Enlace Judío México e Israel – La primera palabra que le viene a la cabeza a casi cualquier judío al pensar en la festividad de Pésaj es LIBERTAD, así, con mayúsculas. Se celebra la salida de Egipto y el fin de la esclavitud, pero en realidad, lo que sucedió fue un evento colosal, mucho más importante. Fue el inicio de la conversión, hace más de tres mil años de un grupo de descendientes de las tribus de Israel en el pueblo judío.

BENJAMÍN TROYSE PARA ENLACE JUDÍO

La salida de los israelitas de Egipto, la rebelión y fuga exitosa de un pueblo esclavo es el único caso registrado en la antigüedad. El episodio se convirtió en un recuerdo abrumador para los israelitas que participaron en él. Para los que lo oyeron y mas tarde leyeron acerca del asunto, el Éxodo reemplazó poco a poco a la Creación misma como el hecho fundamental y determinante de la historia judía. Algo sucedió en las fronteras de Egipto que persuadió a los testigos oculares de que D-os había intervenido directa y decisivamente en su favor. El modo de relatarlo y describirlo convenció a las generaciones posteriores de que esta demostración única del poder de D-os en su beneficio era el acontecimiento más notable de toda la historia de las naciones.

Y es durante los casi 40 años que vagaron por el desierto los 600 mil  israelitas liberados, que Moisés escribió su ley, la Ley Mosaica, dictada a él por D-os, que, hasta la fecha, tres milenios después, sigue rigiendo la vida del pueblo judío.

El hombre (el ser humano) tiene derechos inalienables. El código mosaico es un código no solo de obligaciones y prohibiciones, sino también un naciente código de derechos, una declaración primitiva de igualdad. No solo el hombre, como categoría, ha sido creado a imagen de D-os sino que todos los hombres han sido creados a imagen de D-os y, en este sentido, todos son iguales. Esta igualdad no es conceptual, es real y tiene suprema importancia. Todos los israelitas son iguales ante D-os y, por consiguiente, iguales ante su ley. La justicia es para todos, al margen de cualquier posible desigualdad. Todos comparte la aceptación de la alianza. Es una decisión popular y democrática.

Así, los israelitas estaban creando un nuevo tipo de sociedad que depositaba toda la soberanía en manos de D-os, con una forma de gobierno que honra la igualdad y se somete a la ley y a la justicia que se ha calificado como una Teocracia Democrática.

Así fue como en la época de Moisés los israelitas revirtieron el orden vigente. Un pueblo esclavo que se levantaba contra su opresor egipcio, la monarquía más autocrática y antigua del mundo. Huían al desierto y recibían sus leyes en una asamblea popular masiva, no en una ciudad sino en la ladera desnuda de una montaña, de labios de un jefe salvaje que ni siquiera se autodenominaba rey. El desierto de Sinaí es el marco adecuado para la formación de un pueblo revolucionario que no reconocía las ciudades, el poder ni la riqueza contemporáneos y que percibía la existencia de un orden moral superior.

Y, a pesar de la revelación de D-os en el Monte Sinaí, este fue un dios portátil, por decirlo de alguna manera, que no tenía una morada fija, que culminó con la idea de D-os invisible, universal y ubicuo, que refleja la extraordinaria adaptabilidad del pueblo judío para arraigarse rápidamente, desarraigarse y establecerse de nuevo en otro lugar, una admirable tenacidad de propósito al margen del ambiente. Así, el poder religioso y étnico se convirtió en la piedra angular de la creencia y la práctica judías.

Y después de vagar durante 37 años por el desierto, finalmente llegaron a Canaán y se establecieron principalmente en Judea, convirtiéndose en judíos.

Judea era el territorio de la tribu de Judá (Yehuda), el cuarto hijo de Jacobo y Lea. La raíz del nombre es hodaah que en hebreo significa “dar gracias”, porque, al dar a luz, Lea dijo “Esta vez agradeceré al Eterno”. Y posteriormente, a todos los israelitas se les llamó genéricamente yehudim, descendientes de Yehuda.

Jag Pesaj Sameaj

 


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