Enlace Judío México e Israel.- Los palestinos han rechazado toda iniciativa de paz. Su espectáculo del “No” esta semana en Bahréin debe ser el último.

EUGENE KONTOROVICH

A la conferencia Paz para la Prosperidad, liderada por Estados Unidos esta semana en Bahréin sobre la economía palestina, asistirán probablemente siete estados árabes, una clara desaprobación a los expertos en política exterior que dijeron que reconocer a Jerusalén como capital de Israel y a los Altos del Golán como territorio israelí alejaría al mundo árabe. Los estados árabes suníes están prestando legitimidad al plan de Trump, haciendo aún más notable que la misma Autoridad Palestina se rehúse a participar.

El único programa de la conferencia es mejorar la economía palestina. No está atado a ningún paquete diplomático, y la visión de conjunto de 40 páginas del plan no contiene nada que esté en polos opuestos de los presuntos objetivos diplomáticos de los palestinos. Algunos aspectos son incluso políticamente incómodos para el Primer Ministro Benjamín Netanyahu. En vista de todo eso, la falta de voluntad de la Autoridad Palestina para discutir las oportunidades económicas para su propio pueblo, aun con los estados árabes, muestra cuán lejos está de discutir las concesiones necesarias para un acuerdo diplomático, busca en cambio profundizar el infortunio palestino y usarlo como una porra contra Israel en el teatro de la opinión internacional.

Esta no es la primera vez que los palestinos han dicho no. En una cumbre negociada por el Presidente Clinton en el 2000, Israel les ofreció independencia total sobre territorio que incluía aproximadamente el 92% de la Margen Occidental y toda Gaza, junto con una capital en Jerusalén. La Autoridad Palestina rechazó esa oferta, llevando a Israel a subirla al 97% de la Margen Occidental en el 2001. Nuevamente la respuesta fue no. Una oferta aun de alcance mayor en el 2008 fue rechazada de plano. Y cuando el Presidente Obama presionó a Israel a un congelamiento de 10 meses en los asentamientos en el 2009 para renovar las conversaciones, los palestinos se negaron a ir a la mesa.

Después de tantos rechazos, uno podría concluir que los líderes de la Autoridad Palestina simplemente no están interesados en la paz. De haber aceptado ellos alguna de las ofertas de paz, habrían recibido de inmediato el más raro de todos los precios geopolíticos: un país nuevo, con reconocimiento internacional pleno. Para estar seguros, en cada propuesta ellos encontraron algo no muy de su agrado. Pero los palestinos son tal vez el único movimiento de independencia nacional en la era moderna que ha rechazado siempre una oferta genuina de independencia reconocida internacionalmente, aun cuando no llega a todo el territorio que había buscado el movimiento.
El mejor ejemplo es el propio Israel, el cual se había abalanzado sobre la propuesta para un Estado judío por parte de Naciones Unidas en 1947, aun cuando no era contiguo y excluía a Jerusalén y mucho de su territorio actual. Los estados árabes rechazaron la propuesta, la cual habría creado también un país árabe paralelo.

India y Pakistán no rechazaron la independencia debido a que quedaron sin ser abordados reclamos territoriales importantes. Irlanda aceptó la independencia sin los seis condados norteños de la isla. Marruecos no rechazó la independencia debido a que España retuvo tierra sobre su costa norte.

Si bien ha habido cientos de movimientos independistas nacionales en tiempos modernos, pocos son lo suficientemente afortunados como para recibir una oferta de Estado soberano reconocido. Incluyendo el año 1947, los palestinos han recibido cuatro. Desde Tíbet a Kurdistán, tales oportunidades siguen siendo un sueño.

Deben ser tomadas muchas lecciones del rechazo serial de un Estado por parte de los palestinos-y esta semana, incluso del desarrollo económico. En primer lugar, el status quo no es “gobierno” o “dominación” israelí. Los palestinos pueden rechazar cómodamente oportunidades que se dan una vez en la vida porque casi todos los palestinos ya viven bajo gobierno palestino. Desde los Acuerdos de Oslo de 1993, ellos han disfrutado de muchos de los adornos del estado, particularmente en relaciones exteriores. Israel emprende operativos antiterroristas normalmente, pero eso es diferente del poder general. Por ejemplo, Estados Unidos no “gobierna” sobre Afganistán.

En segundo lugar, la independencia y una resolución al conflicto no es lo que los palestinos buscan verdaderamente. Esto es lo que los economistas llaman una “preferencia revelada.” Para conocer lo que quieren realmente los consumidores, miren lo que ellos eligieron. Los palestinos han elegido repetidamente el status quo por sobre la soberanía.

Por último, desechen la presunción de que cuando los palestinos rechazan una oferta, ésta permanece sobre la mesa y acumula interés. Si las ofertas sólo mejorarán con el tiempo, los palestinos tienen un incentivo para seguir diciendo que no.

La Autoridad Palestina no puede ser obligada a aceptar un arreglo pacífico, e Israel no desea regresar a su control pre-Oslo sobre la población palestina. Pero el rechazo, culminando esta semana en Bahréin, debe tener consecuencias.

Durante más de 50 años, el futuro de las comunidades judías en la Margen Occidental–y el cerca de medio millón de judíos que viven ahora allí–ha sido mantenido en un limbo en espera de un acuerdo diplomático. Mientras la Autoridad Palestina rechaza hospitales mejorados, acuerdos portuarios y centros de empleo, muchos de los beneficios para los palestinos podrían ser aun logrados localizándolos en las partes de la Margen Occidental bajo jurisdicción israelí. Pero para hacer eso, debe ser quitado el signo de interrogación sobre estos lugares, los cuales incluyen a todos los judíos que viven en la Margen Occidental y a un número más reducido de palestinos. Washington debe apoyar las iniciativas israelíes para remplazar el control militar por la ley civil en estas áreas, normalizando su estatus. El espectáculo del no de los palestinos en Bahréin debe terminar con su capacidad de mantener rehenes al desarrollo y crecimiento.

 

 

*Eugene Kontorovich es director del Centro para Derecho Internacional en el Medio Oriente y profesor de derecho en la Universidad George Mason, y académico del Foro de Política Kohelet.

 

 

 

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.