Enlace Judío México e Israel.- Julio Menajovsky fue uno de los primeros reporteros gráficos en llegar a la mutual judía. 25 años después del ataque, volvió a encontrarse con personas atravesadas por la tragedia. Un repaso por cada uno de las historias y los retratos que construyen “Veinticinco”, el proyecto artístico que se muestra en Nueva York.

 

Tamara Bursuck de Scher y Marta Goldfarb. Trabajaban juntas en la AMIA: ambas son sobrevivientes del atentado. A partir de aquella tragedia formaron un vínculo y hoy son grandes amigas. “La muerte nos pasó por encima, pero hoy nos une la vida”, aseguran.

Sofía Guterman y Sergio Knorpel. Ella perdió a su hija Andrea en el atentado. Él a León, su padre. En medio de la desolación y la tristeza, se unieron, se contuvieron y formaron un vínculo de apoyo mutuo.

Rosa Barreiros y Paula Cernadas. Sebastián Barreiros, el hijo de Rosa, tenía 5 años cuando murió en el atentado, la misma edad de Paula Cernadas, que vivía en el edificio frente a la AMIA y logró sobrevivir.

Mijal Tenenbaum. Su padre, Javier, murió en el atentado a la AMIA cuando ella tenía tres meses de vida. El libro que tiene en sus manos le perteneció a él. Representa las diferentes huellas que Mijal va encontrando con el tiempo para reconstruir la historia y los valores de su papá.

Martín Cano y Fernando Souto. Cuando explotó la bomba, Martín estaba en el subsuelo del edificio. Estuvo doce horas atrapado entre los escombros sin poder moverse. Fernando fue uno de los bomberos que lo contuvo, le dio fuerzas y finalmente logró rescatarlo.

Teresa Said y Marcelo Corvalán. Cuando realizaba un homenaje para las víctimas de la AMIA, Marcelo -músico de la banda Carajo- se enteró que había compartido parte de la escuela primaria con una de ellas. Se llamaba Marisa Said. Se conmovió tanto que le hizo una canción. En la foto, el encuentro con Teresa, la madre de su compañera muerta en el brutal atentado.

Ramón Pared y Miguel Rausch. Ramón y Miguel trabajaban en la AMIA en 1994 -uno en el sector de seguridad, el otro en el de compras-, pero por diferentes motivos ambos faltaron aquella mañana trágica del 18 de julio.

Lily Epelbaum Izcovich junto a Gastón, Gabriel y Matías Ritter. La mamá de los los Ritter murió en el atentado. Lily sintió que no podía dejarlos solos. Los acompañó y ayudó durante el primer tiempo. Juntos desarrollaron un vínculo amoroso y familiar.

Karina Bolan y Pedro Ferraina. Romina Bolan tenía 19 años cuando murió en el atentado. Caminaba por la vereda de la calle Pasteur en dirección a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Llegó al Hospital de Clínicas con heridas gravísimas y finalmente falleció. La operó el doctor Pedro Ferraina. En la foto, se encuentra con Karina, la hermana.

Julio Menajovsky y Lía Parsons. El fotógrafo cuenta una historia en primera persona. Una de sus fotos fue la tapa de los diarios al día siguiente y se volvió icónica. En esa imagen se veía a Germán, una de las víctimas fatales y hermano de Lía, que era llevado en una camilla.

Juan Carlos Lombardi y Alejandro Mirochnik. Alejandro trabajaba en la AMIA cuando explotó la bomba y quedó atrapado en uno de los ascensores durante nueve horas. Quien lo encontró y alertó a los bomberos fue Lupo, el perro de Juan Carlos Lombardi, una de las muchas personas que se habían presentado espontáneamente a ayudar.

Marina y Gustavo Degtiar con Jonathan y Gustavo Averbuch. Marina y Gustavo son hermanos de Cristian Degtiar, que tenía 21 años cuando murió en el atentado. Lo encontraron dos días después entre los escombros. Jonathan y Gustavo son los hermanos menores de Yanina Averbuch, que tenía 20 años cuando la bomba contra la AMIA le quitó la vida: su cuerpo fue hallado a los cinco días de la explosión. En la durísima espera por novedades, estos cuatro hermanos se conocieron.

Humberto Chiesa y Daniel D’Osvaldo. Cuando explotó la bomba, Humberto estaba dentro de su negocio, ubicado frente a la AMIA. Sufrió heridas gravísimas, entre otras la fractura de su cráneo; Daniel, doctor del Hospital de Clínicas, fue quien se lo “reconstruyó”.

Ester Szwarc, Silvia Cryan, Débora Wolosky, Leandro Castiglioni, Demián Szmulewicz, Yael Szmulewicz, Diego Rybka, Solange Bonfil y Sheila Loy. 800 chicos participaron de una red de voluntarios para rescatar todo el material histórico que había quedado sepultado bajo los escombros. Ester Szwarc armó espontáneamente un grupo que salvó 60 mil volúmenes de libros, documentos y archivos originales.

Ana María Czyzewski y Gustavo y Ángel Antúnez. Ana María es la mamá de Paola Czyzewski, que tenía 21 años cuando murió en el atentado a la AMIA. Estaba en uno de los ascensores del edificio: bajaba a buscar un café que le traía Jorge Antúnez, de 18 años, que trabajaba de mozo en el bar de la esquina. Gustavo y Ángel son sus tíos, la única familia que tenía en Buenos Aires.

Cecilia Jesús Löwer y Hugo Martin. En 2016 se descubrió que la víctima 85 del atentado a la AMIA se llamaba Augusto Daniel Jesús. No había fotos de él y por eso el periodista Hugo Martín, que estaba investigando el caso para la revista Gente, publicó una nota titulada “La triste historia de Augusto, el muerto sin rostro”. Ese artículo llegó a las manos de Cecilia Jesús Löwer, prima del joven a quien creía desaparecido desde 1994.

Florentino Sanguinetti y Alberto Crescenti. Florentino dirigía el Hospital de Clínicas y Alberto era el titular del Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME). Florentino dio la orden para que se abrieran todas las entradas del Hospital de Clínicas y se suspendieran las tareas programadas que aún no habían empezado. Alberto fue el encargado de emitir la señal de alerta roja para que todas las ambulancias se dirigieran al lugar, así como el personal completo del SAME, y para que cada hospital dejara por lo menos cincuenta camas disponibles.

Dora Band y Adrián Furman. Ambos trabajaban en la AMIA cuando ocurrió el atentado. Ambos perdieron a dos seres muy queridos: Dora a Naum, su esposo, que estaba en la parte de vigilancia; y Adrián a Fabián, su hermano, que trabajaba en el departamento de sepelios.

Mirta Satz y Agustina Galarraga. Mirta trabajaba en la AMIA en el momento de la explosión: es una sobreviviente. Agustina perdió a su tío en el atentado cuando tenía 12 años.Su vínculo no se agota en la tragedia: ambas encontraron en el arte un medio para expresar algo genuino sobre lo que les sucedió.

 

 

 

Fuente:infobae.com