Nira Khurana para Enlace Judío México e Israel – El argentino Martín Kremenchuzky es totalmente ciego y parcialmente sordo, pero eso no le impidió competir en la prueba más dura de los Juegos Macabeos Panamericanos que hoy llegan a su fin en la Ciudad de México. 

“El deporte me salvó la vida” asegura el argentino Martín Kremenchuzky, quien esta semana participó en los Juegos Macabeos Panamericanos.

Antes de las ocho de la mañana, en el tercer día de competencias, se prepara para subirse a la bicicleta para la prueba contrarreloj. A diferencia de sus adversarios, Martín no hará el recorrido solo, el atleta argentino irá acompañado de Luis Álvarez en una bicicleta tándem.

Martín es ciego y está parcialmente sordo. Cuando tenía cinco años le detectaron el Síndrome de Usher, una enfermedad hereditaria que causa sordera o hipoacusia y deterioro de la visión debido a una alteración del ojo. Desde los cinco años utiliza aparatos en los oídos y hace 10 años perdió completamente la vista.

“A los cinco años se dieron cuenta mis papás que no escuchaba bien y me pusieron audífonos. Luego dejé de tener visión nocturna y poco a poco se achicó mi campo visual hasta que hace 10 años me quedé completamente ciego”, cuenta el competidor de Argentina.

“Yo empecé a hacer deporte cuando me quedé ciego hace 10 años. Antes mi deporte era sólo comer y trabajar. Cuando me quedé ciego estuve un año deprimido y gracias a mi hijo que me dio la fortaleza, decidí que tenía que salir adelante y encontré en el deporte la mejor terapia”, cuenta el atleta de 50 años, quien además de deportista es ingeniero en sistemas.

Cuando surgió la oportunidad de participar en los Macabeos en la Ciudad de México no quiso perder la oportunidad. Después de que ninguno de sus compañeros de equipo se quiso aventar a subirse con él a la bicicleta tándem, buscó a su amigo Luis Álvarez a quien conoció hace algunos años durante el Ironman de Mar de Plata.

“Cuando fui a hacer el Ironman a Mar de Plata nos juntamos a tomar un café pues él es también guía de otro amigo ciego. Se generó una buena química”.

Esa reunión para comer había sido su único acercamiento hasta esta semana. Aunque Luis tiene experiencia con otros compañeros ciegos, guiar a Martín fue un reto más grande porque tampoco se escuchan.

“En la bicicleta no lo escucho, entonces por medio del tacto con un golpe en la mano me da las indicaciones”, comenta Martín, quien dice que no está en su mejor momento en la bici pues viene de hacer el Maratón de Londres en abril, prueba que terminó en 3:59.35 horas.

A pesar de las dificultades en ciclismo la pareja llegó a marcar 45 kilómetros por hora. Las pruebas en el agua fueron el mayor reto esta semana.

“Me da más miedo en el agua, pues no vamos amarrados y como se tiene que quitar sus aparatos en el oído será imposible hablar entonces todo será por señas”, agrega Luis.

Una lección de vida

Luis comenzó a ser guía de atletas ciegos hace dos años, después de que perdió la vista al intentar subir el Everest.

“En la zona de la muerte, a 8 mil metros, se me quemaron las córneas y me quedé ciego. Bajé vivo pero ciego. Al llegar al campo me curaron los ojos y después de tres meses comencé a recuperar la vista”, cuenta el deportista mexicano, quien aseguró que esto le dio una perspectiva de lo que se siente quedarse ciego, la desesperación y vulnerabilidad.

“Me cayó el veinte de qué sucede cuando te quedas ciego, entonces contacté a un amigo, Marcos Velázquez, la primera persona ciega que guié e hicimos una carrera y varios Ironman”.

Fue en una de estas carreras en Argentina cuando conoció a Martín y se hicieron la promesa de competir juntos. Los Juegos Macabeos Panamericanos fueron el momento idóneo.

“Soy mexicano pero tuve el honor de representar a Argentina. Es un orgullo compartir con Martín, es un ejemplo para las personas que dicen que no se puede. Yo creo que el que personas con alguna discapacidad puedan competir nos enseña que no hay limitantes”, cuenta Luis.

Fotografía: Nira Khurana

 

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