Enlace Judío México e Israel – La Guerra de los Seis Días de 1967 fue una campaña defensiva a diferencia de la Primera Guerra del Líbano de 1982. Ante los nuevos desafíos, ambas deben ser estudiadas por el ejército israelí y sus políticos.

GIORA EILAND

El 5 de junio hace 52 años estalló la Guerra de los Seis Días. El 6 de junio se cumplen 37 años de la Primera Guerra del Líbano.

Israel comenzó ambas guerras y conquistó territorio que ha mantenido durante varios años. Si bien las diferencias entre las dos guerras fueron sustanciales, ambas deben ser una lección para el futuro.

La primera diferencia es la estrategia, que puede ser ofensiva o defensiva. Una estrategia ofensiva apunta a instigar el cambio geopolítico, mientras que la defensiva intenta evitar el cambio o incluso revertirlo.

Un ejemplo de ello son las dos guerras que Estados Unidos lidió en Irak. En la primera, en 1991, la estrategia estadounidense fue ofensiva: el líder iraquí Sadam Hussein invadió Kuwait y Estados Unidos intervino para expulsarlo y restaurar el antiguo orden. Cuando eso se logró, la guerra terminó.

En 2003, el gobierno estadounidense se propuso derrocar al régimen de Sadam, por lo que lanzó otra guerra ofensiva.

La Guerra de los Seis Días de 1967 fue estratégicamente defensiva: los enemigos debían mantenerse a raya. Incluso si se emprendieron ofensivas militares, su objetivo era defender las fronteras.

Por otro lado, la Primera Guerra del Líbano de 1982 fue una campaña ofensiva para expulsar a la Organización para la Liberación de Palestina del Líbano y cambiar la realidad política sobre el terreno.

Oficiales israelíes en el Líbano durante la guerra de 1982 (Foto: Yossi Ben Hanan)

Si bien la guerra defensiva de 1967 tenía objetivos claros, esta última, 15 años después, comenzó con el propósito de crear un nuevo equilibrio de poder en el Líbano e instalar un gobierno cristiano pro-israelí, sin divulgar ese hecho al público. “La paz para Galilea” fue el objetivo declarado.

La segunda diferencia entre las guerras del ’67 y el ’82 es si había alguna forma de evitarlas.

No había manera de evitar la Guerra de los Seis Días. La amenaza a la existencia de Israel era real y requería que el gobierno tomara medidas.

La Primera Guerra del Líbano, por otro lado, estalló tras un período de calma relativa en la frontera norte. El entonces primer ministro Menachem Begin habló de la necesidad de ir una guerra que no era puramente defensiva pero que podía alcanzar objetivos nacionales. Esta fue una guerra que Israel decidió emprender.

Finalmente, el equilibrio de poder en ambas guerras fue muy diferente.

En 1967, Israel no tenía profundidad estratégica. Era David frente al Goliat de los país árabes. En 1982 fue diferente.

Al observar las lecciones aprendidas de estas dos guerras en la corta historia de Israel, que comenzaron este mes, hace 52 y 37 años, respectivamente, es evidente que, en primer lugar, los israelíes no tolerarán ir a una guerra que se puede evitar. Son sensibles a la pérdida de vidas que conlleva otra guerra. La actual política del gobierno de Israel sobre Gaza es un reflejo de esto.

Fuerzas israelíes desplegadas en la frontera con Gaza (Foto: Roí Idan)

Segundo, el gobierno debe declarar los objetivos esperados antes de tomar una acción militar. La política contra los esfuerzos de atrincheramiento de fuerzas iraníes en Siria es un ejemplo de ello: Israel traza sus líneas rojas y actúa para hacerlas cumplir.

Finalmente, hasta la fecha Israel ha tenido una ventaja militar en todos sus conflictos, y eso puede verse como una espada de doble filo. El desafío para las FDI es mantener esta ventaja, tomar riesgos tácticos cuando sea necesario y aumentar la preparación para cualquier eventualidad.

Estas son las lecciones que debemos aprender.

Fuente: Ynet / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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