras perder la Guerra Civil contra el dictador Francisco Franco.

No obstante, Aguilar González decidió entregarlos cada tres meses porque utilizó ese dinero para comprar oro en Suiza y pasarlo de contrabando a Francia, en donde se cotizaba a un precio mucho mayor.

Ante la inminente invasión del ejército del Tercer Reich a Francia la embajada de México se trasladó a Marsella.

Tras el avance de los nazis, aliados de Franco, el presidente Cárdenas ordenó a la embajada que les entregaran un salvoconducto a cerca de 30 mil ciudadanos españoles para que se exiliaran en México, tarea que el embajador Aguilar delegó al cónsul en París: Gilberto del Bosque.

El avance de los nazis también provocó que el fotógrafo de origen judío Robert Capa, su novia Gerda Taro y el polaco David Seymour, alias “Chim”, salieran huyendo de París.

Antes de viajar a Nueva York solicitaron a un asistente, Imre Weisz, que resguardara sus archivos con negativos para no cayera en manos de los nazis.

Sobre el destino de los archivos, Weisz escribió lo siguiente en una carta fechada el 5 de julio de 19575:

En 1939, cuando los alemanes se acercaban a París, metí todos los negativos de Bob (Robert) en una mochila y me la llevé en bicicleta a Burdeos, para intentar embarcarla a México. Por la calle me encontré con un chileno y le pedí que llevara mis paquetes de película a su consulado para que no les pasara nada. Accedió”.

Por alguna razón que se desconoce los negativos no llegaron al consulado chileno sino a la embajada mexicana en Marsella.

Referente a la Maleta Mexicana, (siendo el contenido un par de cajas de madera cuadriculadas con material fotográfico de Robert Capa) te comento que estuvo por más de 50 años en algún diván de la casa del General Aguilar hasta que haciendo una limpia fueron rescatados y entregados a Bruno Traven”, contó Carlos Cortés Rubio, familiar del general.

“La cámara Leica le fue obsequiada directamente a mi madre (quien fue sobrina directa del general) por su propia hija quien le dijo se había encontrado junto a los negativos por lo que hace suponer que también fue propiedad de Robert Capa, en algunas imágenes se ve al propio Robert con una cámara idéntica a la que tengo en mi propiedad”, agregó Cortés.

La cámara Leica es una IIIc 50mm, y su actual propietario tiene una cédula con números de serie tanto del objetivo como del cuerpo.

“Sobre si alguien tiene registrado el momento o las causas por las que llegó la cámara Leica a manos del General Aguilar lo desconozco”, concluyó el entrevistado.

El hecho que la cámara fuera localizada con los negativos de los destacados fotógrafos corresponsales de guerra hace posible que perteneciera a Robert Capa. Posibilidad que se reduce debido a que la cédula de importación de la cámara indica que fue comprada en México.

 

 

 

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