Enlace Judío México e Israel – Adhara Pérez podría ser solo una niña de ocho años que sueña con ser astronauta para ir a Marte. Pero ella, a diferencia de miles de otros niños, ya está estudiando una ingeniería industrial y todo parece indicar que tiene las posibilidades de lograr su sueño. Enlace Judío conversó con ella y fue testigo de un diálogo que sostuvo con el astrofísico David Hughes, una de las autoridades más capacitadas en su área. 

Adhara estudia Ingeniería Industrial en Sistemas en el CNCI. Ama las derivadas y sueña con ir a Marte. Sus padres le dijeron que podía lograr sus sueños pero primero tenía que estudiar, lo que hace con gran entusiasmo, rodeada de estudiantes de la edad de sus padres.

“Cuando tenía como cuatro años o tres, siempre he querido ir a Marte”, nos cuenta. “Participé en un programa que se llamaba ‘Ciencia en zapatillas’ y de ahí fue lo que me motivó a estudiar Ingeniería Industrial en Sistemas para que yo sea astronauta.”

En el tono dulce que se esperaría de una niña de ocho años, Adhara expresa su gratitud hacia su maestra, “la ingeniera Jacqueline”. Luego nos cuenta que está desarrollando una pulsera inteligente que puede detectar a tiempo una crisis convulsiva en personas que sufren alguna discapacidad o en niños con autismo.

Adhara dice que su pulsera será capaz de mostrar las emociones de quien las porta: “si estás triste, enojado o a punto de convulsionar”, y espera que este invento le valga un premio. No cualquier premio sino el Nobel. Sus ambiciones son tan grandes como su inteligencia.

Pero no solo esta cualidad la distingue. Su madre nos cuenta que, a los tres años, la niña fue diagnosticada con el síndrome de Asperger, una forma de autismo que suele representar un reto para socializar pero no para tener ideas brillantes. Dice que su hija “estuvo como oyente en la Facultad de Física en la UNAM pero no se matriculó” pues, por su edad, no se lo permitieron.

La madre de Adhara dice que su hija sufría bullying cuando asistía a la escuela con niños de su edad. “Y cayó en una depresión muy grande. Le decían ‘rara’ (…) ellos se daban cuenta que tenía algo diferente y le hacían burla.” Adhara recorrió seis escuelas diferentes y, al final, sus padres decidieron sacarla del sistema escolarizado.

 

Encuentro en las alturas

El físico astrónomo David Hughes, quien al igual que Adhara se encontraba en La Ciudad de las Ideas (Puebla, 2019), conversó con la pequeña frente a las cámaras de Enlace Judío. Le contó que funge como director e investigador principal del Gran Telescopio Milimétrico (GTM) Alfonso Serrano, que se encuentra a 4,600 metros de altura, razón por la que ella aún no puede visitarlo.

“En nueve años tú puedes subir a este telescopio”, le dijo. “El GTM es el telescopio milimétrico más grande del mundo. 50 metros de diámetro. La mayoría de los otros telescopios tiene 12, 10, 15 metros…”, le explicaba Hughes mientras ella, atenta a las palabras del físico, disfrutaba un helado de chocolate en cono, como lo haría cualquier niño de su edad.

Mientras le muestra imágenes obtenidas por el aparato, Hughes le explica a la niña que este tipo de telescopios tiene la capacidad de detectar los objetos más fríos del universo, los más jóvenes. Planetas, estrellas, galaxias en formación. No lo hace condescendientemente pues sabe que ella entiende sus palabras, pero sí se nota en su voz y en su mirada el asombro de quien contempla a un prodigio, y la ternura de quien conversa con una niña mientras esta se come un helado.

En la pantalla de su computadora, el físico le muestra a la niña las imágenes del planeta del Sr. Spock, personaje de la serie Star Trek que ella desconoce. Sin embargo, la niña escucha con atención cada palabra, mira la pantalla y guarda un silencio respetuoso, intrigado. Oye hablar al científico sobre anillos de asteroides, nubes estelares, soles distantes, galaxias descubiertas por el propio Hughes.

 

Adhara y los agujeros negros

“Y los agujeros negros… como en esta foto se ve chiquito pero ¿verdad que los que están en el espacio son grandes y si son rotativos y muy masivos, sabías que en esos agujeros negros no nos espaguetizamos?” Hughes no parece entender la pregunta de la niña, así que esta se la explica con más cuidado:

“Si entramos a un agujero negro chiquito y rotatorio, en ese tipo de agujeros negros sí nos podemos espaguetizar.” Hughes ríe sorprendido: “Sí, tienes razón: los agujeros negros más masivos son los más seguros.” Luego busca en su presentación la diapositiva que demuestra las palabras de la niña y le aclara que, aunque todos los agujeros negros son peligrosos, en los más grandes tenemos tiempo de observar y adquirir algunos datos antes de que nos ocurra eso que el científico estadunidense es incapaz de pronunciar. “Puedes decir ‘estirar'”, concede Adhara mientras ambos observan las imágenes y hablan de “horizonte de eventos” y “singularidad”.

A la niña le preocupa la seguridad de los astronautas y quiere saber si enviando inteligencia artificial a un agujero negro es posible explorarlo sin arriesgar vidas humanas, a lo que el científico responde que, tristemente, ningún dispositivo puede enviar información desde un agujero negro pues este lo devora todo, incluida la luz.

Ahdara sabe que la luz viaja a una velocidad de 300,000 kilómetros por segundo. También entiende que los agujeros negros lo son porque ni la luz puede escapar de ellos. Hoy, en esta charla con un científico brillante, aprende también esa hermosa y triste paradoja: podríamos conocer los secretos que guarda un agujero negro supermasivo pero no podríamos contárselos a nadie. Nosotros, hipotéticos visitantes, igual que la luz, igual que los secretos, quedaríamos atrapados en el centro del misterio, “espaguetizados” o “estirados”, largos como el asombro de la niña. Misteriosos como su condición.

Se acerca el final de la conversación y Hughes le habla a Adhara sobre un gran experimento que se está gestando. Se trata de convertir al planeta en una especie de telescopio gigante, sincronizando muchos dispositivos colocados en regiones diversas del planeta. “Seguramente tú vas a participar en este experimento”, le dice y ella sonríe, visiblemente emocionada por la idea.

Luego, él le da a la niña un pin igual al que exhibe en la solapa de su saco, uno que lleva muy poca gente en el mundo. “Porque ella es experta en los agujeros negros, entonces somos compañeros en la investigación y en esta ciencia”, dice sonriendo para nuestra cámara.

“Este es un proyecto para su generación”, dice, y agrega que espera que ella participe en él en las próximas décadas. Para Hughes, “es un orgullo conocerla” y asegura que está aquí para apoyarla. También recuerda que es necesario apoyar financieramente el proyecto del GTM, no solo para producir astrónomos sino “como una fuente de inspiración a los jóvenes para estudiar la ciencia.”

 

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