Enlace Judío México e Israel – PARTE 1 – MUJER

El placer sexual, para los judíos, es un regalo de Dios y aprovecharlo es un mandato divino. Además, es una obligación para el hombre proporcionarlo a su mujer, habiendo incluso reglamentaciones de la frecuencia con que deberá hacerlo (por lo menos una vez por semana, durante el Shabat, excepto los días alrededor de la menstruación).

La vida sexual de la pareja no se reduce únicamente al coito. Abarca mucho más; miradas, caricias, pláticas y actos que los preparen  para obtener el mayor disfrute cuando llegue el momento.

Una parte muy importante del acto sexual, y sin duda, la más intensa, es el orgasmo, o clímax, la cúspide del placer.

El orgasmo de la mujer y el del hombre difieren por las diferencias propias de los respectivos órganos sexuales, pero se asemejan en que son la culminación del acto sexual, en la que se produce una descarga repentina de la tensión acumulada. Esta explosión no es solo una sensación de intenso placer, es también una respuesta fisiológica del cuerpo que libera hormonas y produce fuertes cambios en el flujo sanguíneo, especialmente de la región pélvica, que resultan en un estado de euforia y relajamiento.

Al orgasmo se llega, principalmente, por medio de estimulación física. En el caso de las mujeres, del clítoris, de la vagina o de ambos.

Es difícil de creer que esta parte tan importante de la vida sexual femenina, durante siglos fue un tema prohibido, del que no se hablaba y del que se sabía muy poco. Hasta hace menos de un siglo, su sola mención era causa de vergüenza.

A mediados del siglo pasado se empezaron a llevar a cabo por primera vez estudios formales acerca de la sexualidad humana y se encontró que la mitad de las mujeres nunca había experimentado un orgasmo y del resto, apenas el 30% lo conseguía de manera habitual.

Mientras que la sensación de placer para los hombres se localiza principalmente en la región del pene, las mujeres experimentan un placer orgásmico de pies a cabeza. Además, a diferencia de los hombres, las mujeres tienen un período de recuperación muy corto y son capaces de experimentar orgasmos sucesivos rápidamente

Rara vez a las mujeres se les habló sobre la importancia de la autoexploración, de los orgasmos, de reconocer el cuerpo y sentirse a gusto. Los prejuicios actúan como un crítico interno que desmerece las capacidades propias, poniendo en duda el atractivo e impide que la mujer libere sus habilidades en la cama.

Es muy reducida la proporción de mujeres que sea realmente anorgásmica, es decir, que no tenga la capacidad real de experimentar orgasmos. Popularmente se dice que no hay mujeres frígidas, lo que hay son hombres incompetentes. Todas las mujeres tienen la capacidad para tener un orgasmo, es cuestión de reconocimiento y aprendizaje.

Hay mujeres que tienen orgasmos por penetración, otras que pueden obtenerlo tanto por la estimulación del clítoris como por penetración y otras que llegan al clímax solo por tocar el clítoris. Todas estas formas son posibles y cada una responde a la manera fisiológica y psicológica de conseguir el orgasmo.

La clave del orgasmo está en la pérdida de control, en eso radica todo el sentido. En un orgasmo se pierde, por unas milésimas de segundo, el control de la corporeidad, que es tan consciente en la excitación. Por esto, al orgasmo se le llegó a llamar la petit mort, la pequeña muerte.

Una investigación realizada por el Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana, Estados Unidos, afirmó que, cuando el clítoris entra en escena, más de un 40% de las mujeres llega al orgasmo en más del 75% de las ocasiones. Tan solo un 18% reconocía poder llegar al clímax únicamente con la penetración vaginal.

Solo el 25 por ciento de las mujeres son consistentemente orgásmicas durante las relaciones sexuales. La posición tradicional del hombre arriba no proporciona mucha estimulación para desencadenar el orgasmo de la mujer.

