Enlace Judío México e Israel – En un artículo del diario israelí Haaretz, el reconocido autor David Grossman reflexiona sobre la crisis a nivel mundial por el brote del coronavirus COVID-19 desde un punto de vista filosófico.

“Es más grande que nosotros, la plaga”, sugiere Grossman. “Es más fuerte que todos los enemigos de carne y hueso que hemos enfrentado, más poderosa que todos los superhéroes que hemos evocado en nuestra imaginación y en las películas. De vez en cuando surge un pensamiento espeluznante, que tal vez esta vez, en la guerra contra el virus, perderemos, realmente perderemos. Una derrota mundial. Como en los días de la gripe española”.

Un tanto irónicamente, plantea que este pensamiento se descarta de inmediato, porque “¿cómo podríamos perder? Después de todo, ¡somos la humanidad del siglo XXI! Estamos avanzados, nos hemos computarizado, armado con innumerables armas y medios de destrucción. Estamos protegidos con antibióticos, inmunizados…”

“Sin embargo algo de ella, de esta plaga, dice que esta vez las reglas del juego han cambiado, e incluso se puede decir que por ahora, no hay reglas. Con temor, contamos cada hora a enfermos y muertos en todos los rincones del mundo. Mientras tanto, el enemigo no muestra signos de cansancio o de estar cediendo y utiliza nuestros cuerpos para multiplicarse”.

Ya lo sabemos, agrega, “un cierto porcentaje de la población estará infectada por el virus. Un cierto porcentaje morirá. En Estados Unidos hablan de un millón de personas. La muerte es muy tangible ahora. Los que pueden, reprimen esta idea. Pero aquellos con una gran imaginación, se convierten en víctimas de imaginaciones y escenarios que se multiplican a una velocidad no inferior a la tasa de infección del virus”.

Con respecto a las medidas para contener el virus comenta: “Al principio nos dijeron, ‘estamos cerrando los cielos’ (¡qué término!). Después cerraron los amados cafés, los teatros, los museos. Los jardines de niños, las escuelas, las universidades. Uno tras otro, la humanidad está apagando sus faroles“.

“Todos participan en este drama. Nadie está excluido. No hay nadie que esté menos involucrado que otro”, sostiene.

“Cuando miramos hoy a los que están cerca de nosotros, a nuestros seres queridos, sentimos cuánto cada persona es una cultura entera, infinita, cuya desaparición desalojaría del mundo a alguien irremplazable”.

“Y bendito sea el humor, la mejor manera de soportar todo esto. Cuando somos capaces de reírnos del coronavirus, en realidad estamos diciendo que aún no nos ha llevado a la parálisis total. Que dentro de nosotros aún hay libertad de movimiento para enfrentarlo. Que seguimos luchando contra él y que no sólo somos su víctima indefensa. También hemos inventado una manera de evitar el horror e incluso divertirnos con él”.

EVENTO FORMATIVO

Grossman sostiene que la crisis es un evento formativo que al desvanecer, traerá nuevas posibilidades a la humanidad.

“Para muchos, la plaga podría convertirse en el acontecimiento más significativo y formativo de sus vidas. Cuando desvanezca, por fin, y la gente salga de sus hogares después de un largo confinamiento, surgirán nuevas y sorprendentes posibilidades, tal vez como resultado de haber tocado los cimientos de la existencia: quizás la tangibilidad de la muerte y el milagro de ser rescatado de ella sacudirá a mujeres y hombres. Muchos perderán a sus seres queridos, su trabajo, su sustento, su dignidad”.

Cuando la plaga termine, quizás habrá quienes no quieran volver a sus vidas anteriores, dice. “Habrá quienes dejarán el empleo que los sofocó y suprimió durante años. Algunos decidirán dejar a su familia. Separarse de su pareja. Traer un niño al mundo, o abstenerse. Habrá quienes saldrán del armario (de todo tipo de armarios). Algunos comenzarán a creer en Dios. Habrá creyentes que apostatarán. Posiblemente la consciencia de la brevedad y la fragilidad de la vida impulsará a hombres y mujeres a establecer un nuevo orden de prioridades. A entender que el tiempo, no el dinero, es su recurso más preciado”.

