Enlace Judío México e Israel.- ¡Qué hermosa es la niñez! , que sin prejuicios ni presiones sociales transcurre con un ritmo en completa naturalidad. Al niño de 10 meses no le importa si ya debe gatear o no, sus papás podrán estar al pendiente y hasta algo preocupados, pero el chiquito está tranquilo, no sabe ni qué es gatear ni cuándo es el tiempo correcto para hacerlo.

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Luego, cuando llega la escolaridad, las presiones sociales se comienzan a infiltrar, sobre todo en la primaria avanzada y en la secundaria, pues los niños se llenan de ideas fijas sobre lo que “está padre” y lo que “nada que ver”. Cuando alguna prenda de ropa se pone de moda parece uniforme general, y respecto a la forma de hablar o de comportarse, pareciera como si todos los chavos fueron educados por los mismos padres, hablan igual, se expresan igual, usan las mismas palabras, y esto no es más que el resultado de lo que la sociedad joven de nuestra comunidad determina como aceptado o como no aceptado.

Sin embargo, conforme vamos creciendo, las presiones sociales se van tornando más serias. Es típico que las chavas son las que primero vayan teniendo novios, posteriormente llegan los compromisos, nos encontramos con pedidas de matrimonio extraordinarias e increíblemente románticas, el novio que le pidió matrimonio en un paracaídas, en un helicóptero, en la playa, en un globo aerostático, en un concierto, etc., etc. Y luego viene la importantísima frase “Save the date” que anuncia a toda la familia y amigos que aquella pareja de novios se convirtió en una pareja formal y que todos los cercanos tienen que apartar cierta fecha porque los protagonistas se van a casar.

Esta escena se va repitiendo una y otra vez: “Ya se comprometió Esther, ahora Sofi, ahora Raquel, ¿quién crees que se comprometió? Olga, Sharon, no lo vas a creer pero Karen ya se va a casar”, así nos vamos consecutivamente, en una avalancha de matrimonios maravillosa que mantiene a nuestra sociedad viva y que le da a nuestra comunidad la necesaria continuidad.

La parte negativa de este tema tan positivo, es que no todas esas personas se están casando con el amor de su vida; las chavas, por ejemplo, caen en la emoción de la organización de la boda y el vestido de novia, lo que funciona como una perfecta cortina de humo que nos impide ver lo verdaderamente importante: “¿Es realmente el amor de mi vida? ¿Sus defectos y los míos podrían convivir? ¡Qué más da! tengo veintitantos años, ya me subí al tren ¡y el tren va a toda velocidad!”.

Cuando el ruido de la fiesta se apaga, cuando el reflector ya alumbra hacia otro lugar, la pareja se encuentra sola, él para ella y ella para él, es el momento de esforzarse por mantener la mecha encendida, pues se requiere de un sinfín de cualidades para lograr un matrimonio sano y funcional: hay que ser responsables, atentos, trabajadores, detallistas, inteligentes, tener la capacidad de expresarse correctamente cuando algo molesta, tener la capacidad de reconocer errores, tener la capacidad de pedir perdón, tener la capacidad de perdonar, si de eso se trata, de tener, obtener o perfeccionar un sinfín de capacidades que tal vez nunca aprendimos bien, es entonces cuando las expectativas se rompen y el desencanto hiere de una manera muy cruel.

Las mujeres sufren ante la sospecha de haberse casado con la persona equivocada, mientras que los hombres, sin hacer dramas, se sienten perdidos.

En este punto, lo único que puede salvar es el amor, y aunque se oiga muy cursi es el amor el que nos hace escuchar a nuestra pareja, modificar nuestros defectos, no dejarnos de esforzar, es el amor el que nos hace pedir perdón, perdonar, y no dejar de conquistar, el amor es el elemento que menos es tomado en cuenta a la hora de los preparativos de la boda, pero es el ingrediente que viene a salvar cuando las crisis llegan, porque créeme, las crisis siempre llegan.

Así que por favor, no te apresures con la decisión más importante de tu vida o no dejes que tus hijos se apresuren con esa decisión. ¿No importa si ya se casaron todos los amigos y amigas de la generación, no importa si la gente chismosa no para de preguntar: “Y ya tiene novia?” No importa, nada importa, porque si nos casamos con la persona incorrecta por prisas o presión social nos va a emocionar de momento todo el alboroto de una fiesta en la que nosotros somos los protagonistas, pero después, a la hora de quedar solos bajo un techo, un amor pequeño o mediocre va a reflejarse a la brevedad, haciéndonos saborear el sabor más amargo de la infelicidad.

 

 

 

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