Enlace Judío México e Israel.- El próximo 20 de julio Benjamín Netanyahu se convertirá en el primer ministro que más tiempo ha estado al frente de Israel, superando el récord que todavía ostenta David Ben Gurión. No es un dato banal; tiene que ver con la terrible crisis por la que atraviesa la izquierda israelí.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

David Ben Gurión es, con justa razón, la figura dominante cuando hablamos del proceso de refundación de Israel y, sobre todo, de los retos que el joven Estado judío tuvo que enfrentar para sobrevivir. Su figura está íntimamente ligada a la del partido Mapai, antecedente del actual partido Avodá (Laborista), y que durante un poco más de medio siglo fue el referente obligado de la izquierda israelí.

Este punto es importante: al fragor de la posguerra y en el marco de una efervescencia izquierdista en todo el mundo, Israel se decantó sin dudas por esa ruta durante las primeras tres décadas de su existencia. Todas las elecciones fueron ganadas por Mapai o, en su defecto, las coaliciones en las que estuvo al frente. Eso consolidó muchos rasgos claramente socialistas que ya existían desde antes de la fundación de Israel. Por ejemplo, los kibutzim —granjas colectivas en donde todo era propiedad comunal— o el papel de la Histradut —central sindical— en la política nacional.

Sin embargo, en 1977 la política israelí dio un giro que, hasta cierto punto, normalizó sus dinámicas. En ese año se impuso en la elección el partido Likud, y por primera vez hubo un primer ministro emanado de la derecha: Menachem Beguin. Al mismo tiempo, una nueva expresión de la izquierda israelí —más radical— se consolidó con el partido Ratz.

Los siguientes 24 años fueron de una alternancia que podría definirse como típica en cualquier país democrático, y en 1999 la izquierda israelí ganó por última vez la primera magistratura. En las elecciones de 2001 se volvió a imponer la derecha, y desde entonces esta ha gobernado a Israel ininterrumpidamente. En las últimas elecciones, la izquierda —representada básicamente por Avodá y Meretz— se desplomó a su nivel histórico más bajo. El poder lo retuvo la derecha, y su principal contendiente fue la coalición Kajol Laván (Azul y Blanco), centrista.

¿Por qué la debacle de la izquierda en Israel?

Alberto Mazor, un notable intelectual de izquierda, publicó en sus redes sociales una reflexión al respecto y señaló varios puntos interesantes. Por ejemplo, dice que “…cuando la plataforma de la izquierda se materializó, Rabin fue asesinado y se vislumbró… una diferencia significativa entre su sistema de creencias y la realidad”.

Mazor se refiere a que el impulso ideológico de Meretz hacia inicios de los 90’s era tal, que contaba con 12 escaños en la Knesset y Rabín había seguido la plataforma ideológica de este partido durante las negociaciones de Oslo con los palestinos.

Sin embargo, tras el aparente éxito de Oslo la realidad resultó ser muy diferente a lo esperado.

Mazor continúa diciendo que “…contrariamente a lo que se había asegurado, Arafat no era Nelson Mandela. En contraposición a lo añorado, la forma de conducta del movimiento nacional palestino no fue el patrón de comportamiento de Mahatma Gandhi… la verdad golpeó en el verano del 2000: Ehud Barak propuso establecer un Estado palestino y dividir Jerusalén; los palestinos rechazaron la oferta. La realidad volvió a castigar en diciembre del 2000: Bill Clinton ofreció a los palestinos una propuesta de paz imposible de rechazar; ellos se negaron. El tercer golpe llegó en enero del 2001: Yossi Beilin puso sobre la mesa en Taba una propuesta extrema; los palestinos dijeron no. El cuarto fue en septiembre de 2008: Ehud Olmert ofreció casi todo; los palestinos desaparecieron. En ocho años, cuatro intentos diferentes para finalizar la conquista y obtener la paz, resultaron en vano. Cuatro intentos decisivos que pusieron sobre el tapete la manera en que la izquierda captaba la realidad, fracasaron”.

No es frecuente —lamentablemente— que un intelectual de izquierda asuma de un modo tan crudo y explícito que el fracaso de la izquierda israelí se deba a que, en algún momento, esta tendencia ideológica se disoció de la realidad.

Pero es que es un problema generalizado con las izquierdas en la era de la Posmodernidad: se aferran enfermizamente a ideales abstractos, en detrimento de asumir la realidad tal cual es.

¿Por qué las derechas están recuperando terreno en todo el mundo? Básicamente, porque han construido un discurso pragmático enfocado en las preocupaciones reales de la gente (lo que no significa que sus diagnósticos sean correctos, y menos aún sus estrategias para resolver los problemas).

En el caso particular de Israel, sorprende que la izquierda fuera tomada por sorpresa cuando vieron que Arafat no era como Nelson Mandela. A ese nivel había llegado su construcción teórica impuesta por encima de la realidad. De hecho, cuando Ehud Barak fracasó en las negociaciones de Camp David en 2000, tanto él como Clinton señalaron sin duda alguna que Arafat era el responsable del fiasco. Que era él quien, en el punto crítico de la negociación, había reventado el diálogo y se había regresado a Ramallah (ahora sabemos que, además de todo, regresó para organizar la Segunda Intifiada, el episodio más violento en la historia del conflicto israelí-palestino).

Muchos sectores de izquierda entonces le reclamaron a Ehud Barak que al culpar a Arafat estaba lesionando las posibilidades de un futuro diálogo.

Pero yo pregunto: ¿Posibilidades de diálogo con quién? El único grupo reconocido como vocero de los palestinos era el de Arafat, el viejo terrorista despiadado que acababa de rechazar cualquier posibilidad de diálogo.

La realidad ha sido apabullante contra la izquierda israelí. Desde entonces no sólo se ha confirmado, vez tras vez, que los palestinos están en una absoluta indisposición a cualquier negociación verdadera. El resultado se ha reflejado en las urnas: de ese momento clímax en el que Meretz obtuvo 12 escaños en la Knéset, la misma época en la que Avodá ganaba más de 30 en cada elección, ahora entre los dos partidos no llegan a 15.

No veo, en lo inmediato, que la izquierda logre sacudirse de ese marasmo. Incluso en su valiente autocrítica, Mazor mantiene como dogma incuestionable otro severo fallo de concepto de la izquierda: la noción de que hay una “ocupación israelí de territorios palestinos”, y que ésta es un obstáculo para la paz. Ese es un concepto inventado y promovido desde la narrativa árabe, y es la base para la deslegitimación de Israel.

Por ello, en su reflexión final Mazor dice que la izquierda israelí “…debe retornar a ser sionista y realista; debe proponer una forma factible de salir de los territorios sin poner en peligro la existencia nacional”.

No. Eso no es posible. No hay modo de “salir de los territorios” sin poner en peligro la existencia de Israel. No en este momento, sin que haya visos de que esta situación pueda cambiar en el mediano plazo.

Todo hueco de poder que Israel deje en “los territorios” caerá, seguramente, bajo control de una facción palestina pro-iraní.

Entonces, si se trata de discutir sobre la postura de la izquierda en este tema, el primer punto que tendrían que asumir —si su intención es ser realistas— es que un Estado palestino no es viable en este momento.

Pero no parece que vaya a ser sencillo. A la mayoría de la gente que conforma la izquierda israelí le duele admitir que el análisis correcto del conflicto con los árabes fue el de Jabotinsky, no el de Ben Gurión. Y mientras, los herederos de Menachem Beguin —el heredero directo de Jabotinsky— siguen al frente del Estado Judío, y Netanyahu está a punto de romper el récord de permanencia en la primera magistratura.

 

 

 

 

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