Enlace Judío México e Israel – Sensual y contemplativa, seria y divertida, amorosa y libre, Blanca Guerra nos abre la puerta de su casa, vía remota, para conversar sobre su larga carrera histriónica. 

El rostro de Blanca Guerra ha iluminado las pantallas de cine y televisión, los escenarios de teatro y las alfombras rojas; se ha integrado al imaginario colectivo de los mexicanos a lo largo de varias décadas de carrera, gracias a su fisonomía inconfundible, a su talento como actriz y a su personalidad poderosa.

Ahora, en estos días de guardar en que se encuentra más de la mitad de la población de México, la actriz pasa el tiempo en una cotidianidad contemplativa y sensual, entre la lectura y la danza, entre las tareas domésticas y la reflexión.

“Yo la veo como una gran oportunidad. No hay mucha diferencia entre mi forma de vida y lo que estoy llevando acabo ahora, solo que hay menos dispersión, me gusta estar en mi casa”, nos cuenta desde su jardín, a través de la pantalla del dispositivo que usa para conectarse a esta entrevista exclusiva que Enlace Judío trae para ti.

Es un hogar femenino el de Blanca Guerra. Además de la actriz, lo integran Belén, la señora que le ayuda a mantener en orden la casa, y su gatita, que trepa por los árboles y corretea por el jardín mientras Guerra nos cuenta, pausada y sonriente, cómo pasa los días de encierro.

“Al principio era muy curioso porque me gustaba mucho la idea de hacer cosas que no hacía normalmente, entre ellas, por ejemplo, cocinar, y empecé a tratar de aprender a cocinar y fue un desastre.”

Sin embargo, “uno se va acostumbrando a esta situación de confinamiento y yo procuro hacerme una rutina.”

Su rutina empieza todas las mañanas cuando sale de la cama y se baña para “sacudirse” la pereza. Luego come algo ligero para poder tomar su clase de danza, que dura una hora. Luego desayuna en forma y se pone a leer. Se ha impuesto la disciplina de leer un libro a la vez, hasta terminarlo, contrario a su anterior costumbre de alternar la lectura de varios tomos simultáneamente.

También lee artículos que encuentra en las redes sociales o directamente en las ediciones online de los diarios. Y medita, porque “la meditación es muy importante. Creo que poner en pausa la mente un par de veces al día es muy sano y te lleva a un descanso profundo.”

Dice que acostumbrar su mente a realizar una lectura más atenta le ha permitido encontrar textos de los cuales podría hacer monólogos. Aunque es un formato que no le gusta mucho, lamenta que muchas veces, al visitar estados de la república, le han pedido que presente algo para aprovechar el viaje y, sin embargo, “no tengo nada.”

Blanca Guerra aprovecha la pausa que a todos nos ha impuesto el confinamiento para preparar los proyectos en que piensa trabajar el próximo año. Uno de ellos es un “homenaje a Héctor Mendoza, quiero hacer una obra de él. Bueno, el proyecto original son seis obras con directores muy jóvenes, para que conozcan a Héctor.”

Sobre el también director, Guerra segura que “es un gran dramaturgo. Hay un par de obras que me interesa hacerlas a mí como actriz, una de ellas es Secretos de familia“. El proyecto, nos cuenta, buscará el apoyo de tres instituciones: Bellas Artes, Secretaría de Cultura y la UNAM.

Reflexionar y ver series

“Ahora que estamos recluidos creo que sí es una oportunidad para ordenar tus cosas, para disciplinarte en otras, para tener reflexiones muy variadas, sobre temas muy diversos, y creo que es muy importante aprovecharlo.”

Guerra se declara una neófita en la cada vez más popular actividad recreativa de ver series de televisión. Entre ellas, destaca Unorthodox y Shtisel, que “me parecen muy rudas. Una religiosidad sumamente profunda y muy agresiva también. Muy difícil de llevar. Y yo creo que eso me parece interesante, que se refleje todo eso y que se haga una exposición de eso. A veces es una crítica feroz, pero a veces es algo muy respetable también, de quien decide ese tipo de comportamientos, de caminos a partir de la fe y de la profunda religiosidad.”

Al respecto, admite que a ella le cuesta trabajo entender ese tipo de religiosidad, pero reconoce que las series son “muy buenas, son muy buenos actores, la verdad, me inclino ante ellos, y son personajes entrañables.”

