Enlace Judío México e Israel – En la noche de Pésaj, en que nos sentamos en familia, recordamos la salida de la esclavitud, comemos pan sin levadura y nos cuestionamos en qué es ésta noche distinta a las demás. Será que la historia tiene algo de cíclica.

En estos días, inmersos en una epidemia global, las pestes de Egipto ya no son tan ajenas. Ahora, que pasamos los días distanciados de otros, privados de libertades, quizás la esclavitud no sea tan remota. Y esperamos, atentamente la llegada de la cura ansiada, de la vacuna milagrosa, deseamos que pronto entre por la puerta una salvación. Y las preguntas, primordiales para estimular el conocimiento, son fundamentales esta noche y a la vez, son la base de la ciencia, del crecimiento. Pero hoy aumentamos una pregunta, ya no son sólo cuatro: todos los terrícolas queremos saber, ¿qué hace a este virus distinto a todos los demás? 

En la virósfera existen millones de virus, muchos de ellos aún no los conocemos, la mayoría no son patógenos, subsisten alojados en los distintos reinos biológicos, y a pesar de ser entes relativamente sencillos no son tan primitivos. Lo que los hace tan especiales es que existen sin estar vivos, no son capaces de replicarse por sí mismos. Su ingenio es realmente extraordinario. Han encontrado maneras simples de hacer funciones complejas y hemos aprendido de ellos varias técnicas que hoy aplicamos en diversos campos de la ciencia. Los humanos hemos convivido con los virus a lo largo de toda nuestra existencia, incluso, hemos integrado en nuestro material genético secciones de ellos, resultado de infecciones antiguas. Quizás, de todos los que existen, son sólo 250 las especies de virus que afectan la salud de los humanos. Pero, ¿qué hace a este coronavirus tan diferente a todos los demás?

Para empezar, su estructura. La corona de proteínas que embona a la perfección con los receptores ACE2 de nuestras células y abren sin problema la puerta de la infección. Además de que es un virus cuyo material genético es de ARN (ácido ribonucleico), lo cual lo hace sumamente pequeño y especialmente extraño. Ninguna célula viva tiene como material genético el ARN. Sólo lo encontramos en algunos virus y viroides. Así que éste es bastante peculiar.

Siguiendo, su estabilidad. A pesar de que los virus de ARN cometen fácilmente errores durante su replicación, errores que ocasionan muchas mutaciones y los hace ser altamente variables; este coronavirus tiene una enzima correctora llamada exonucleasa que revisa y mantiene el control de calidad, evita cualquier tipo de equivocación. 

Y para terminar, su diseño. Su genoma se encuentra empaquetado de tal forma que dentro de secciones largas de genes se encuentran inmersas varias secuencias viables. Esto lo hace altamente eficiente, a la vez que es una forma de autoprotegerse, una estrategia de seguridad. Para ejemplificar esta característica, imagínate que tuvieras que escribir 51 letras en la forma más compacta; ¿no sería ideal que un encriptador fuera capaz de escribirlas eficientemente en tan sólo 16 caracteres?. Así, tomemos la palabra LIMPIAPARABRISAS con la idea de sacar de ahí muchas palabras viables, con un total de 51 letras totales: LIMPIA, PARA, PARABRISAS, BRISAS, ABRI, RISAS, LIMPIAPARABRISAS. De esta forma, en vez de tener 7 palabras separadas y expuestas, el sistema viral consigue tener una sola palabra empaquetada de 16 letras que se desdobla en las mismas 51 letras necesarias. Verdaderamente genial, una genuina obra de diseño.

Ahora, quienes habitamos el planeta hemos sentido la disrupción en nuestra normalidad; la palabra “virus” tuvo un 600 por ciento de aumento en el buscador de Google en México, siendo que las palabras “mascarilla”, “cuarentena” y “coronavirus” son las de mayor tendencia a nivel mundial. Y no es para menos: todos queremos saber qué sí y qué no en la pandemia. Entender la ciencia.

Recuerdo en la literatura infantil de mi época los libros donde como lector elegías el curso de tu propia aventura, cómo podías decidir hacía a dónde encaminar a los personajes de la historia: “si prefieres ir al bosque pasa a la página 38, si te quedas en casa pasa a la página 2”.  De forma similar, el 2020 se lee casi así. Podríamos decir que cada página de esta realidad, que comenzó a escribirse oficialmente el 31 de diciembre de 2019 en Wuhan, China, nos presenta a cada uno de los 7,700 millones de habitantes del planeta la oportunidad de ir eligiendo el relato colectivo. 

Pocas veces antes, como humanidad, habíamos podido tomar decisiones con un genuino impacto global (pienso quizás sólo el calentamiento global podría asemejarse a esta situación). Y aunque es evidente que las acciones de algunos protagonistas tienen mucho mayor efecto que las de otros, en esta pandemia todos y cada uno de los personajes son parte del elenco mundial, por igual. 

El hecho de ser humanos nos hace igualmente susceptibles a contraer COVID-19 y por esa misma razón, tenemos todos la pluma para escribir fragmentos en esta historia. Vale entonces la pena que todos conozcamos los pormenores de las acciones que tienen consecuencias. No es muy responsable manejar un barco sin conocer las bases fundamentales de la navegación. Como dijo la novelista británica Rose Tremain, “la vida no es un ensayo”, y sin duda es hora de actuar, todos estando en el escenario y siendo espectadores a la vez en una obra literaria en más de 7,000 lenguas distintas, pero con una problemática central. Frenar al SARS-CoV-2 puede ser tú superpoder.

En este Pésaj cambio la pregunta: ¿qué hace que esta noche sea igual a otras noches? 

Te invito a reflexionar, a pensar en cómo cada episodio nos cambia como especie humana, reta nuestras conductas. Pero algunas son constantes: la interconexión entre los habitantes de la Tierra es inevitable y nuestra responsabilidad es y ha sido siempre, actuar pensando en el prójimo. Lo vivimos hoy, al usar tapabocas para proteger a los otros, al no salir de casa. Lo hicimos antes, con Miriam, Moshe, Aarón, y con todo el pueblo que en conjunto actúo. Decidieron dejar su individualidad, su egoísmo, por una causa mayor, colectiva. 

La Hagadá nos pide lavarnos las manos… quizás esta vez conviene incluir el jabón. Y al pronunciar “Pésaj”, piensa que esto también pasará. 

Jag Sameaj

 


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