Enlace Judío México e Israel – Yamila Silberman, hizo un camino totalmente al revés de lo que vimos en la famosa serie producida por Netflix, Poco Ortodoxa.

En estos días, en los que el mundo miró a los judíos ortodoxos a partir de una serie que Netflix llevó a muchísimas casas, Poco ortodoxa, la serie que cuenta la vida de “Esty”, una chica que crece en la comunidad Satmar (o Satmer), de Williamsburg, Brooklyn, EE.UU. Y su camino hacía afuera de esta comunidad, el camino de Yamila fue de judía laica hacía dentro de la comunidad jasídica, Jabad Lubavitch.

“Mi camino para reconectarme con mi esencia, por decirlo de alguna forma, empezó a mis 24 años”, cuenta Yamila al portal argentino Clarín.

Antes tenía una vida judía, digamos, laica. Fue a una escuela judía no religiosa, iba a veces al templo, celebraba en la casa las fiestas principales. Su familia era su mamá, el papá se había declarado ausente. Y tras los temblores de 2001, en 2002 la mamá decidió irse a vivir a Israel.

“Era un año bastante convulsionado, yo acababa de terminar la secundaria. Al final, ella decidió quedarse y yo, seguir por mi cuenta con los trámites. Me fui con un grupo de cincuenta y pico de personas. En Israel me quedé tres años. Y en ese lapso una de mis amigas más cercanas se enfermó y se apegó un poco más a la religión. Ahí empecé a descubrir otra cara del judaísmo, que ni siquiera tenía en la cabeza. Compartí con ella su vivencia de acercarse y empezar a ver, estudiar. Pero quedó ahí. Yo finalmente volví. Así como volví, a los seis meses empecé a trabajar en una institución de Jabad, en Villa del Parque”, narró.

En Israel, trabajó como secretaria. “Fui por una prima de mi mamá, me presenté y me tomaron. Ese fue el primer paso, empezar a descubrir las familias, digamos. Fue lo primero que me llamó la atención y lo primero que me tocó: yo soy hija única, crecí toda la vida con mi mamá, la amo, para mí ella es lo más que hay”, recordó.

En Argentina, por supuesto, también hay quienes dejan la ortodoxia. Clarín habló con dos mujeres pero ninguna aceptó que se contaran sus historias ni sus nombres: la familia que “quedó allá” fue el principal argumento.

Tampoco es satmar la comunidad a la que entró Yamila, sino otra, muy visible y poderosa dentro de los jasídicos, los Jabad Lubavitch.

Pero, ¿cómo pasó Yamila de trabajar como secretaria a querer vivir ese modo de vida?

“Me invitaban a Shabat (la ceremonia del viernes por la noche para recibir el sábado, que es un día sagrado), me invitaban a las fiestas. Veía cómo le abrían las puertas de la casa a gente desconocida, porque a mi no me conocían, y la invitaban a mi mamá también. Y de repente me sentí como en casa, eso fue lo que me pasó, eso fue lo que más me tocó. La apertura del corazón a otro. Y dije “yo quiero una vida así”. Pero quedó ahí”, señáló.

Pero el anhelo de algo más que una vida laica acercó a Yamila a profundizar en sus anhelos y su realidad.

“Tiempo después Una de las cosas que más me marcó fue una vez que uno de los nenes que tenía el rab me dijo: “¿para qué trajiste la cartera?” Y yo no supe qué contestarle. Entonces, si bien ellos sabían que yo no cumplía -las reglas de Shabat indican no viajar, no cargar peso y no tocar plata, entre otras cosas-, me lo pregunté a mí: “¿para qué traje la cartera? ¿Para qué quiero salir yo después? ¿Qué es lo que estoy buscando ahí afuera?”, comentó

Yamila regresó a su natal Argentina, pero lo que vivió resonó más allá de una simple experiencia vivida en otra tierra.