La razón de su desapego por la pantalla chica tiene que ver con que prefiere las películas y, claro, verlas en pantalla grande. “Lo que más extraño es consumir (arte y cultura) pues no me gusta mucho que mi vida sea a través de la pantalla de la computadora; yo no soy de esa generación, para empezar. Y me gusta salir. Me gusta salir a los teatros, me gusta salir a los conciertos.”

Extraña a sus amigos, las tertulias, las reuniones petit comité, y encuentra en sus clases de danza un magnífico escape, pues “mi cuerpo se siente satisfecho al hacer esas clases, mi mente igual y mi corazón. Yo siempre le digo a mi maestro que después de su clase la vida se ve mejor.”

Y aclara que los beneficios de la danza van más allá de cuidar la apariencia física. Para conservar la belleza, dice, “lo más importante es sentirte bien contigo mismo, sentirte satisfecho, sentirte gratificado, hacer todo lo que sea (necesario) para sentirte realizado haciendo lo que realmente te gusta en la vida.”

No solo eso: “Es muy importante también, yo creo, para que reflejes cosas positivas, pues hacer cosas positivas. Ayudar a la gente si está en tus manos; tener capacidad de amar es muy importante también.”

Agrega sobre sí: “Yo soy una mujer que me gustan todos los placeres. La comida, el dormir bien, hacer el amor me parece que es importantísimo. Sola o acompañada, no importa”, ríe. “Y alimentarte bien, por su puesto. Si está en tus manos poder alimentarte bien, hazlo.”

La capacidad de amar la define como “estar siempre dispuesto a enamorarte, ir por la vida abierto al amor. Y si tienes una pareja, aunque no vivas con ella, siempre cuidarla, cuidar que estén siempre amándose, que siempre esté vivo el amor.”

Sin embargo, en estos tiempos de encierro por la epidemia de covid-19, los encuentros amorosos se espacian, se aplazan indefinidamente o, de plano, se cancelan. Al respecto, Guerra opina que “si tu pareja se cuida, está respetando las indicaciones de la Secretaría de Salud y respeta el confinamiento y no sale más que para lo indispensable, y tú también, yo creo que sí se pueden ver de tanto en tanto y hacer el amor o solo besarse, aunque sea.”

Mejor, bien acompañada

“A mi pareja le he dicho ‘ven pa’ acá, y nos vamos a pasear por aquí por mi barrio, caminamos al rededor del barrio, respetando la sana distancia”, ríe. Pero él no ha accedido, nos cuenta, mientras recuerda que un mes, el que falta de distanciamiento social, “no es nada. Si el amor es fuerte, resistirá.”

Y también puede ocurrir, opina, que ambos se den cuenta de que no se necesitan y entonces todo devenga amistad. Es otra forma del amor, dice, aunque recomienda: “conserven a sus parejas”, siempre y cuando el respeto y el amor imperen. “Mejor sola que mal acompañada, pero mejor, bien acompañada.”

La conversación aterriza ahora en su carrera cinematográfica, que ha estado relacionada con el mundo judío más de una vez. Recuerda su participación en Casarse está en hebreo, cinta de Alejandro Springall, estrenada en 2008, donde Guerra interpreta el papel de Julia Palafox, una “gentil o, ¿cómo se dice? Una goy, que no tiene relación más que con el amor de un hombre que es judío.”

En esa cinta, Blanca Guerra es una extraña en el mundo judío, por lo que, asegura, no tuvo que aprender nada sobre el judaísmo para preparar su interpretación. Es una película “muy divertida y muy válida porque lo que a él (a Springall) le interesaba era presentar ese sincretismo que se da en las familias judías que viven hace muchísimos años en México.”

La relación de Blanca Guerra con el mundo judío ha ido más allá de su participación en películas con temática judía o dirigidas por directores judíos como Alejandro Jodorowsky o Arturo Ripstein: su actual pareja, de quien no habla en esta entrevista más que incidentalmente, es un hombre judío de una familia que ella supone “no muy ortodoxa.”

“Eso es lo que yo creo”, bromea sobre su estatus sentimental cuando recuerda que han pasado casi dos meses de aislamiento, de una distancia impuesta por la emergencia sanitaria. No vive con él porque hace tiempo asumió lo que llama “una postura personal” respecto vivir sola.

