Enlace Judío México e Israel.- Hoy martes se celebran elecciones en Israel, y a juzgar por todo lo que se está publicando en la prensa y en redes sociales, van a ser las más controversiales en mucho tiempo. Y el tema central, como se puede adivinar fácilmente, es Benjamín Netanyahu.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Muy pocos políticos en la actualidad se pueden jactar de ser tan controversiales como Bibi. Acaso, únicamente Vladimir Putin. Aquí el detalle es que los dos tienen en común una larga estadía en el poder, aderezada con una sociedad polarizada en donde hay grupos que los defienden a capa y espada, en contraste con grupos que los detestan.

Se podría decir que con Trump pasa lo mismo, pero él sólo lleva 2 años en la presidencia, así que el debate sobre su reelección todavía es a priori. Maduro, por su parte, tiene un largo historial de auto imposición en la silla presidencial venezolana, pero no hay modo de compararlo con Putin o con Netanyahu. En el caso de Maduro hablamos de una dictadura brutal, descarada y además ineficiente, que ha hundido a Venezuela en una crisis sin parangón en todo el mundo.

Si nos vamos a detalles más sutiles, es obvio que hay una diferencia de lo más importante entre Putin y Netanyahu: Al ruso no hay quien lo saque del poder; al primer ministro israelí se le podría derrotar, teóricamente, en las elecciones de hoy y mandarlo a su casa.

Por eso la controversia que se genera sobre Bibi es única en el mundo. Y es que, en muchos sentidos, esta elección viene a ser una especie de evaluación de su proceder como el hombre más poderoso de una de las ocho naciones más poderosas del mundo.

Sus partidarios ven un peligro terrible en la posibilidad de que pierda. Se imaginan a un Israel asaltado por una izquierda que se ha vuelto irracional y débil, y que seguramente cedería ante las presiones internacionales que, literalmente, significan claudicar ante el extremismo iraní-palestino.

Pero ese es un punto de vista exagerado. En realidad, no es la izquierda la que podría derrotar a Netanyahu. El bloque que puede considerarse realmente izquierdista es el de Avodá-Meretz, y no se espera que ganen más de 15 escaños entre los dos.

Quien realmente tiene alguna posibilidad de sustituir a Netanyahu y a Likud es la coalición Kajol-Laván, dirigida por Benny Ganz, que en realidad son una especie de centro amorfo alternativo, apto para recibir a los izquierdistas ya no tan comprometidos con una ideología a ultranza, lo mismo que a los derechistas cansados de ver a Netanyahu eternizado en el poder. Pero en términos prácticos, Ganz —que sería el nuevo primer ministro— no gobernaría de un modo muy distinto a Bibi. Tal vez sólo más torpe por tener menos experiencia.

Además, el entorno internacional es muy distinto al de hace cinco o seis años, cuando Obama estaba en el apogeo de su poder. Los saudíes están cada vez más cerca de Israel, y eso empieza a resentirse en muchos espacios que en otras épocas fueron incondicionalmente pro-palestinos, pero que hoy empiezan a cambiar sus posturas. Es obvio: el dinero árabe pesa demasiado en Europa, y hoy por hoy los países árabes empiezan a ver con más desagrado a los palestinos, que si por una parte han sido un barril sin fondo en cuestiones de dinero, por otra han sido afines a los planes iraníes, vistos ya como una abierta agresión contra los reinos sunitas, como Arabia Saudita. Simplemente, nótese el impacto que tuvo el reciente bombardeo con drones a la principal planta petrolera del reino Saudí; las consecuencias fueron demoledoras y Arabia Saudita tuvo que reducir su producción petrolera al 50%. Ello provocó una crisis en el mercado petrolero internacional, y los precios comenzaron a subir. Eso, por supuesto, beneficia a Irán —que es, a todas luces, el instigador de dicho ataque—, un país con una economía petrolizada que estaba en crisis debido a, entre otras cosas, la caída de los precios del petróleo.

Así que dicho ataque fue un punto para Irán, pero las consecuencias van a ser irreversibles: Los países árabes van a radicalizar su postura anti-iraní, y eso pasa por alejarse más de la llamada “causa palestina”. Es decir, están siendo empujados —literalmente obligados— a ponerse del lado de Israel.

Entonces Ganz no tendría que enfrentar un entorno tan complicado como si lo hubieran enfrentado Livni y Herzog de haber ganado la elección en 2015. Hoy por hoy, todo ese ambiente anti-israelí descarado en organismos como la ONU está cayendo cada vez más en un penoso desprestigio, así que cualquier gobierno israelí simplemente sabe que puede tirar al bote de la basura cualquier queja proveniente de la rancia judeofobia internacional.

¿Podemos decir que entonces da igual si gana uno u otro? No. Eso sería exagerar. Ganz tal vez no lo tendría muy complicado en el gran nivel internacional, el conflicto con los palestinos es otra cosa. En el afán por demostrarse como “mejor opción” que Netanyahu, es probable que Ganz optara por un ataque aplastante contra Gaza o el terrorismo palestino. Y es probable que tuviera éxito, porque Israel tiene los elementos necesarios para ello, tanto humanos como logísticos.

