Enlace Judío México e Israel – Hace tres años, Karin Kavitka vino a México junto con otros miembros del ejército israelí para ayudar a salvar vidas tras el terremoto del 19 de septiembre. Hoy, junto con sus compañeros de batallón, trabaja en la Fuerza Civil del ejército para combatir a un nuevo enemigo: el “corona”, como le llaman al SARS-coV-2. 

“La Defensa Civil defiende a la población adentro de Israel, y es sentir que de verdad estás defendiendo a tu propia casa, a tu propia comunidad, y es algo más grande y te da mucho más sentido y ganas de hacer lo que estás haciendo.” Habla Karin Kavitka, miembro de dicho cuerpo del ejército de Israel, en una conversación virtual con nuestro colaborador Diego Sciretta.

Con un peculiar acento israelí-argentino, la chica de 32 años, madre de un niño de dos, cuenta sus aventuras como parte de este ejército de paz que lucha dentro del territorio israelí por contener las arremetidas de un enemigo inédito e invisible: el SARS-coV-2.

“Estamos hace ya 52 días tratando de ayudar a la sociedad israelí en enfrentar y sobrevivir estas épocas que son bastante difíciles”, nos cuenta. Entre sus actividades está “repartir comidas a la gente que lo necesita, gente mayor de 65 años”, además, “damos muchas instrucciones al lado del Ministerio de Salud, a toda la población de Israel, no importa si sos judío, musulmán o cristiano, si sos ruso: damos información para que la gente sepa cómo hay que actuar.”

El ejército colabora con Maguen David Adom (el equivalente a la Cruz Roja en Israel, que usa la estrella de David en rojo como símbolo) y también ayuda a mantener el orden en los centros de diagnóstico que el gobierno del país abrió; se asegura de que la población respete la distancia de dos metros entre persona y persona, y que entre y salga de manera organizada y segura.

La información que brindan cambia no solo conforme se actualiza el conocimiento científico respecto a este virus insospechado, sino a través de los diversos territorios a los que ingresan las fuerzas de la Defensa Civil, a lo largo de los 257 municipios que conforman el país, multiétnico y multicultural.

El reto de hablarles a todos

“Nosotros estamos en todas las ciudades de Israel. En todos los municipios. Hay 257 municipios en Israel. Nosotros damos la ayuda que la persona necesita para recuperarse y para que Israel pueda volver a la vida que se puede dar, para que la educación pueda volver y para que la gente pueda seguir haciendo sus vidas”, dice Kavtka, cuyos padres migraron desde Argentina en 1984.

“A cada lugar entramos con mucha sensibilidad a las personas, a las culturas. No vamos a mandar, por ejemplo, mujeres donde no se puede, y hay mucha sensibilidad a la cultura a donde vamos, a la religión también. Estamos repartiendo comida o ayuda, no importa quién está del otro lado.

Asegura que “el ejército trabaja con los municipios y los municipios son los que conocen a la gente. Lo estamos haciendo ya hace un mes y algo. Tuvimos muchas experiencias con grupos extremistas donde no nos quieren (pero) vamos a encontrar la forma de darles la ayuda que necesitan.”

Así, reparten información en ídish para las comunidades ortodoxas de origen ashkenazí, mientras que tienen que comunicarse en árabe con las múltiples etnias de ese origen, como los beduinos o los drusos, cada cual supone retos particulares por sus diferencias culturales y religiosas, y por su no siempre cordial relación con las Fuerzas de Defensa de Israel.

Una sociedad unida

“Tenemos una sociedad súper fuerte. Una sociedad que está junta cuando hay casos difíciles como lo vimos hasta hoy. Es una operación nueva, cada día aprendemos una cosa más. La sociedad en Israel va mejorando todos los días para entender que para volver a la vida común, digamos, hay que pasar unos pasos que son difíciles a veces, que son extremos a veces, pero hay que hacerlos. ”

La unión proviene de la noción de enfrentar a un enemigo en común. Esta vez, no se trata de un ejército extranjero o de una milicia terrorista, sino de un ser microscópico que ya cobro cientos de miles de vidas en el mundo.

“Aunque no vimos casas destruidas y no escuchamos alarmas, el enemigo, la enfermedad corona, el virus corona está presente y hay cuerpos que hacen todo lo que pueden para salvar vidas y estar cerca a la sociedad y seguir dando servicios para la gente.”

La vocación de servicio de Karin Kavitka es común en Israel, donde el servicio militar es obligatorio para hombres y mujeres, y donde no es raro que, una vez concluido este servicio, muchos regresen a trabajar en el ejército por temporadas o, incluso, hagan toda una carrera dentro de sus filas, ya sea en el campo estrictamente militar o en ámbitos como la investigación y la enseñanza.

“En el momento que lo entendés (que es tu obligación servir a tu país) te sentís que sos parte de algo más grande y que sos parte de la población, y eso es lo que tiene muy especial el ejército israelí. Por eso lo hacemos, por eso es como un orgullo seguir haciendo el ejército después de los dos años de obligación, y por eso la gente hace miluim, hoy en día, al lado mío, hay gente que están ya casi 50 días haciendo miluim, y es lo más lindo que tiene el ejército israelí”.

Así como para los miembros del ejército servir a los otros parece una vocación natural, la sociedad israelí ve a sus militares y reservistas, a la Defensa Civil y a todas las áreas de la estructura militar como instituciones admirables y cercanas a la población.

A diferencia de América Latina, donde muchos ejércitos han llevado a cabo golpes de estados, persecuciones, dictaduras militares y genocidios, en Israel, el ejército está formado por la gente y trabaja para ella. Al menos así lo percibe Kavitka, ataviada en su uniforme, sonriente y vital.

Al otro lado del mundo, México

Pero su vocación de servicio no se limita a lo que ocurre dentro de las fronteras del país que sus padres adoptaron y que la vio nacer, pues hace casi tres años, en septiembre de 2017, Kavitka formó parte del grupo de militares israelíes que viajó a México en plena celebración de Rosh Hashaná para intentar rescatar con vida a las personas que yacían atrapadas entre los escombros de los numerosos edificios caídos a consecuencia del terremoto del 19 de septiembre.

“México está en mi corazón”, dice. “En 2017 estuve ahí, tuve el honor de llegar a ayudar con la delegación israelí, y hace seis meses volví para dar un curso, un seminario junto con la organización Cadena.”

Dice que aprendió mucho de la sociedad mexicana y de la comunidad judía de México. Se admira por “cómo nos abraza y cómo nos mira y con las ganas de seguir trabajando juntos.” Agrega que la motiva “saber que en la otra parte del mundo hay personas que piensan en nosotros y nos dan toda la fuerza que necesitamos para hacer el servicio.”

 

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