“Volví de Israel y empecé a estudiar Psicología. Iba con mis amigas de la facultad a bailar. Y lo que el nene me preguntó, me resonó y dije: “¿para qué estoy haciendo esto? Si esto no es lo que yo quiero para mi vida. Quiero, no sé, estudiar, formar una familia. Y a los 23 años, estudié todo el año con el rabino. Estudiamos Tania, que es el libro de profundidad de Jabad”, compartió.

Sin embargo el mundo en que Yamila decidió vivir no es un mundo simple.

En su libro Los lubavitch en la Argentina, Alejandro Soifer explica, “la ortodoxia judía es un movimiento amplio a nivel mundial que congrega en su seno distintas y hasta contrapuestas visiones acerca de lo que es el propio judaísmo”

Si las primeras leyes del judaísmo son, según la tradición, las que Dios dicta a Moisés en el monte Sinaí, luego vienen las interpretaciones y cada maestrito con su librito. “La ortodoxia asume la postura más radical y, en buena medida, fundamentalista”, escribe Soifer.

Así como Esty se alejaba y veía un horizonte nuevo en Berlín, Yamila se acercaba y estudiaba.

“Más que respuestas, me encontré con mil preguntas. Mil preguntas que no me había hecho, incluso en mi situación familiar, donde mi mamá siempre fue todo, pero mi papá había elegido borrarse. Eso yo lo había vivido como una víctima. De repente, empecé a pensarlo desde otro lugar y a aceptar mi historia, ver que con mi historia podía ser yo quien era. Que hoy podía elegir quién quería ser de ahí en adelante, que como mujer, no solo como mujer, sino como mujer judía podía elegir qué querer hacer de ahí en adelante. Esto fue ya 2007”, relata Silberman.

Algún tiempo después el mismo rabino con el que trabajaba, le sugirió presentarle a alguien con fines matrimoniales, tan solo 5 meses después contrajo matrimonio con Jonathan Silberman.

Y qué sorpresa para la familia, en poco tiempo, ortodoxa y casada.

“Claro, mi mamá se shockeó un poco, pero ella es lo más del mundo. De nuestra familia cercana, nadie cumple los preceptos, solo nosotros. Y la verdad es que nos llevamos bárbaro, porque mientras hay respeto y amor, creo que no hay ningún problema, puede llegarse a un acuerdo. Mi mamá estuvo shockeada al principio, no voy a mentir, pero como siempre, me acompañó”, expusó.

Yamila Silberman, hizo un camino totalmente al revés de lo que vimos en la famosa serie producida por Netflix, Poco Ortodoxa.
Yamila Silberman, hizo un camino totalmente al revés de lo que vimos en la famosa serie producida por Netflix, Poco Ortodoxa.

En los rezos diarios, los varones judíos agradecen a Dios no haber nacido mujeres, no pareciera ser un lugar muy valorado el de la mujer. Y además hace falta diez hombres para que una ceremonia se pueda hacer, en tanto que pude haber 200 mil mujeres y no importa, como si no fueran sujetos religiosos.

“En la primero, “que no me hizo mujer”, es así pero tiene que ver con la posibilidad que tiene el hombre de cumplir más preceptos. En lugar de eso, al mujer dice “que me hizo según su deseo”. Tiene que ver con que la mujer tiene un lugar más elevado. Entonces, es entender que determinados preceptos no me conectan a mí como mujer con Dios, porque no tengo ese aspecto en mí para trabajar, porque los preceptos vinieron para que cada uno pudiera refinar algo en su alma. La mujer, que es más elevada, no necesita refinar eso”, respondió.

Silberman afirma no sentir que no hubo cosas que tuvo que dejar cuando se hizo ortodoxa.

“La verdad en su momento dejé la facultad, como una elección mía. Y hoy por hoy, si Dios quiere, en uno o dos meses, me recibo de coach. Porque tenía ganas de estudiar, así que todos en la casa me apoyaron. Con lo cual, si tenía una cuenta pendiente, que era estudiar, ya la estoy terminando. Y la verdad que, no sé, en mi vida anterior estudié teatro, comedia musical, hice danza y encontré mi forma de jugar con eso. O sea, doy clases, hago videos en Instagram, soy este combo, con Torá, sin dejar de ser la que era”, concluyó.

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