Nadia Cattan para Enlace Judío México e Israel – Hace 25 años, un atentado terrorista mató a 85 personas en Argentina. Las secuelas de ese hecho siguen sintiéndose en el corazón de la comunidad judía de América Latina. 

 

Lunes 18 de julio de 1994, Buenos Aires Argentina.

Un ruido ensordecedor se escuchó en el número 633 de la calle Pasteur, eran las 9:53 de la mañana, y a aquel inolvidable ruido le siguió el caos, los gritos y la desesperación.

Se trataba del edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina, que de un segundo a otro quedó reducido en un cúmulo de escombros, enterrando a muchas personas en su interior.  Sin entender qué sucedía, los sobrevivientes trataban de tomar un poco de aire en medio de ese humo espeso que les impedía respirar, un humo que se esparció varias cuadras a la redonda, cubriendo el escenario de la tragedia.

Poco tiempo después se supo que el motivo de aquella explosión fue un coche bomba conducido por un suicida, sí, todo ese dolor era producto de un atentado terrorista.

El conductor de la camioneta era un hombre del que se sabe poco. Una persona delgada, de entre 25 y 30 años de edad, a pesar de las exigencias de los familiares afectados, no se sabía nada más.

Con el paso de los días, el número de desaparecidos descendía para sumarse a la lista de los fallecidos, hasta que finalmente se dio a conocer la cifra final, un número escalofriante que ocupó los titulares en todos los medios de comunicación: 85 muertos y más de 300 heridos.

Las investigaciones pertinentes iniciaron, o por lo menos eso fue lo que el gobierno quiso aparentar, sin embargo, las investigaciones sólo se llenaron de pistas falsas y contradicciones. De pronto una línea de investigación comenzó a sobresalir por encima de las demás, y esta señalaba a la organización terrorista Hezbollah, apoyada incondicionalmente por Irán.

Más tarde, las atrevidas declaraciones de un miembro iraní que fungió como testigo sugirieron que el presidente de Argentina, Carlos Saúl Menem había recibido como soborno 10 millones de dólares a cambio de no abrir una investigación contra Irán. Las sospechas eran grotescas y la indignación de la comunidad judía argentina conformada por 300,000 personas era total.

Fueron años de investigaciones que no concluyeron en nada. En septiembre de 2004, los juicios que se habían iniciado años atrás con el objetivo de llevar ante la justicia a algunos sospechosos, terminaron absolviendo a los acusados por falta de pruebas. El caso tal vez se volvió irresoluble o tal vez no llegó a ninguna conclusión porque estuvo plagado de corrupción.

En retrospectiva, lo que se puede concluir es que ni el gobierno de Menem ni los gobiernos posteriores hicieron mucho para hacer justicia en los años siguientes.

Hoy, a 25 años del terrible atentado en la AMIA, sólo nos queda comprometernos a que estos injustos hechos nunca sean olvidados.

 

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