El orgasmo

Generalmente el orgasmo comienza con la aceleración de la respiración a menudo acompañada de jadeos o gemidos seguidos de varios segundos de contracciones rápidas e involuntarias de los músculos alrededor de la vulva y el ano, con un movimiento espasmódico de las caderas y de todo el cuerpo. Los orgasmos concluyen con la liberación, relajación y satisfacción.

Para conocer cómo tienen orgasmos las mujeres, hay que ignorar la gran mayoría del porno. Las mujeres gimen, gimen y golpean, pareciendo llegar al clímax, pero no lo hacen.

¿Por qué? En gran parte porque la pornografía representa fantasías masculinas de mujeres que atienden sin cesar a los hombres con sexo oral y relaciones sexuales. La pornografía contiene muy poco de lo que realmente ayuda a las mujeres a llegar al clímax:  Juegos y caricias pausados, besos prolongados, abrazos y masajes en todo el cuerpo, trabajos manuales suaves y mucho sexo oral suave.

EL ORGASMO FEMENINO COMO TERAPIA

El uso de juguetes sexuales, principalmente de vibradores, ayuda a las mujeres a alcanzar más fácil y rápidamente a llegar al orgasmo, con lo que pueden aprender a reconocer sus reacciones a las caricias y estimulación del clítoris.

Se han encontrado objetos muy antiguos que ayudaban a la mujer a llegar al orgasmo, la mayoría de forma fálica. Pero fue a finales del siglo 19, precisamente en la Inglaterra victoriana, una época de gran represión, que se inventó el primer vibrador, como instrumento terapéutico para curar la histeria femenina.

La histeria del griego “hysteria”, útero, se consideraba una enfermedad que aquejaba a las mujeres, cuyos síntomas eran desmayos, irritabilidad, espasmos, insomnio y muchos más.

Esta supuesta enfermedad se presentaba con mayor frecuencia en vírgenes, viudas y monjas, y en menor grado, en casadas.

Desde el siglo II, un médico griego diagnosticó la causa como privación o insatisfacción sexual.

En Inglaterra, por los años 1800 se empezaron a presentar muchos casos de histeria, que se atribuían a las presiones de la vida moderna en las mujeres y los médicos encontraron que la cura era el “masaje pélvico”, que consistía en estimular el clítoris hasta que la paciente llegara al paroxismos histérico, que no era otra cosa que un orgasmo.

Esto representó un gran negocio para muchos médicos de la época. Algunos no se daban abasto para atender a su clientela.

Uno de ellos, de los más famosos, el doctor Joseph, Mortimer Granville había inventado un vibrador eléctrico que llamó “el percutor”, para aliviar dolores musculares. Algunos de sus colegas, que conocieron el aparato, se dieron cuenta que era muy útil en el tratamiento de sus pacientes histéricas y los liberaba de la necesidad de la terapia tradicional, que a algunos les serios estragos en la mano y así, el instrumento se empezó a popularizar, recibiendo el sobrenombre de “Jolly Molly”, la Alegre Molly, en alusión al apellido de su inventor.

Al principio era un aparato muy grande, estorboso y ruidoso, pero poco a poco se fue refinando hasta que a principios del siglo XX una compañía norteamericana de electrodomésticos lanzó a la venta el primer vibrador de uso personal.

Fue hasta mediados del siglo pasado cuando las asociaciones médicas desclasificaron a la histeria como una enfermedad.

Una historia muy divertida de la invención del Jolly Molly puede verse en la película “Histeria”.

En conclusión, todas las mujeres tienen la capacidad de tener orgasmos y el derecho a gozarlos y los hombres deben aprender a experimentar el placer de acompañarlas a llegar a ellos.

El ingrediente fundamental para una convivencia sexual sana es la comunicación y la confianza, para que ambos puedan hablar libremente de lo que sienten, lo que les gusta y lo que no y pedir y dar placer.


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