Enlace Judío México e Israel-Más que cualquier otra operación militar estadounidense desde la invasión de Irak, la eliminación ayer del Gen. de Div. Qassem Suleimani, el jefe de la Fuerza Qods de Irán de su Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos, es un evento sísmico.

MICHAEL DORAN*

Los asesinatos de Osama bin Laden y Abu Bakr al-Baghdadi, los líderes de al-Qaeda y el Estado Islámico, fueron ciertamente significativos, pero fueron también en gran parte simbólicos, porque sus organizaciones habían sido en su mayoría destruidas. Sacar de juego al arquitecto de la campaña activa de violencia de décadas de la República Islámica contra Estados Unidos y sus aliados, en especial Israel, representa un movimiento tectónico en la política meso-oriental.

Ver precisamente cuán significativa es verdaderamente la muerte del Sr. Suleimani, ayuda a entender el juego geopolítico al que él había dedicado su vida a jugar. En Líbano, el Sr. Suleimani levantó al Hezbolá libanés en el estado dentro de un estado que conocemos hoy. Organización terrorista recibiendo sus fondos, armas y órdenes de Teherán, Hezbolá tiene un arsenal de misiles más grande que el de la mayoría de los países de la región. El éxito del grupo ha sido asombroso, ayudando a cimentar la influencia de Irán no sólo en Líbano sino más lejos en el mundo árabe.

Sobre la base de esta experiencia exitosa, el Sr. Suleimani pasó la última década replicando el modelo de Hezbolá en Irak, Siria y Yemen, apuntalando a las milicias locales con armas de precisión y experiencia táctica. En Siria, sus fuerzas se han aliado con Rusia para apuntalar al régimen de Bashar al-Assad, un proyecto que, en la práctica, ha significado desarraigar a más de 10 millones de personas y matar a bastante más de medio millón.

En Irak, como hemos visto en días recientes, las milicias del Sr. Suleimani cabalgan bruscamente sobre las instituciones estatales legítimas. Ellas subieron al poder, por supuesto, después de participar en una insurgencia, de la cual él fue el arquitecto, contra las fuerzas estadounidenses y de la coalición. Cientos de soldados estadounidenses perdieron sus vidas ante las armas que la Fuerza Qods proporcionó a sus satélites iraquíes.

Suleimani construyó este imperio de milicias mientras apostaba que Estados Unidos se mantendría alejado de una confrontación total. Esta táctica ciertamente dio dividendos bajo el Presidente Barack Obama, pero ésta incluso pareció ser una apuesta segura bajo el Presidente Trump, a pesar de su política declarada de “máxima presión.”

Trump estuvo poniendo una presión económica sobre Irán, y las protestas populares en Irán, Irak y Líbano estuvieron sumando a la presión, pero Suleimani asumió que, al final, el control de los activos militares ganaría. Trump, al parecer, temía ser atrapado en una guerra. Washington, en resumen, carecía de un juego en el terreno.

En septiembre, Suleimani y sus colegas, sintiéndose invencibles, atacaron un campo petrolero árabe saudí, un acto de guerra que pasó sin ser respondido. Él siguió la estrategia orquestando ataques por medio de satélites iraníes contra estadounidenses. La administración Trump había dicho claramente que atacar a estadounidenses era una línea roja, pero el Suleimani había escuchado amenazas de líderes estadounidenses en el pasado. Pensó que podía borrar la línea roja de Trump.

Su partida hará mucho más débil a Irán. Envalentonará a los rivales regionales del país — principalmente a Israel y Arabia Saudita — a perseguir sus intereses estratégicos de forma más resuelta. También instilará en los manifestantes en Irán, Líbano y, especialmente, Irak, la esperanza que un día arrebatarán el control de sus gobiernos de los talones de la República Islámica.

En Washington, la decisión de matar al Suleimani representa la desaparición final de la estrategia de Obama para Medio Oriente, la cual buscaba realinear los intereses estadounidenses con los de Irán. La búsqueda por parte de Obama de un modus vivendi con Teherán nunca compaginó con la realidad del carácter fundamentalista y ambiciones regionales de la República Islámica.El Presidente Trump, por el contrario, se dio cuenta que el objetivo de Teherán era reemplazar a Estados Unidos como el actor clave en el Medio Oriente.

Estados Unidos no tiene opción, si busca permanecer en el Medio Oriente, más que controlar el poder militar de Irán en el terreno. Para un presidente electo sobre una plataforma de paz y prosperidad, confrontar a Irán no fue una decisión fácil de tomar. El Sr. Trump preferiría sin dudas estar negociando con Irán por su programa nuclear en vez de ordenando el asesinato de su general más famoso. Pero el presidente se dio cuenta que asegurar la posición regional de Estados Unidos requería una respuesta fuerte y visible a las escaladas de Suleimani.

De hecho, tal respuesta era largamente debida. Sé a partir de mi propia experiencia, como ex alto funcionario en la Casa Blanca y el Departamento de Defensa, que Estados Unidos tuvo muchas oportunidades previas de matar a Suleimani, pero cada vez decidió no hacerlo.

Esta restricción no hizo más seguro al mundo. Sólo dio a Suleimani más tiempo para levantar su imperio, y, además, realzó su mística como un hombre con una capacidad casi sobrehumana para evadir la detección.

No sorprende que los críticos de Trump lo acusaron inmediatamente de provocar innecesariamente a Irán, argumentando que el asesinato del Sr. Suleimani podría llevar a la guerra. Este es un análisis que ignora el hecho que Suleimani ha estado librando la guerra contra Estados Unidos y sus aliados por años y estuvo involucrado directamente en la planificación de ataques.

El mundo en cual despertamos hoy, librado de su terrorista más consumado y letal, es un lugar mejor. En ninguna parte esta visión es más evidente que a través del Medio Oriente, donde los individuos están publicando vídeos jubilosos a las redes sociales, celebrando la muerte del autor de tanta de su miseria.

Todos nosotros deberíamos — incluso aquellos entre nosotros a los que no nos importa particularmente Trump — unirnos a ellos en su buen ánimo, y continuar rechazando el legado asesino anti-estadounidense de Suleimani.

El Sr. Doran es un miembro principal en el Hudson Institute y se desempeñó en los departamentos de Estado y Defensa, y en el Consejo de Seguridad Nacional

Fuente: The New York Times/ Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México