“Habrá algunos que por primera vez cuestionarán sus elecciones, se preguntarán sobre lo que dejaron pasar y los compromisos que hicieron, los amores y las vidas que no se atrevieron a vivir. Hombres y mujeres se preguntarán por qué han arruinado sus días con relaciones destructivas. También habrá quienes de pronto consideren que sus perspectivas políticas están equivocadas. Tal vez el hecho de pasar por una experiencia humana tan difícil haga que la gente deteste opiniones nacionalistas y rechace actitudes que promueven la separación, la xenofobia y el confinamiento voluntario. Posiblemente también habrá algunos que por primera vez se pregunten por qué los israelíes y los palestinos siguen luchando entre sí, afligiendo sus vidas por más de cien años con una guerra que podría haberse resuelto hace mucho tiempo”.

IMAGINACIÓN

El mismo acto de ejercitar la imaginación desde las profundidades de la desesperación y el temor que ahora prevalecen tiene su fuerza propia“, afirma Grossman.

La imaginación no sólo puede ver el destino, sino que también puede sostener la libertad de la mente. En tiempos de parálisis como estos, la imaginación es como un ancla que lanzamos desde las profundidades de la desesperación hacia el futuro. El hecho de imaginar una mejor situación significa que aún no hemos permitido que la plaga, y la consternación que causa, cubra todo nuestro ser. Por lo tanto, es posible esperar que tal vez, cuando la plaga termine y el aire se llene de sentimientos de curación, recuperación y salud, un espíritu diferente invada a la humanidad; un espíritu de alivio y nueva frescura. Tal vez la gente comience a mostrar, por ejemplo, atractivos signos de inocencia libres de cinismo. Tal vez la suavidad se convierta de pronto, siquiera por algún tiempo, en algo cotidiano. Tal vez entendamos que la plaga asesina nos ha dado la oportunidad de eliminar capas de grasa, de codicia sucia. De pensamiento espeso y discriminatorio. De abundancia que se convirtió en exceso y ya ha comenzado a sofocarnos“.

“Quizás la gente mire toda clase de artesanías retorcidas de la sociedad de la abundancia y el exceso y simplemente quiera vomitar. Tal vez de pronto se vea afectada por la banal e ingenua conciencia de que es absolutamente terrible que haya personas tan ricas y otros tan pobres. Que es absolutamente terrible que un mundo tan rico y saciado no de a cada bebé que nace una oportunidad igual. Porque seguramente, todos somos un tejido humano infeccioso, como lo estamos descubriendo ahora. Seguramente el bien de cada persona es, en última instancia, el bien de todos nosotros. Seguramente el bien del planeta en el que vivimos es nuestro bien, nuestro bienestar, la claridad de nuestra respiración, y el futuro de nuestros hijos“.

El escritor también cuestionó los medios de comunicación, los cuales “se preguntarán honestamente cómo contribuyeron a la sensación de repugnancia en la que estábamos sumidos antes de la plaga. ¿Por qué nos quedamos con la sensación que personas con intereses personales nos manipulaban implacablemente, nos lavaban el cerebro y saqueaban nuestro dinero. Que nuestros medios nos contaban nuestra complicada y trágica historia de manera cínica y grosera?”.

“No hablo del periodismo de investigación, de la prensa seria y valiente, sino de los ‘medios’ que hace tiempo pasaron de ser medios dirigidos a las masas a medios que convierten a los humanos en una masa. Y con frecuencia también se convierten en demagogia”, enfatiza.

“¿Sucederá algo de lo que se ha descrito aquí? ¿Quién sabe? Y aunque ocurra, me temo que se desvanecerá rápidamente y las cosas volverán a ser lo que eran antes de que fuéramos asolados, antes de la inundación. Es muy difícil adivinar lo que sufriremos hasta entonces. Pero haríamos bien en seguir cuestionando, como una especie de antídoto, hasta que se encuentre una vacuna para la plaga”.

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