Enlace Judío México e Israel –  El 26 de septiembre pasado, a menos de un mes de haber asumido el cargo, el primer ministro designado de Líbano, Mustafa Adib, anunció su renuncia a formar un gobierno, en medio de una creciente presión internacional tras la doble explosión en el puerto de Beirut que ha sumido en una profunda crisis a la ciudad y al país. Adib, quien se había desempeñado como embajador en Berlín, asumió la jefatura del gobierno a finales de agosto tras la dimisión de Hassan Diab, que renunció en medio de masivas protestas desencadenadas en Beirut tras el desastre a inicios de agosto.

La misión que se había encomendado a Adib era la de formar un gobierno en un plazo de 15 días, con el que pudiera dar respuesta a los múltiples retos económicos, sociales y sanitarios en el país. Sin embargo, el bloqueo entre las principales fuerzas políticas para designar a los ministros frustró su cometido. Existe una presión internacional, liderada por Francia a través de su presidente, Emmanuel Macron, para instar a los políticos libaneses a formar un gabinete compuesto de especialistas independientes que adelanten reformas para sacar a Líbano de la crisis. Macron aseguró que no cejará en su esfuerzo por salvar a Líbano del colapso, pero señaló que se sentía “avergonzado” de la clase política libanesa, a la que acusó de haber “traicionado” los compromisos adquiridos tras la explosión del puerto de Beirut. 

Los esfuerzos de Adib y de la comunidad internacional se han enfrentado a diversos inconvenientes, entre los principales, la insistencia de los grupos chiitas del país, Hezbolá y Amal en retener el Ministerio de Finanzas, clave para trazar las reformas. Ambos partidos presionaron para obtener la cartera después de que EUA impuso sanciones a dos políticos de Hezbolá.

En este contexto, y tras una breve reunión con el presidente Michel Aoun, Adib anunció su renuncia asegurando que el tipo de gabinete que quería formar “estaba destinado al fracaso” y expresó que su interés era proteger la unidad nacional. Con su moneda devaluada más de cinco veces de su precio oficial y una inflación superior a 50%, el antiguo protectorado francés, registra su peor crisis desde el final de la guerra civil en 1990, agravada por la letal explosión en la que murieron 191 personas, 6,500 resultaron heridas y más de 300 mil quedaron sin hogar.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) estima que el 55% de la población libanesa se encuentra en situación de pobreza, lo que significa que alrededor de 2.7 millones de personas sobreviven con menos de 14 dólares al día. El año pasado ese porcentaje era de 30%. Ante la difícil situación que vive Líbano, requiere de ayuda económica internacional de manera inmediata; no obstante, tanto Francia como otras potencias del mundo se han negado a ayudar antes de que el país adopte reformas estructurales. Existe la convicción en Líbano y en el exterior, de la rampante corrupción que hay entre los políticos del país.

Los apoyos financieros que precisa Líbano son cuantiosos. De acuerdo a estimaciones preliminares del Banco Mundial, la explosión en el puerto de Beirut el pasado 4 de agosto causó daños de hasta 4 mil 600 millones de dólares en las propiedades físicas, mientras que sitúa entre 2 mil 900 y 3 mil 500 millones las pérdidas que han sufrido los sectores económicos, de los que más afectados son la vivienda, el transporte y los bienes culturales. Las primeras evaluaciones del presidente libanés, Michael Aoun, y el gobierno interino, sitúan las pérdidas totales tras la deflagración en 15 mil millones de dólares. La economía de Líbano también se ha visto afectada por los efectos de la pandemia de COVID-19.

La superación de la crisis de Líbano no será fácil por la fortaleza militar del grupo terrorista chiíta Hezbolá, respaldado por Irán. Irán, a través de Hezbolá, tiene intereses hegemónicos en el Medio Oriente. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) señalaron al final de septiembre la existencia de fábricas de misiles secretas de Hezbolá en Beirut. Una se ubica en medio de dos compañías de gas aledañas en su zona occidental y otra a unos 50 metros de distancia. Otro sitio de manufactura de misiles guiados de precisión se encuentra en el barrio de Laylaki, por debajo de un edificio residencial de siete pisos. Asimismo, en el barrio de Chouaifet existe un sitio de fabricación de misiles también por debajo de un edificio de cinco pisos, ubicado a 90 metros al sur de una mezquita.

Las FDI junto con el gobierno de Israel, han informado de la existencia de estos sitios en varias ocasiones tanto a la ONU como a otros canales diplomáticos, se trata “de sitios de riesgo para los civiles libaneses a beneficio de Hezbolá”. El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, negó la existencia de los sitios de fabricación, acusando a Israel de querer incitar a la población libanesa en contra de ese grupo terrorista.

Por lo demás, la cadena Al-Manar de Hesbolá en su principal editorial de noticias desafió a Macron afirmando que “es y seguirá siendo un ejército que se enfrentará a Israel y seguirá apoyando a Siria y a su pueblo contra los extremistas y le preguntó ¿si quiere que Hezbolá y sus aliados, que tienen escaños mayoritarios en el Parlamento, otorguen poder a los grupos aliados de EUA?”.

En el entorno complejo que vive Líbano, es de esperar que la crisis empeore en la medida que las reservas del banco central se agoten, lo que podría obligar al gobierno en los próximos meses a poner fin a los subsidios para medicamentos y combustibles, que provocará que aumenten significativamente sus precios. Líbano incumplió el pago de su deuda por primera vez en marzo; su deuda externa suma 90 mil millones de dólares, 150% del PIB.

Las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre un paquete de rescate se han estancado. Es de destacar que este organismo había previsto a mediados de abril una caída del PIB de Líbano de 12% este año; con las explosiones de Beirut en agosto la baja podría duplicarse. El PIB disminuyó 6.5% en el 2019.

En el entorno extremadamente adverso que vive Líbano la exploración de petróleo y gas en sus costas en febrero pasado podrían convertirse en una fortaleza para el país; no obstante, también Líbano e Israel reclaman cada uno alrededor de 860 kilómetros cuadrados del mar Mediterráneo como dentro de sus propias zonas económicas exclusivas. Ambos esperan explorar y desarrollar el gas en el Mediterráneo tras una serie de grandes hallazgos en los últimos años. Se prevé que a través de EUA, se busque una solución al respecto, ya que entre Líbano e Israel no existen relaciones diplomáticas y técnicamente están en estado de guerra, aunque las últimas tropas israelíes se retiraron del sur de Líbano en el 2000 después de dos décadas de presencia militar.


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