Enlace Judío México e Israel – En la noche de Pésaj los chicos preguntan en el Seder ¿qué hay en esta noche diferente a las demás? Uno mismo podría parafrasear este texto y aplicarlo al acuerdo de normalización entre Israel y los  Emiratos: ¿En qué es diferente este acuerdo a los demás? (Egipto, Jordania).

Por Natalio Steiner, corresponsal de Enlace Judío en la Argetina

Analicemos la cuestión un poco más a fondo. Con Egipto se estableció una paz fría; es una paz de gobiernos y no acompañada por el pueblo egipcio. Pero funciona. En materia de seguridad regional, ni Israel ni Egipto quieren al Hamás y mucho menos la presencia de  ayuda iraní en Gaza. Israel también apoya a Egipto en la logística en la lucha contra el ISIS en el desierto de Sinaí. Por si fuera poco, ambos países están haciendo un frente común para controlar las ambiciones petroleras turcas en el Mediterráneo y en especial en Libia.

Con Jordania la paz también es muy fría. También es una paz entre gobiernos aunque la frontera, muy larga y compleja, esta tranquila desde hace años. Ninguno de los dos Estados quiere un Estado palestino. Israel porque no dispone de una profundidad estratégica para su seguridad ante un eventual Estado palestino iranizado. Jordania porque ya el 65% de su población es palestina y su soberanía puede ser cooptada. Lo estuvo muy cerca en 1971.

El acuerdo de normalización con los Emiratos (aún no de paz) es mucho más diverso y profundo. Si bien los Emiratos nunca fueron un enemigo abierto de Israel, no apoyó al terrorismo palestino (si a un Estado palestino) y no tiene fronteras con Israel como si las tienen Egipto y Jordania. Por otro lado, por su riqueza e influencia, a pesar de la endeblez de su tamaño y escasa población autóctona, tiene una posición estratégica en la región no solo por su vecindad con Irán (mar de por medio) sino en su rol de ladero fiel de la dura corona saudí, férreo opositor a Irán en la región.

La paz con Emiratos será distinta, no porque amen a Israel, sino porque privilegiaron lo que Israel les puede dar a cambio de la defensa de una causa palestina que nunca les aporto nada.

Israel es para el mundo sunita del golfo Pérsico (Arabia Saudita, Emiratos, Omán, Kuwait y Baréin por ahora) un excelente pivote para frenar la feroz expansión regional iraní. Por otro lado, con auto optimismo, es casi un hecho que en poco tiempo seguirá este camino Baréin, Omán, Sudán y más tarde Arabia Saudita y Kuwait. Nada de esto debería llamarnos la atención.

La Primavera Árabe del 2011 conmovió al mundo árabe musulmán, generando un crujir de regímenes sunitas y el avance estratégico de Irán sobre grupos proxies en Yemén, Iraq, Siria y el Líbano (Hezbolá). Ello compensó la claudicación del EE. UU. de Obama que retiró gran parte de la presencia norteamericana de la zona de tensión causando desconfianza en el golfo Pérsico. Era así natural que  Irán actuara de contrapeso, que es lo que vemos ahora y que se extenderá a otros países de África como Sudán, Malaui, Mauritania y de los Balcanes (Serbia y Kosovo a pesar de las extorsiones de la claudicante Unión Europea).

Una vez más el pragmatismo se impuso sobre la irracional y anquilosada ideología propalestina. No es un lecho de rosas. Pero algunas comienzas a florecer.

*El autor es director de Comunidades Plus y corresponsal en Argentina de Enlace Judío


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