Uno de los conflictos más grandes que tuve mientras estudiaba en la universidad era congeniar la vida como estudiante de literatura con los tiempos y las practicas del judaísmo, que era una tradición nueva para mí y quería vivir plenamente. Recuerdo pasar horas interminables cruzando la ciudad de un punto al otro, sólo para llegar cuando las clases en el templo ya habían terminado; las miles de vueltas internas que daba en la cabeza para equilibrar dos filosofías de vida completamente opuestas y las innumerables noches en vela que pase tratando de ponerme al corriente con el ritmo escolar que había perdido tras las celebraciones.

Una vez, en Janucá, me encontraba en sala de mi casa terminando uno de los trabajos finales que se entregaban cada semestre. Me sentía muy sola y triste por haber fallado con una materia, porque realmente quería dedicar esa noche a estudiar Torá y celebrar la festividad y no podía. Por alguna razón, antes sentía mucho miedo a la hora de hacer ensayos y con éste especialmente realmente no quería. Sabía que iba a ser una noche muy larga y probablemente no lograría acostarme a descansar.

Prendí las velas, dije las oraciones y empecé a trabajar. Pasé toda la noche escribiendo, sin embargo, ese día la noche tuvo un resultado distinto al que esperaba. Disfrute enormemente el trabajo y sentí mucha mayor libertad al hacerlo. Cuando dieron las seis de la mañana empezó a amanecer escribí las ultimas líneas en la computadora y voltea a ver donde había prendido mis velas entonces se apagó el shamash (la vela que enciende a las demás) y segundos después fueron apagándose en el orden exacto en que horas antes las había prendido, fue un espectáculo muy bello, me sentí en paz y acompañada.

Esa experiencia resume en muchos sentidos el significado de Janucá. La festividad surge un siglo tras la invasión griega a Jerusalén y celebra la rebelión de los macabeos en donde se recupera el templo y se vuelven a practicar las tradiciones que se había prohibido a los judíos. Es la festividad que más cerca le habla al judío del Exilio. Surge en una época en que gran parte de la población se había helenizado y disfrutaba de las delicias que el mundo griego ofrecía. La festividad retrata el conflicto interno de aquel que desea permanecer como judío pero que se ha enamorado profundamente del mundo externo que lo rodea. Le enseña a crear un puente entre la realidad que vive, la tradición que sigue y el mundo al que aspira.

También es la festividad donde se reconoce la importancia de la intelectualidad y el arte. Por un lado se alaba la belleza de la lengua griega y el gran desarrollo tanto intelectual como tecnológico que ese pueblo había alcanzado, sin embargo por el otro se critica el hedonismo y el evento cuando esa intelectualidad llevan a la persona al vacío y a la negación de de D-os y la espiritualidad. En Janucá se celebra la intelectualidad que lleva a la sabiduría, el deseo de conocer D-os y Sus formas a través de admirar el mundo creado, el Talmud nos dice que las letras de Yavan (Grecia) más la tazik (letra del alfabeto) del sabio forman la palabra Tzion (la ciudad de D-os), y se admira la luz de la fe que surge a través del pensamiento.

Finalmente se valora la intimidad con D-os en Janucá se reconocen los milagros que D-os hace a través de los medios naturales e históricos, no se habla de una intervención abierta y declarada como con Pesaj, sino de un apoyo continuo dentro del mundo. En Janucá se nos invita a ver las maravillas que D-os hizo por nosotros en nuestra vida.