Enlace Judío México e Israel – Como explicamos anteriormente, el nivel más alto de Teshuvá (arrepentimiento) es cuando uno se arrepiente del error que cometió de inmediato, antes de repetirlo y antes de que ese comportamiento incorrecto se convierta en un hábito. Alcanzar este nivel de alerta moral es el ideal al que debemos aspirar, y solo se puede lograr manteniendo nuestra conciencia despierta.

Sin embargo, cuando un individuo no se arrepiente de inmediato de su error y lo repite, se enfrenta a un desafío diferente, más difícil de corregir, que el rabino Abohab llama “el segundo nivel de Teshuvá”: cambiar los malos hábitos.

Una vez instalados en el cerebro, los hábitos son difíciles de cambiar. ¿Por qué? Porque nos acostumbramos a hacer algo mal hasta el punto de que ya no nos damos cuenta que está mal. Cuando un comportamiento se convierte en un hábito, ya no se trata de cambiar lo que hacemos, sino de cambiar lo que somos.

Si dices una mala palabra o una vulgaridad, debes darte cuenta de tu error de inmediato, arrepentirte -pedir disculpas si las circunstancias lo requieren- y tomar la decisión de no volver a cometer el mismo error. Pero cuando esto no sucede, ignoramos la primera alerta y reiteramos una y otra vez las mismas vulgaridades, nos «adaptamos» a ese nuevo vocabulario, lo toleramos y en muy poco tiempo se convierte en una nueva normalidad. En parte de la rutina.

Los psicólogos explican que los hábitos, tanto buenos como malos, se forman cuando nuestro cerebro aprende algo nuevo y, a fuerza de la repetición, el cerebro se siente «cómodo» con ello y deja de evaluar o juzgar el nuevo comportamiento. Esto nos pasa en muchos ámbitos de nuestra vida diaria: comer o beber en exceso, fumar, etc. y también en cuestiones más subliminales que afectan nuestra espiritualidad y moralidad. Muchas veces lo que vemos en los medios, películas, shows, etc. contribuye a la internalización de los malos hábitos. Siguiendo el ejemplo anterior: Si me expongo a ver películas en las que las vulgaridades son “normales” me va a ser mucho más difícil identificar la formación de este hábito en mi personalidad. Y lo mismo sucede –en un nivel mucho más serio y peligroso –cuando me expongo a ver en los medios la falta de respeto hacia los padres, la infidelidad en el matrimonio, las relaciones íntimas descartables, etc. Cuando lo veo, de alguna manera, lo acepto. Y cuando lo acepto, estoy un paso más cerca de hacerlo…. Todo esto contribuye a la profundización del problema de los malos hábitos.

«El hombre es un animal de costumbres», dijo el famoso escritor inglés Charles Dickens. Cuando un valor inmoral se convierte en rutina, la conciencia ya no se despierta por sí misma, como lo hace en el primer nivel de Teshuvá. Se adormece. Y necesitamos un estímulo externo para despertar nuestra conciencia y darnos cuenta de que estamos haciendo mal «aunque todos estén haciendo lo mismo».

El mes de Elul es precisamente cuando nos dedicamos a este tipo de arrepentimiento profundo, es decir, a reevaluar nuestros hábitos diarios, que se han hecho «normales». Durante todo este mes nos levantamos una hora antes para recitar la Selijot y despertar nuestras conciencias «dormidas». Las Selijot nos invitan a reflexionar y evaluar nuevamente nuestras acciones diarias. Permitiéndonos observarnos «desde el balcón» para identificar los malos hábitos que ahora forman parte de nuestra personalidad y no nos damos cuenta. Solo cuando somos capaces de identificar y reconocer nuestros malos hábitos, estamos en condiciones de cambiarlos.


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