Enlace Judío México e Israel.- El joven Adolf adelantó su radicalización en el «Mein Kampf» para evitar dar explicaciones sobre su participación en manifestaciones marxistas.

MANUEL P. VILLATORO

Si nos aferramos a la imagen de sí mismo que Adolf Hitler propagó en el “Mein Kampf”, en noviembre de 1918 (cuando apenas sumaba 29 años) ya era un joven convencido de que el radicalismo era la única forma de salvar a la malograda Alemania del desastre de la Primera Guerra Mundial.

Hasta ahora, esta era la teoría más extendida entre los historiadores. La realidad, no obstante, es que a finales de ese mismo mes el futuro Führer no solo no había pasado todavía por su particular epifanía política, sino que asistía en las calles de Berlín a una «manifestación marxista» (como él mismo la definió posteriormente) en honor de unos obreros fallecidos durante la revolución que destruyó el longevo Imperio alemán e instauró la República de Weimar.

La falacia de Hitler

Su presencia en aquel evento no fue (como se preocupó por divulgar entre sus acólitos cuando dirigía el Tercer Reich) una primera toma de contacto con el enemigo. Ni mucho menos. Así lo demuestra el que, tan solo unas semanas después, aquel joven Adolf Hitler se negara a ser desmovilizado y aceptara combatir a las órdenes del nuevo régimen en un ejército que, a la postre, fue calificado de «soldadesca bolchevique».

«Si sus seguidores se hubieran enterado de ese pasado revolucionario, es probable que le hubieran dado la patada política» afirma, en declaraciones a ABC, Thomas Weber. El historiador lo sabe bien, pues ha analizado pormenorizadamente esta olvidada etapa del pasado del líder nazi en su nueva obra: «De Adolf a Hitler» (Taurus, 2018).

En palabras de Weber, estas son solo dos de las múltiples pruebas que demuestran que Adolf Hitler se forjó a medida un pasado que le ayudó a catapultarse hasta la poltrona de Alemania. «Adelantó el momento de su radicalización política varios años porque le facilitaba mucho las cosas», señala el experto.

Así pues, logró enterrar sobre un torrente de mentiras su etapa revolucionaria y consiguió que el país entero creyera que sus ideas extremistas habían nacido tras la Primera Guerra Mundial. «La verdad es que su camino a Damasco se inició en el verano de 1919, cuando tomó conciencia de lo que significaba la derrota en la contienda», desvela el autor.

Para entonces, sin embargo, el teutón ya había combatido en un ejército (el del nuevo régimen) que apoyaba el comunismo y que se preocupaba por defender a los judíos.

Radicalización

Con todo, la obra del historiador alemán no se adentra únicamente en la etapa más oscura de la juventud de Hitler. Además, trata de explicar cómo un hombre «extraño que se apartaba de sus compañeros» y que «tenía dificultad para tratar a las personas» consiguió convertirse, en apenas un año, en un lobo de la política. Y todo ello, a pesar de sus escasas dotes para dar órdenes.

«Durante la Primera Guerra Mundial había sido un soldado que no había tenido responsabilidades de mando. Un hombre en el que nadie había visto ninguna capacidad de liderazgo», añade.

¿Cómo logró hacerse un hueco en la política este personaje tan mediocre? En palabras del autor, gracias a que fue adecuado su discurso con el paso de los años. «Hasta 1919 había fluctuado entre diferentes ideas políticas, pero logró ascender repitiendo lo que la sociedad quería oír. Se podría decir que se radicalizó por la gente que le rodeaba», añade Weber.

A su vez, el autor resuelve (usando como pilares múltiples documentos históricos) muchas de las grandes incógnitas que todavía existen sobre este personaje. Algunas, tan curiosas como que el amor de Hitler por la política comenzó cuando le nombraron representante de la compañía militar en la que estaba destacado o (entre otras tantas) que el origen de su buena oratoria fue un curso de propaganda que recibió durante los años veinte.

Y es que, tal y como afirma el autor germano, todavía hay muchos detalles de la vida del líder nazi que desconocemos a pesar de la ingente cantidad de libros que analizan su figura. «Cuanto más sé de Hitler, más me doy cuenta de lo poco que sabemos de Hitler», finaliza.

Hitler cambió su propia historia

El 20 de noviembre de 1918, en Berlín, Hitler pudo haber elegido muchos caminos para viajar a la estación de tren. Sin embargo, decidió desviarse para participar en el homenaje a unos obreros asesinados durante la revolución contra el Imperio alemán. «Años después, como la decisión podía costarle el poder, se inventó que se encontró por casualidad con ellos, pero que se quedó a escucharles para conocer sus herramientas políticas», señala Weber. Mientras él se solidarizaba con los obreros, otros futuros líderes nazis ya se habían unido a los Freikorps, grupos contrarios al alzamiento.

 

 

 

Fuente:abc.es