Enlace Judío México e Israel – Si antes de la pandemia nuestro principal reto era la prevención, como la mejor forma de brindarnos seguridad, la nueva realidad a la que regresaremos nos enfrentará a nuevos desafíos para vivir con tranquilidad. Tan solo con revisar las últimas cifras oficiales, podemos comprobar que, con virus o sin él, la delincuencia no se detuvo en seco, de la misma forma en que todos nosotros lo hicimos.

LUIS WERTMAN EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Por eso necesitamos fortalecer nuestros círculos de convivencia y orientarlos hacia la seguridad, es decir, organizarnos mejor desde el hogar, con la familia, para estar bien coordinados y comunicados, para después ampliar hábitos eficaces a nuestro edificio, calle y colonia, sin dejar a un lado los círculos que representan en nuestras vidas los amigos, los colegas de trabajo y las personas que están en contacto frecuentemente con nosotros.

Vienen momentos de adaptación, primero a nuevas medidas sanitarias para evitar contagiarnos de coronavirus y que implican, de inicio, cubrir la mitad de nuestro rostro durante mucho tiempo. Antes y durante la cuarentena, uno de los delitos que podría engañarnos con una baja en estas últimas semanas es el robo a casa habitación, pero en cuanto regresemos a una movilidad mayor, tendremos que seguir siendo muy cuidadosos con el acceso y la salida de personas de nuestros hogares, incluyendo a quienes en esta compleja temporada nos ayudaron trayendo comida, medicinas o artículos necesarios.

Precisamente, este es un buen momento para revisar los antecedentes, entornos y principales relaciones de todas y todos los que nos auxilian en nuestros domicilios y en nuestras comunidades más próximas que son los edificios y las calles donde se ubican nuestras casas. No solo es un ejercicio de seguridad, también sirve para conocer si podemos ayudar de cualquier forma a quien en este momento lo necesita y no lo sabemos.

Anticipo que para garantizar una mayor seguridad cotidiana es fundamental crear un entorno de confianza y que nuestra meta siempre debe ser vivir tranquilos, pero nunca pasivos. Tener información actualizada y completa de quienes nos brindan un servicio o tarea permite construir un tejido social fuerte, en el que es difícil caer en tentaciones o esconder problemas que, sin una adecuada comunicación, presionan a las personas para cometer un abuso de esa misma confianza o, peor, un delito por menor que éste sea.

Una segunda recomendación es entrar en contacto con nuestros vecinos. La normalidad anterior, si podemos llamarla así, no exigía coordinarnos con nadie y mucho menos saber quién vivía en el piso superior, al final de pasillo o en la casa de enfrente. Esta pandemia ha modificado esa lejanía y ahora nuestra seguridad física y patrimonial depende de conocernos mejor, establecer medios de contacto y también tener información suficiente como miembros de una comunidad.

La tecnología que nos ha permitido mantenernos enlazados a pesar de estar en confinamiento es la misma que podrá auxiliarnos a crear desde “chats” con grupos de vecinos, administradores y responsables de seguridad, hasta auténticas redes de comunicación con colaboradores, instalaciones y equipos de trabajo para estar al pendiente de cualquier evento que pueda afectar nuestro buen y bien vivir.

Pero lo mismo tendremos que hacer en nuestro retorno a las calles, donde conviviremos protegidos por cubrebocas de distintos tipos y tamaños, al igual que de guantes y caretas, durante un buen tiempo. Si antes las medidas mínimas de seguridad, por ejemplo, en sucursales bancarias eran no usar gorras, lentes obscuros y teléfonos celulares ¿cómo podemos evitar ahora los artículos indispensables para no contagiar y no contagiarnos? Cada uno como usuarios de muchos espacios públicos y privados tenemos un papel importante para avisar, compartir y denuncia si vemos o sabemos algo que puede convertirse en un delito o en una falta administrativa.

Esa coordinación para que nadie ajeno trate de hacernos daño empieza con nosotros y el cuidado que pongamos (y poníamos antes) en la seguridad de nuestro primer círculo, que es el familiar. Hay una parte que es obligación de las autoridades, pero otro tramo es de las y los ciudadanos que exigimos contar con niveles altos de tranquilidad, respeto a la ley y orden para convivir de forma correcta.

Sin embargo, un entorno así necesita de cooperación y también de rechazo a quienes no desean lo mismo y no me refiero solamente a los delincuentes, para los que el crimen es un negocio, muy bueno antes, pero que puede serlo menos si estamos mejor organizados que ellos.

Tan simple como dejar siempre cerrada la puerta principal del edificio, no dejar entrar a nadie sin una identificación o motivo, llamar directamente a la empresa que provee el servicio que no solicitamos para verificar la identidad de la persona que toca el timbre, son hábitos de seguridad que debemos adoptar de aquí en adelante.

Preguntar a quien no parece tener nada que hacer en los vestíbulos, entradas de las casas, esquinas de las calles, son otros ejercicios que ahora podremos aplicar tomando en cuenta que no solo se trata de la seguridad de nuestro patrimonio, sino de la salud pública que no permite las concentraciones o que una persona se encuentre demasiado tiempo en un sitio público.

Conocer quiénes son los policías que nos cuidan, tener sus números, el de la alcaldía en la que vivimos, y los de los servicios de emergencia, ya no son acciones opcionales. Hoy tenemos que estar construyendo relaciones de seguridad todo el tiempo y todo el día, lo que no representa alejarnos de nuestra vida cotidiana o distraernos del trabajo, solo entrar en comunicación y saber qué hacer en cualquier momento.

Extender esas buenas prácticas a la hora de ir al supermercado, al centro comercial o al pago de recibos, significa estar conectados por medio de un mensaje, un recado de voz y acudir, si es posible, acompañado; de nuevo, sin paranoia, pero con cuidado.

Aún en las condiciones económicas en las que nos ha puesto ya esta pandemia, no creo que tendremos una incorporación masiva de personas intentando cometer un delito, simplemente porque el crimen no funciona de esa manera. Cada delito es una actividad ilegal especializada, con una red de contactos y de protección a la que no se accede con facilidad y en la que existen rangos, habilidades y puestos de “trabajo” definidos, como en cualquier otra actividad lícita.

Lo que sí podemos experimentar son nuevos “modus operandi” para engañar, estafar, extorsionar vía telefónica, robar en la vía pública y cometer delitos que generen ganancias rápidas. Para eso es que debemos prepararnos, prevenir y denunciar, por todos los medios posibles, el más mínimo detalle que nos parezca sospechoso o irregular.

Esta crisis sanitaria, y la económica que viene, pueden convertirse en verdaderas oportunidades para revalorar nuestros espacios privados y públicos, nuestras conexiones familiares y personales, y las diferentes maneras en que podemos solidarizarnos, ayudar y asistir a quien lo necesita antes de que la desesperación o las malas decisiones se tornen en su contra y en la nuestra. Es simple, se llama formar comunidad.

 


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