Enlace Judío México / Rab. Simon Jacobson – El 17 de tamuz fue el día en que las murallas de Jerusalén cayeron y los romanos entraron a destruir la ciudad durante el periodo del Segundo Templo. La masacre continuo a lo largo de 3 semanas culminando el 9 de av en que el Templo mismo fue destruido.

Para los judíos, este periodo es el tiempo más triste del año, le llamamos las Tres Semanas y es un periodo nacional de luto, nos lamentamos por la santidad que se perdió y la destrucción que vino a nosotros. El Muro de los Lamentos en Jerusalén, que simboliza más que cualquier otro objeto, la presencia judía en Israel hoy, es el único remanente actual de las murallas que rodeaban el Templo.

Sin embargo, ¿Por qué seguimos hacienda luto hoy después de más de 2,000 años? ¿Por qué rezamos por la restauración del Templo en nuestros días? Y ¿qué conexión hay entre el odio de la humanidad y la destrucción de un edificio agrado?

La estructura de la Unidad

La respuesta es que el Templo no era simplemente una estructura estable de ladrillos y cemento. Era una ventana; una puerta entre el Cielo y la Tierra. “Constrúyanme un Santuario” dijo D-os, “y descansaré entre ustedes.” La destrucción del Templo simboliza la clausura de esa ventana entre lo espiritual y la materia, entre el propósito Divino de la existencia y la existencia misma. Hay que pensar en este evento como un viajero perdiendo su destino, una institución perdiendo su misión; un mundo perdiendo su dirección.

El primer síntoma de la dicotomía entre la materia y el espíritu, el desaliño entre la existencia y el propósito se expresa en la disparidad personal. Cuando un individuo pierde el contacto con su propia razón de ser, su ser tan fragmentado le ocasiona ansiedad e inseguridad; en última instancia le ocasiona inseguridad y erosiona su respeto propio. En extremo está sensación escala hasta el odio propio. El alma que busca propósito odia la vida sin sentido.

Ello inevitablemente se extiende a la relación que establecemos con los demás: Cuando la persona odia a otro en realidad está viviendo una proyección, o deflexión, se está odiando a sí misma. Una persona segura puede coexistir con todo el mundo. Incluso si tienen desacuerdos o son atacados por otros, la persona segura distingue entre la acciones del enemigo y su persona.

La división individual se extiende hasta lo colectivo: Hasta la pugna entre comunidades, religiones y naciones.

Una vez que la división infectó a la gente, el Templo que unía lo espiritual con la materia simplemente no podía seguir en pie. No había espacio para él en este mundo fracturado. No era apreciado y no servía su propósito.

Ojos en la mira

Así como la división destruyó el Templo, la unidad lo reconstruye; y aquí la unidad significa en escala universal. En efecto, el midrash nos dice que si las naciones del mundo hubieran sabido como el Templo las protegía, hubieran construido legiones alrededor de él para protegerlo de cualquier posible daño.

La verdadera lucha en la vida no es por tierra, honor o riqueza; es por el dominio del espíritu sobre la materia. Nuestro reto más grande no es político sino espiritual; es sobre encontrar propósito y dirección.

Y por eso nos lamentamos sobre a destrucción del Templo y rezamos por su restauración: Anhelamos, deseamos y hacemos todo o que está en nuestro poder para reconectarnos con la dirección, misión y destino de nuestras vidas; algo que se perdió dos mil años atrás.

Y por eso en estas semanas intensificamos nuestro esfuerzo, para reconectarnos con nuestro próposito principal a través de nuestro estudio, rezo y caridad, creando harmonía interna. Hacemos todo lo que podemos para combatir la división e incrementar el amor entre cada individuo.

Fuente: Ask Moses