El problema es que no estamos seguros de hasta qué punto Ganz entiende lo que Netanyahu tiene bien claro: Que el tema de Gaza no se debe apresurar, justo porque estamos en la recta final del acercamiento entre Israel y los países sunitas. La línea política que seguirá la próxima generación de políticos árabes, representada y liderada por el todavía príncipe Mohamed bin Salman, es claramente por-israelí. Pero los que todavía tienen el poder, objetivamente hablando, son la generación árabe octogenaria en la que los prejuicios anti-israelíes son demasiado importantes. Son parte de su identidad. Por ello, una operación israelí aplastante sobre Gaza podría traer dos efectos profundamente negativos. Uno sería una reacción adversa de los líderes octogenarios de los reinos sunitas, que haría retroceder drásticamente el avance que Netanyahu ha logrado para normalizar las relaciones con ellos. Otro efecto negativo podría ser provocar un vacío de poder en Gaza, que rápidamente sería ocupado por grupos más radicales que Hamas, con el riesgo de que eso —paradójicamente— intensificaría el conflicto, lejos de controlarlo.

No dudo que Ganz aprendería la lección rápido. A fin de cuentas, siempre fue un militar competente. Pero lo que me gusta es la posibilidad de perder parte del terreno avanzado sólo para que un primer ministro recién llegado pueda aprender algo del conflicto y todas sus aristas.

En el otro extremo del panorama político está la izquierda que sueña con tumbar a Netanyahu. No lo ocultan. Le tienen un abierto desprecio justo por representar todo lo que ellos no tienen: pragmatismo.

Vez tras vez, Netanyahu les ha demostrado que tiene una mejor interpretación de la realidad. Se puede estar a favor o en contra de lo que decide, incluso se puede defender apasionadamente o aborrecer por completo lo que Bibi hace, pero no se puede negar una cosa: ese señor entiende lo que pasa, y toma decisiones eminentemente pragmáticas.

Por ejemplo: Es un hecho que su alianza con los bloques religiosos no ha sido lo más acertado de su proceder político, pero también es un hecho que los resultados electorales no le daban otra opción (y si los resultados vuelven a ser similares a los de hace unos meses, seguirá pasando lo mismo).

Acaso el único tema donde Netanyahu fue demasiado condescendiente con la corrección política y se tardó en aplicar su pragmatismo, fue en el tema de la anexión de territorios en Cisjordania. Eso es algo que hace mucho que debió hacerse. Ante la absoluta indisposición palestina a sentarse a negociar la paz, esa medida extrema —muy agresiva, sin duda— parece ser la única que los puede poner en crisis y obligarlos a salir de su bizarra zona de confort.

Pero eso es la cuestión política. En la cuestión práctica, la molesta realidad es que ese es territorio que Israel le arrebató a Jordania en 1967, y hace mucho que Jordania renunció a reclamarlo. Oficialmente. Luego entonces, y guste o no, Israel tiene todo el derecho a reclamarlo como propio en función de una realidad demográfica evidente.

Todo eso le parece aberrante a los izquierdistas (conozco a varios que me maldecirán en silencio por expresarme de este modo si acaso llegan a leer este texto). Para ellos es una agresión contra el proceso de paz, algo que impide que se pueda regresar a las negociaciones.

Y ahí está su contradicción: ¿Cuál proceso de paz? No existe. Y no existe porque los palestinos nunca han querido que exista. Son ellos quienes del modo más descarado se han rehusado a buscar la paz, porque su sueño sigue siendo la destrucción de Israel.

Es falso que las políticas extremistas de Netanyahu sean gasolina para el conflicto. La política radical palestina tiene vida propia, y les da lo mismo si a Israel lo gobierna la izquierda o la derecha. Ehud Barak y Ehud Olmert hicieron las ofertas más generosas para lograr la paz, y los palestinos de todos modos dijeron que no. Cero negociación. Cero firma de acuerdos. Cero compromisos para avanzar en las pláticas. A Ehud Barak incluso lo premiaron con la Segunda Intifada, el episodio de mayor violencia jamás vivido por israelíes y palestinos.

Pero la izquierda parece seguir anclada a su discurso irreal. Siguen hablando de los asentamientos como un obstáculo para la paz, y siguen hablando de una “ocupación” israelí de territorio palestino. Ninguno de los dos conceptos se sostiene cuando se les analiza fríamente con base a los hechos (y no a las ideologías).

Parte de esa irrealidad es la convicción que veo en muchos de que estamos ante el fin de la carrera de Netanyahu, cuando la realidad es que las encuestas señalan que el panorama va a ser muy similar al de la última elección: Un empate técnico entre Netanyahu y Ganz, y Lieberman y sus 9 o 10 diputados listos para chantajear a Netanyahu.

Como ya he señalado en otras ocasiones, lo ideal sería una coalición entre Likud y Kajol-Laván, porque eso dejaría de lado a los partidos religiosos, pero también a chantajistas como Lieberman.

Una cosa es segura: No es el fin de la carrera política de Netanyahu. Pase lo que pase, es un político con demasiado colmillo como para simplemente pensar que lo pueden retirar.

Mientras tanto, esperemos a que se publiquen los resultados de la elección, y por aquí nos vemos mañana para analizar qué forma toma el panorama de la política israelí.