Enlace Judío México e Israel – La festividad de Sucot es célebre por varias tradiciones que podrían parecer meramente pintorescas: la construcción de la Sucá, las Cuatro Especies, las sillas para Abraham, Itzjak, Yaacov, Moshé y otros personajes célebres de nuestra historia, la costumbre de recibir invitados mezclada con la creencia de que la hospitalidad es premiada con fertilidad. Todo eso parecerían simples creencias provenientes de épocas antiguas que, hoy por hoy, le dan un toque simpático a la festividad, pero no más que eso.

Pero no. Todo ello encierra uno de los simbolismos más complejos, ricos y fascinantes en la religión judía. Se trata de un elevadísimo nivel de comprensión de la naturaleza humana, y todo comienza por la noción explícita en la Torá de que debemos vivir en estas “cabañas” para recordar que nuestros ancestros vivieron en tiendas durante los cuarenta años que duró el Éxodo.

Se trata, entonces, de una festividad que nos inculca el contacto con nuestra propia historia. A partir de ello, una gran cantidad de simbolismos se dejan venir en cascada, y todo culmina con la incomparable experiencia de convertir la Sucá en un espacio sagrado, más allá del tiempo y el espacio, en el que todo el pueblo de Israel —nuestros ancestros, nosotros mismos, nuestros descendientes futuros— nos volvemos uno, uno entre nosotros y uno con Eretz Israel.

Irving Gatell nos explica cómo estos simbolismos han evolucionado y se han enriquecido desde las épocas en las que esta festividad debió tener un sentido evidentemente agrícola, hasta el día de hoy en el que, inmersos en una realidad que con mucha facilidad nos deshumaniza, Sucot se convierte en un llamado a rescatar lo mejor de la naturaleza, tanto la nuestra como la de todo el mundo.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.