Enlace Judío México e Israel.- Estimados amigos.

Hace algunas décadas, cuando asistí al primer Congreso de Periodistas Judíos en Jerusalén, conocí en una conferencia a unos niños etíopes religiosos. Eran unos niños bastante alegres, que sonreían con una kipá en la cabeza. Todos los asistentes querían charlar con ellos y abrazarlos.

ANDRÉ MOUSSALI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Pasaron los años y, durante unas vacaciones familiares en la isla de Cozumel, encontré en la playa a unos jóvenes israelíes que acompañaban a unas muchachas etíopes en bikini. Me sorprendí y pensé: ¡qué rápida fue la adaptación de estas muchachas a la vida occidental!

La transición se había hecho con una rapidez excepcional, y la última vez que vi a una muchacha judía de origen etíope fue en Las Vegas, donde tenía un stand de productos de belleza; ella hablaba un perfecto hebreo e inglés. Me confesó que había emigrado a Estados Unidos, y se había casado y divorciado de un israelí. La mujer era atractiva y estaba bien arreglada. Creo que los judíos de Etiopia tienen facciones muy finas, iguales a las de los europeos, pero tintadas de negro.

Los judíos de Etiopia emigraron al Estado de Israel unos 20 años después de que fuera creado. En los 70’s del siglo pasado, el rabinato israelí emitió resoluciones unánimes que consideraban a los Beta Israel como miembros del pueblo judío (Falashas, que quiere decir “sin tierra” en idioma Amharic). Posteriormente, ante la mala situación que se vivía en Etiopia, el ejército de Israel llevó a cabo dos operaciones de transporte masivo para sacar a la mayoría de los Beta Israel y llevarlos al Estado judío. La primera, en connivencia con la CIA (Central Intelligence Agency), se llevó a cabo en 1984, transportando a miles de judíos etíopes desde Sudan hasta Israel, y se le conoció como Operación Moisés. La segunda, llamada Operación Salomón, sacó en 1991 a 14,324 judíos etíopes, previo pago de 26 millones de dólares al gobierno de Mengistu. En total, los israelíes consiguieron rescatar a 22,000 judíos etíopes. Actualmente son unos 150,000 los judíos etíopes y sus descendientes los que viven en Israel. Desde luego, al principio eran unos cuantos y fueron bien acogidos por la población local; pero ahora que su número ha aumentado, la reacción es diferente. Su llegada e integración no ha estado exenta de dificultades. En 2009, algunas escuelas les denegaron el acceso a miembros de esta comunidad. Y ni siquiera bajo la amenaza del ministerio de Educación y las órdenes de varios rabinos de renombre los aceptaron. El debate sobre el racismo explotó en todo el país y no ha habido momento en que no haya escándalos.

El más horrible fue en mayo de 2015, por la detención del soldado de origen etíope Damas Pakada, que fue filmada y se hizo viral por su brutalidad. Tras violentas manifestaciones, Pakada fue recibido por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, quien prometió tomar medidas contra el racismo y la discriminación hacia los Beta Israel. El presidente, Reuven Rivlin, admitió con sinceridad que quizás no se había hecho lo suficiente para luchar contra los prejuicios.

Recientemente, los Beta Israel han vuelto a recibir la atención mediática y política de Israel. Y no sólo por ellos, sino por sus primos hermanos y familiares inmediatos, los “Falash Mura”. Según cálculos del gobierno israelí, en 2015 quedaban en Etiopía unos 9,000 de ellos, descendientes de judíos etíopes que se convirtieron al cristianismo durante las misiones en África de los siglos XIX y XX. Éstas fueron lideradas nada menos que por un judío alemán  que se convirtió al cristianismo en el año 1840: Henry Aaron Stern, pastor anglicano. Ahora el gobierno se propone atraer a todos ellos a Israel, antes del 2020.

En 2017 se llevó a cabo la primera parte del plan, trasladando a 1,300. De los actuales Falash Mura, el 80% tiene familiares de primer grado viviendo en Israel, y la mayoría lleva más de 20 años esperando para emigrar. Sin embargo, el proceso que antaño fue rápido para los Beta Israel (un rescate, más que una inmigración controlada), ahora ha sido lento, ha dividido a familias y se ha vuelto ineficaz.

Las autoridades israelíes pensaron que los Falash Mura, dado su interés por salir de Etiopia, reivindicarían su pasado judío y, si los aceptaban, apelarían a esos mismos orígenes para asentarse en Israel. Así, el gobierno de Netanyahu aceptó en 1997 a 4,000 integrantes de este grupo en un gesto humanitario y para propiciar la reunificación familiar. En 2002, el rabino Ovadia Yosef, al igual que con los Beta Israel, consideró que los Falash Mura (“el que cambó de fe”, en idioma Agaw) eran judíos, por haberse convertido en contra de su voluntad. Sin embargo, miles de etíopes de ascendencia judía siguen esperando mudarse a su nuevo hogar. La voluntad de las instituciones de Israel parece evidente y, aunque existe la polémica, ésta no debería ser un gran obstáculo para que los descendientes de la reina de Saba y el rey Salomón vivan en Israel.

