Enlace Judío México e Israel – Libia, situada en el norte de África, tiene una superficie de 1,759,540 kilómetros cuadrados, un país relativamente grande con una población de casi 7 millones de personas, lo que significa que tiene una baja densidad poblacional de solo 4 habitantes por kilómetro cuadrado. El PIB per cápita fue de 6,132 euros en el 2018 lo que significa un nivel de vida muy bajo para los ciudadanos.

Libia es una economía rica en recursos energéticos, factor que la ha llevado en la última década a dos guerras civiles: la primera en 2011, que finalizó con la caída del coronel Gadafi, su dictatorial gobernante; y la segunda iniciada en 2014 y sin terminación, por la lucha del control de los combustibles, que es un impedimento por alcanzar la paz. Otros factores que contribuyen en la inestabilidad persistente en Libia se vinculan al vacío de poder que se creó después del depuesto Gadafi, el peso social político de las tribus libias y las acciones del terrorismo islámico.

La caída de Gadafi se produjo en el contexto de las revueltas conocidas como Primavera Árabe, que se registraran en Libia entre el 17 de febrero y el 20 de octubre de 2011, que terminaron con el modelo del país que había creado Gadafi de una manera brusca y sin tiempo de adaptación. Libia después de 42 años bajo un gobierno autoritario pero que mantenía orden, se sumió en una guerra civil que dio paso a un periodo de caos e incertidumbre. Para evitar la anarquía, la ONU se involucró en la formación de una estructura institucional capaz de hacer frente al desgobierno que enfrentaba Libia, apoyando al Consejo Nacional en Transición, el gobierno creado tras la guerra. Sin embargo, pese a este apoyo, el Consejo no tuvo el éxito esperado al no poder desmovilizar a grupos armados de excombatientes de la primera guerra civil, no pudo acabar ni con la violencia ni la insurgencia.

Pese al contexto conflictivo existente en Libia, en julio del 2012 se celebraron unas elecciones para formar el Congreso General de la Nación (CGN). Este organismo heredó los problemas del Consejo, y acabó por ser un órgano disfuncional incapaz de hacer frente al problema de las milicias, que además fue radicalizándose progresivamente hacia posiciones islamitas. En el 2014 cuando el mandato del CGN debía finalizar para convocarse a nuevas elecciones, el mismo CGN extendió unilateralmente su mandato. Ante esto, el general Hali Haftar lanzó la llamada Operación Digna para derrocar el CGN y celebrar unos nuevos comicios para formar un nuevo organismo denominado Cámara de Representantes.

Finalmente, las elecciones lograron celebrarse en el 2014 en virtud de la intervención de Haftar, pero el pobre resultado del sufragio para los parlamentarios islamistas (exmiembros del CGN), hizo que estos optaran por no reconocer los resultados electorales y mantenerse fiel de su órgano original. Así, Libia se dividió en dos ejecutivos que decían ser los elegidos democráticamente, el CGN, formado en su mayoría por islamitas con sede en Trípoli, la Capital, y la Cámara de Representantes, siguiendo los resultados de las elecciones con sede en Tobruk (puerto peninsular al este de Libia). La división supuso el inició de la segunda guerra civil libia.

En 2016, la ONU en un nuevo intento por estabilizar Libia, apoyó la formación del Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), un ejecutivo con el propósito de integrar a miembros de ambos gobiernos y acabar en forma pacífica con el conflicto, pero no pudo lograr su principal objetivo y solo fue capaz de integrar a antiguos miembros del CGN.

La situación prevaleciente en Libia frecuentemente se describe como un conflicto único, sin embargo, tiene tres niveles: internacional, nacional y local, a nivel internacional cabe considerar que Libia es un “país tentador” para las potencias extranjeras, tanto por su posición en el Mediterráneo central, como por sus amplias reservas de hidrocarburos. Ciertamente, Libia ocupa una posición geoestratégica privilegiada al poder controlar el paso de barcos y/o canalización con hidrocarburos que atraviesan el Mediterráneo. Asimismo, por su cercanía con Europa existe un fuerte interés para que Libia no se convierta ni en un Estado fallido, núcleo de terroristas, ni un punto de salida masiva de emigrantes.

Por otra parte, Libia es un país atractivo para las diferentes potencias extranjeras por sus reservas de petróleo (las mayores de África) y gas (cuarta de África). Por la cercanía de Libia a Europa, era antes de la caída de Gadafi, el mayor proveedor de petróleo de los países del Sur de Europa. En el presente varias poderosas empresas petroleras de Europa y del mundo están presentes en el país e intentan realizar operaciones de extracción y exportación de petróleo a pesar del conflicto.

Es de destacar que la Unión Europea está particularmente interesada en que exista un ejecutivo estable para Libia que permita detener el flujo de emigrantes hacia Europa. Igualmente, aprobó en febrero de 2020 una misión europea para asegurar el embargo de armas en Libia, con la esperanza de que ello contribuya a desescalar la contienda.

A nivel de Estados, el principal apoyo para el GAN proviene de Turquía, y muestra de ello fue la aprobación, en enero de 2020, de una ley que permita el despliegue de tropas turcas a Libia si fuese necesario. 

Los intereses de Turquía por apoyar el GAN son múltiples, desde la rivalidad que mantiene con los Emiratos Árabes Unidos a la defensa del presidente turco del islam político, pasando por la lucha de Turquía para fortalecer su poder en el mundo musulmán y recuperar la esfera de influencia otomana, como puso de manifiesto el acuerdo firmado en noviembre de 2019 entre Turquía y Libia delimitando unas fronteras marítimas no reconocidos por la comunidad internacional. Catar, por su papel como defensor del islam político y por sus tensiones con los Emiratos Árabes Unidos, es el principal apoyo del GAN en el mundo árabe, aunque su ayuda no es comparable a la de sus rivales árabes. 

La contienda en Libia también se libera a nivel local, consecuencia del ya mencionado papel y relevancia que tienen las tribus en el panorama de Libia. Con Gadafi, existían privilegiadas y otras discriminadas, sin embargo, tras la caída de Gadafi se rompió el equilibrio existente, y las tribus buscan construir un nuevo sistema beneficioso para ellas, por medio de la violencia, aliándose con cualquiera de los dos bandos nacionales.

El conflicto bélico en Libia guarda una relación directa con la fluctuación en la producción de petróleo que vive el país desde 2011, y que condiciona de manera significativa el desempeño de su economía. Todas las partes involucradas en la guerra han sido negligentes en su trato con los civiles, en especial hay abusos documentados de guerra. No queda nada que parezca un Estado funcional. Diplomáticos extranjeros, en su mayoría bajo los auspicios de la ONU intentaron, sin éxito, promover el diálogo y la reconciliación.

La guerra ha destrozado la mayoría de hospitales y clínicas en Libia, la amenaza del COVID-19 asola a una gran parte de la población y se añade a la crisis humanitaria que vive el país desde hace casi una década.


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