Enlace Judío México e Israel – Las pandemias conocidas hasta ahora, no afligían de manera especial a las personas mayores. Pero, en nuestros días, las estadísticas han descubierto que los adultos mayores son particularmente susceptibles a las enfermedades respiratorias que pueden causar neumonía y otros síntomas como fiebre, tos y dificultad respiratoria.

RABINO YERAHMIEL BARYLKA

El estallido del coronavirus puso en evidencia al escaso valor que la sociedad adjudica a la experiencia de los mayores o su aportación a la vida social y económica, como se hacía en tiempos pasados. Como que la calamidad rompió los equilibrios existentes y decreta que los mayores son una carga de la cual hay que liberarse.

Hemos oído declaraciones de autoridades de la salud pública de muchas naciones, particularmente en Europa, continente que al tener índices de natalidad tan bajo, tiene una masa crítica de ancianos. Esas autoridades trasuntan un sentimiento de fobia y aversión hacia los mayores cuando proponen distintos sistemas de selección, cuya consecuencia es postergar su atención médica y pone en duda el interés de la sociedad para mantenerlos con vida.

Para ellos y para algunos políticos que hasta ahora nada hicieron para frenar el feminicidio en sus sociedades, no parece que puedan evitar un senicidio por omisión de tratamiento, o recluyéndoles, impidiendo desarrollen su vida normal una vez pasada la crisis.

Parece redundante tener que recordar que uno de los pilares centrales de la tradición judía es el estatus del anciano en la sociedad y la gran importancia del mandamiento “Respeta a tu padre y a tu madre”.

La tradición nos enseña que nuestro futuro no solo radica en los jóvenes, sino también en la dignidad que la generación más joven concede a aquellos que crearon su pasado.

Los longevos, que han recorrido un largo camino, llevan consigo un mensaje especial de continuidad y tradición, son los que crearon nuestro presente, y permiten nuestro futuro.

Nuestros sabios enfatizaron que la palabra “anciano”; no solo expresa edad, sino también sabiduría y experiencia en la vida, con el fin de establecer una sociedad digna que se esfuerza por combinar la tradición y el progreso. En una sociedad judía moral, no podemos pasar por alto cuando se maltrata o discrimina a los ancianos.

Los sabios enseñaron en el Talmud de Babilonia en Kidushin 32b con respecto al versículo: “Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano; teme a tu Dios” (Vayikrá 19:32. El rabino Yosei Haglilí dice: Un “anciano [Zaken]”; no significa otra cosa que alguien que ha adquirido sabiduría. Él interpreta la palabra Zaken como una contracción de las palabras ‘Ze Kaná Jojmá’, que significa: Este ha adquirido sabiduría…

La Baraita continúa: uno podría haber pensado que debe ponerse de pie ante un anciano tan pronto como lo vea, incluso desde la distancia, pero, el versículo dice: “Te pararás y lo honrarás”; (Vayikrá 19:32), lo que enseña que uno está obligado a pararse solo en un lugar donde hay reverencia…

El Maharal (Praga del siglo XVI) explica que el respeto que debemos a las personas de edad se debe específicamente a que las fuerzas físicas ya no son lo que eran antes, como se deduce de Avot 5. En la juventud, los aspectos físicos del cuerpo tienden a controlar a las personas. Somos presa de impulsos y tracciones hedonistas. A medida que esas fuerzas físicas se debilitan, lo que es distintivamente humano, nuestra alma, se convierte en el impulso influyente en nuestras vidas. Nuestra inteligencia obtenida como un don divino gana el control sobre nuestros instintos básicos. Esta es la sabiduría que alcanzamos en la vejez, y es la razón por la que la Torá nos ordena elevar el respeto por los ancianos a las máximas alturas de nuestros valores.

Rabí Shimón ben Akashia dice: cuando se trata de eruditos mayores… a medida que envejecen, más se forma su mente, como leemos en Yiov 12:2: “¿No está entre los ancianos el saber, en los muchos años la inteligencia?” (Mishná Kinim 3:6).

Si nuestra sociedad continuara valorando la vida conforme a dos patrones que encierran gran peligro para la misma: el de la juventud como valor supremo y el de la productividad como criterio incuestionable, y si continuara asociando la senectud a conceptos como el de carga social, deterioro físico, inutilidad, aislamiento, dependencia, enfermedad, mala memoria, y analfabetismo digital, dejaremos de ver cumplida la profecía: “Así dice .A. Tzevaot: Aún se sentarán viejos y viejas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por ser muchos sus días; las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas que jugarán en sus plazas públicas” (Zejariá, 8:4-5), y lo que es peor aún perderemos la Imagen con las que fuimos creados.

 


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