Enlace Judío México e Israel –  “¡El Monte del Templo está en nuestras manos”. Las palabras más soñadas y anheladas durante casi dos milenios por fin sonaron cuando el general Mordejai Mota Gur anunció al alto mando israelí que la parte vieja de Jerusalén había sido liberada. Era la mañana del 7 de junio de 1967, a dos días de haber comenzado la guerra de los Seis Días.

El 5 de junio Israel lanzó un ataque preventivo ante la inminente agresión de Egipto, Siria, Jordania e Irak, por lo menos. Otros países árabes estaban apoyando también con infantería. El plan era explícito. Nasser lo había dicho muchas veces: destruir a Israel y lanzar a sus habitantes al mar.

El gobierno israelí no tuvo alternativa y optó por lanzar un ataque sorpresa que en el lapso de dos días dejó completamente inutilizadas a las aviaciones egipcia y siria. Eso hizo que Israel se convirtiera en dueño absoluto del aire, y así los embates de su artillería lograron reventar las líneas de sus principales agresores. Sinai y el Golán cayeron; las tropas árabes recibieron una derrota contundente.

Lo paradójico es que Israel no tenía intenciones de entrar en conflicto con Jordania, que tenía el control de la parte histórica —y emblemática— de Jerusalén. Dadas sus relaciones con Estados Unidos, se esperaba que el rey Hussein no se involucrara en la guerra. Sin embargo, engañado por Nasser —que le informó, mintiendo, que las tropas israelíes estaban siendo derrotadas en Sinai—, Jordania lanzó un ataque contra la zona occidental de Jerusalén, y eso obligó a Israel a responder. La aviación hizo la primera parte; luego vino la infantería dirigida por los paracaidistas.

Jordania no tenía recursos para resistir al ejército de Israel. Sus tropas fueron aplastadas en unas pocas horas, y se tuvieron que replegar hacia el otro lado del Jordán.

Muchos dirán que Jerusalén fue conquistada con mucha facilidad. Pero eso no es cierto. No fue conquistada. Fue una madre amorosa que recibió con los brazos abiertos a sus verdaderos hijos, a los que tenía siglos enteros esperando por su llegada.

Por primera vez en casi dos mil años de historia, el Shofar volvió a sonar junto al Kotel —último vestigio de la Jerusalén prerromana—, y un Sefer Torá fue leído allí mismo, en una Jerusalén completa y bajo soberanía del pueblo judío. El círculo se cerró.

No existe mayor historia de amor en este mundo que la que han escrito Jerusalén y el pueblo judío, plasmada en cientos de páginas que van desde la Biblia, hasta las más emotivas y hermosas canciones que se hayan entonado en todos los rincones del mundo donde haya una familia judía.

El próximo año en Jerusalén.

Y se cumplió.

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