“Creo que las parejas resisten más si no viven juntos. Creo que somos personas muy atareadas y creo que vivir en tu casa y él en la suya es una buena fórmula.” Guerra, como una actriz exitosa, no necesita basar ninguna relación afectiva en la dependencia económica.

“Soy una persona muy trabajadora. Soy una persona muy afortunada, muy privilegiada, gracias a Dios, gracias a mi capacidad de entrega a mi trabajo. Cada año he tenido trabajo, por fortuna.”

Recuerda que hubo “una época en la que yo trabajaba mucho, era yo muy joven y siempre viajaba a distintos lugares, incluso fuera del país, con mi trabajo, entonces me he acostumbrado a ser autosuficiente, a valerme por mí misma económicamente y también en la vida cotidiana.”

No parece haber en ella ninguna contradicción entre la soledad y el amor. “Soy una mujer que sabe vivir consigo misma, sí soy una mujer que me gusta tener parejas, mis parejas son longevas, la verdad, pero quizá porque cada quien tiene su forma de realización, su espacio donde vivir y sus propias necesidades resueltas.”

Los judíos de Guerra

“Tengo amigos entrañables, amigos maravillosos judíos”, dice, y recuerda a Jodorowsky, Ripstein y Springall, con quienes al menos profesionalmente, siempre se relacionó de buena forma.

“Con los tres me he llevado muy bien en el trabajo y creo que fue para mí un placer enorme, que me hayan encomendado los personajes que he hecho” en sus películas.

Entre ellas se encuentran cuatro cintas de Arturo Ripstein, que Guerra recuerda con cariño, y hace una mención especial a Santa Sangre, la única película en que colaboró con Jodorowsky. “Yo pienso que es la mejor película de Alejandro, y esa película me dio la oportunidad de llegar a los jóvenes porque, cuando se estrenó, fue una película que gustó muchísimo a esa generación de adultos jóvenes. Y me sentí muy satisfecha por eso porque hasta la fecha… se volvió una película icónica.”

“También de las películas con Arturo, que me han dado también premios de reconocimiento por mi trabajo, entonces sí es una gran satisfacción para mí haber sido parte de los repartos de sus películas.”

Blanca Guerra también compartió créditos con Harrison Ford. Lo hizo como parte del casting de la película Peligro Inminente. Del actor le quedan recuerdos gratos. “Quienes son grandes actores y grandes personalidades, son las más accesibles y son las más humildes”, dice y ejemplifica con el hecho de que el celebérrimo actor se formaba en la fila del catering, a la hora de la comida, como todos los actores.

Luego recuerda la filmación de Eréndira, con la actriz griega Irene Papas. “Yo iba a su camper y ella estaba cosiendo su vestuario. Y yo le decía ‘Irene, ¿por qué haces eso?’. ‘Porque es una manera de estar concentrada en mi personaje’.”

Con la misma sencillez pero con una pasión que, sin embargo, no se desborda, mesurada como es al hablar, Guerra nos cuenta cómo el trabajo del actor, de la actriz, es un trabajo de equipo en el que todos son iguales. Sin embargo, también es un trabajo solitario: estudiar y memorizar, meterse en el personaje para, al día siguiente, llegar al set “filosita”, dice tras chasquear los dedos y emitir esa risa suya, tan juvenil, tan abierta.

“Con estímulos ficticios pero con emociones reales” interpreta Blanca Guerra sus personajes en el teatro, en el cine, en la televisión. “Si estás todo el tiempo manejando tus emociones verdaderas, ni modo, inevitablemente se quedan en ti” los personajes. “Estás conformada de ellos, inevitablemente.”

El canto de un ave insospechada irrumpe en el jardín desde donde Blanca Guerra conversa con Enlace Judío. Desvía brevemente su atención. Ella busca entre los muchos árboles a la criatura extraña y luego se disculpa y sigue explicando que, a veces, hay que hacer una limpia de los personajes oscuros que se quedan dentro del actor que los ha interpretado, “si es que no te dejan estar.”

Es como la vida, dice. “¿Qué somos, si no somos nosotros compuestos y conformados por la gente que ha pasado al lado nuestro durante todas nuestras vidas?”

 

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío