Enlace Judío México e Israel – La sobrevivencia del pueblo judío siempre ha sido un tema que llama la atención de propios y extraños.

Por supuesto, hay muchas formas de explicarla, pero una de capital relevancia es la educación tradicional judía. Sin duda, el hecho de que generación tras generación de judíos hayan mantenido la identidad —tanto espiritual como cultural— significa, sin lugar a dudas, que los conceptos básicos de educación en el judaísmo han sido exitosos.

¿En qué consiste la educación judía?

Hay un concepto básico que es la repetición. En el párrafo inmediato posterior al Shema, se da la orden de “repetirás estas palabras a tus hijos, y hablarás de ellas en tu casa, y andando por el camino, y cuando te acuestes, y cuando te levantes; y las atarás como una señal en tu mano, y las pondrás en medio de tus ojos; y las escribirás en los dinteles de tu casa, y en tus puertas” (Deuteronomio 6:7-9).

En ese párrafo capital para la tradición judía es muy clara la orden de repetir, repetir, repetir.

Pero no se trata nada más de un acto mecánico. Requiere de un sentido.

En estas dos charlas, Irving Gatell nos explica dos enfoques distintos de lo que implica ese ejercicio de repetición en cuanto a sus alcances como modelo educativo.

Uno se refiere a la educación como aquello que nos permite aprender, obtener información, desarrollar nuestro intelecto; el otro se refiere a aquello que nos construye como seres humanos, forja nuestro carácter, nos hace seres humanos plenos y verdaderos.

En el primer aspecto, todo comienza con la experiencia de aprender a leer, una práctica que el pueblo de Israel hizo común aún entre la gente común mucho antes de que las demás naciones entendieran las ventajas de la alfabetización. Pero aprender a leer sólo tenía sentido en función del estudio de la Torá, que más tarde evolucionó hacia la práctica de la discusión de la Torá.

El clímax de ese proceso es lo que Irving Gatell llama la “idiosincracia talmúdica”, cualidad propia del pueblo judío que se hereda de generación en generación aún en familias poco observantes o tradicionalistas, porque desde hace alrededor de dieciséis siglos nos hemos acostumbrados a discutir todos los temas desde todos los ángulos posibles. Es decir, el estilo talmúdico. Y eso ha hecho del pueblo judío un grupo de gente capaz de aprender, memorizar la información, entender su lógica intrínseca y además poder proponer nuevas soluciones ante nuevos retos o circunstancias.

En el otro aspecto, el modelo de lo que tenemos que repetir como parte del proceso educativo que nos construye como seres humanos, está en el Séder de Pésaj y en el Sidur. Séder y Sidur tienen la misma raíz etimológica, y se refiere a “orden”. Son ideas ordenadas que tenemos que repetir todo el tiempo (el Séder de Pésaj, cada año; el Sidur, todos los días). El detalle más notable de ambos compendios es que la frase o idea más repetida es la de “Baruj Atá…”, la bendición.

¿De qué se trata eso? De que el reto para construir seres humanos íntegros y morales pasa, obligadamente, por un corazón agradecido. Quien sabe agradecer, sabe también que tiene que darse a sí mismo para que otros —especialmente sus hijos— también aprendan a agradecer. Es un asunto en el que no nos podemos engañar, ni engañar a otros; no hay atajos, no hay negociación posible.

Entender este reto y llevarlo a buen término para garantizar que la siguiente generación del pueblo de Israel siga apegada a su identidad, es la esencia y mérito de la educación judía.

 


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