Enlace Judío México e Israel.- En pocos días la comunidad judía de México estará de fiesta celebrando la edición XIV de los Juegos Macabeos Panamericanos, recibiendo a más de 3000 atletas de cerca de 30 países.

BENJAMÍN TROYSE

La mayoría de las competencias se llevarán a cabo en la Ciudad de México, muchas de ellas en el Centro Deportivo Israelita. Las correspondientes a Natación, Clavados y Water Polo tendrán lugar en la excelente alberca.

Con toda la euforia macabea que se ha estado viviendo desde hace algunos meses, recordé mis inicios de nadador, especialmente dos eventos, para lo que necesitaba encontrar algunas publicaciones que, pensé, podrían estar en el Archivo Histórico del CDI.

Calculé que debería haber sido en 1958 o 1959. Primero pedí los periódicos semanales de 1958. Estaban encuadernados en un tomo. Al empezar a buscar, me transporté a otra época. El periódico se hacía entonces con mimeógrafo (seguramente muchos lectores de menos de 40 años de edad nunca han visto uno) y los anuncios y la mayoría de la ilustraciones estaban hechos a mano.

Comencé a leer nombres de los que hace mucho tiempo no sabía; familias de amigos de mis papás, de compañeros de la escuela, maestros, etc.

No encontré lo que buscaba pero vi que ese fue el año en el que se inauguró la actual Alberca Olímpica, que fue la segunda en tamaño del país, después de la de Ciudad Universitaria. Al final, en la publicación de la última semana de diciembre, aparecía una breve noticia que hablaba de los niños que no habían salido de vacaciones e iban diario al deportivo a acumular kilómetros nadando. ¡Esa era la hebra del cordón que estaba yo buscando!

Página de la revista mensual del CDI de febrero de 1959.

 

Pedí los periódicos de 1959 y de una vez, las revistas, que entonces eran mensuales, de 1958 y 1959.

Y ¡ahí estaba!; en el número de febrero de 1959 de la revista mensual, hacía exactamente 60 años, encontré el buscado artículo.

Era una reseña, poco favorable, de la participación del equipo del CDI en el Maratón Conmemorativo de la muerte de Apolonio Castillo en Acapulco. El equipo estaba conformado por el que esto escribe y Renato Zavalla y comandado por el Profesor Manuel Sevilla. Renato tenía 18 años y yo estaba a punto de cumplir 12.

Apolonio Castillo era un nadador excepcional originario del puerto, que además era buzo y tenía una pequeña escuela en el club Sirocco que estaba en la Costera Miguel Alemán, frente al Hotel Las Hamacas, cerca del Centro de la Ciudad.

En esa época hubo un crimen que llamó mucho la atención nacional. Un matrimonio de estadounidenses aparecieron muertos, mutilados, en el mar, cerca del Hotel Caleta, uno de los más lujosos de la época. Se rumoraba que los habían asesinado para robarles valiosas joyas. La policía pidió ayuda a Apolonio para que buceara y buscara pruebas por la zona donde aparecieron los cadáveres. El buceo estaba en pañales; apenas quince años antes, Jacques Cousteau había inventado el Aqualung, o SCUBA, el primer equipo autónomo de respiración submarina y no había todavía buzos profesionales. Apolonio cometió el error mortal de excederse en el tiempo bajo el agua y salir a la superficie para la necesaria descompresión. Murió en medio de terribles dolores, ya que solo había una cámara de descompresión rudimentaria en la base de la Marina y cuando llegó a ella, ya no fue posible salvarlo.

Periódico semanal del CDI de Octubre de 1958. En la fotografía aparece Tonatihú Gutierrez, campeón nacional e internacional de natación fondo en aguas abiertas que entrenaba en la flamante alberca del CDI.

A partir de su muerte, cada año se le recordaba con un maratón que iniciaba en donde se encuentra la estatua sumergida de La Virgen, entre la playa de Caleta y la Isla de La Roqueta, y terminaba en el muelle del Sirocco, con un recorrido aproximado de cinco kilómetros.

Hubo cerca de 70 participantes, entre ellos, todo el equipo olímpico de natación de México de la época, del que Apolonio era parte. Recuerdo, entre otros, a los hermanos Vargas, Nelson y “El Diablo”. El profe Sevilla nos iba vigilando y carrereando a Renato y a mí en un deslizador de los que rentaban en las playas, esas famosas “tablas” color marfil y rojo, con un remo tipo kayak. Yo usaba unos goggles grandes y pesados, totalmente diferentes de los actuales. Hacia el fondo no veía nada, mas que los rayos del sol convergiendo hacia la profundidad. De pronto comencé a ver piedras; estaba entrando a la bahía, rodeando la Roca del Elefante. En ese momento cedió un poco el miedo que tenía, cuando de repente vi pasar debajo de mí un grupo de mantarrayas. A esa edad no tenía yo idea de que son inofensivas. Cuando Sevilla volvió a venir conmigo, le grité que me dejara subir a la tabla para regresar a la orilla con él. Solo se rio, se volteó y se fue a ver a Renato.

Después de aproximadamente 1 hora 45 minutos, llegué a la orilla y para mi sorpresa, no fui el último. Llegue en el lugar 47. Renato en el 45.

Con este evento, confirmé mi entrada de lleno al mundo de la natación de competencia, en el que pasé muchas, muchas horas que me dejaron un cúmulo de recuerdos, experiencias y amistades invaluables.

Pero esto fue la parte final de una historia que causó revuelo en el deportivo en aquella época, pocos meses antes y que platicaré en el próximo capítulo.

 

 

 

 

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.