Muchos judíos etíopes se han integrado bien en la sociedad israelí. Un buen número de ellos está inclusive en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y la policía; y otros participan en los deportes, la política o el entretenimiento. Pero todavía se observa entre ellos una pobreza generalizada, falta de oportunidades y un hostigamiento policial rutinario. Muchos sienten que están sometidos a un sesgo discriminatorio sistémico, clasificados como ciudadanos de segunda clase. Se quejan de vivir con un miedo constante al acoso policial, porque son negros. Según un sitio web de estadísticas de Medio Oriente, 11 etíopes han sido asesinados en Israel desde 1997 debido a enfrentamientos con la policía. Muchos migrantes y refugiados africanos que viven en Israel, han declarado que ellos también han sentido ira por parte de oficiales del Estado.

En la tarde del 30 de junio pasado, un policía fuera de servicio en Kiryat Haim, un vecindario al norte de la ciudad de Haifa, había salido de excursión con su esposa y tres niños pequeños a un sitio de recreo. Mientras estaba allí, notó que unos adolescentes golpeaban a un chico más joven. El oficial intervino en la pelea y trató de frenarla. Entre los jóvenes se encontraba Solomon Teka, un etíope israelí que nació y creció en Gondar, Etiopía, y se mudó con su familia a Israel por el 2013, cuando tenía 12 años. El oficial se identificó y los jóvenes comenzaron a lanzarle piedras. De acuerdo con su declaración, él sintió que su vida estaba en peligro, lo que lo llevó a usar su arma, disparando un tiro que, afirmó, dirigió al suelo, pero rebotó y mató a Teka. Los otros jóvenes y un testigo dijeron que el policía no fue atacado, y que comenzó a disparar contra quienes se habían reunido en el sitio de recreo. El funeral de Teka tuvo lugar el 3 de julio y, a raíz del asesinato, miles de judíos etíopes provocaron disturbios y organizaron protestas en varias ciudades israelíes, y docenas de manifestantes bloquearon el tráfico en las carreteras principales de Haifa. Un video mostraba autos en llamas, y otras imágenes a manifestantes que saltaban sobre un automóvil e intentaban romper sus ventanas. Mientras muchos estaban tranquilos, otros eran violentos, y algunos destruyeron lo que parecían ser coches de policía. En un video, se ve a muchas personas que se sumaron para voltear un auto y prenderle fuego mientras gritaban: “¡Fin a los asesinatos y al racismo!”. Unas 50,000 personas quedaron atrapadas en el tráfico en distintos puntos de Israel, a causa de las protestas.

La familia de Teka les pidió a los manifestantes que dejaran de protestar y esperaran hasta el final de la Shiva de siete días (período de duelo), y el 3 de julio se suspendieron las protestas. Pero tres días después, los líderes de la comunidad etíope celebraron una reunión y decidieron reiniciar las manifestaciones. El comisionado de la policía de Israel, Moti Cohen, pese a que llamaba a los manifestantes “infractores de la ley”, envió un mensaje a todos los oficiales pidiéndoles que actuaran con moderación ante cualquier nueva ola de protestas. Así, inicialmente, la policía permitió a los manifestantes bloquear algunas carreteras e intentó evitar cualquier confrontación directa. Pero cuando la información sobre el número de oficiales heridos llegó a los supervisores, se anunció que éstos comenzarían a reprimir a los manifestantes. Finalmente, la policía comenzó a usar la fuerza para despejar las carreteras bloqueadas y, al mismo tiempo, las autoridades empezaron a negociar con los líderes de la comunidad.

Los oficiales utilizaron métodos antidisturbios, incluidos gases lacrimógenos y granadas paralizantes. En la norteña ciudad de Kiryat Ata, más de mil personas marcharon hacia la estación de policía de Zevulun, y algunos de los manifestantes lanzaron granadas de humo al edificio. La policía dijo que alrededor de 50 oficiales resultaron heridos en los enfrentamientos, y al menos 130 manifestantes fueron arrestados. Entre ellos, muchos cantaron: “No hay diferencia de sangre. Todos somos seres humanos”.

El padre de Solomon, Workah (David) Teka, apoyó las protestas, pero apeló a la calma y dijo: “Quiero agradecer al pueblo israelí por su apoyo. Pido a los manifestantes que no usen la violencia, y pido a la policía comportarse con moderación y tolerancia. No puedo recuperar a mi hijo, pero queremos que haya un juicio justo y un sistema legal justo. Que mi hijo sea el último, y que no se mate más a los niños”.

Ojalá que se calmen los ánimos y los judíos originarios de Etiopía se sientan en casa, como los judíos llegados de Marruecos, Irak y Rusia, para que formen parte de esa nación que se jacta de ser el hogar de todos los judíos del mundo. Que regresan a su tierra después de 3 mil años de diáspora.

Hasta la próxima.

 

 

 

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