El 23 de octubre de 2020, Israel y Sudán anunciaron la normalización de sus relaciones diplomáticas. La nación africana se convirtió en el quinto país árabe en reconocer el derecho del Estado judío a existir. No obstante, para muchos no es buena noticia. En Israel, hay más de 6,000 sudaneses, muchos de los que temen ser deportados hacia su muerte después de la firma del tratado.

Para comprender por qué los sudaneses migran a Israel de forma ilegal, es fundamental conocer las condiciones de dónde llegan. En Darfur, una región al oeste de Sudán, actualmente se está llevando a cabo un genocidio en contra de la población negra. Se calcula que alrededor de dos millones de personas han sido desplazadas y más de trescientos mil individuos han sido asesinados desde el inicio del conflicto en 2003. Hoy en día, hay cerca de doscientos mil darfuríes en la región, quienes viven en situaciones de extrema pobreza, marginalidad y contagio de distintas enfermedades, aparte de temer por su vida debido a su color de piel. 

Las mujeres son violadas sistemáticamente, pues la violación se ha instituido como “arma de guerra para la devastación y la deshumanización de las víctimas”. En 2016, Amnistía Internacional reportó que las fuerzas sudanesas utilizaron armas químicas contra la población, matando a 250 personas. Tirana Hassan, directora de respuestas a crisis de la organización da un testimonio aterrador sobre la situación: “Los bebés gritan de dolor antes de morir, los niños pequeños vomitan sangre. Las imágenes que hemos visto son realmente impactantes.

Debido a esta situación, muchos sudaneses en Israel tienen miedo de ser deportados. Usumain Baraka, un sobreviviente del genocidio que perdió a su padre y a su hermano en éste, llegó a Israel en el 2008, sobreviviendo disparos del ejército egipcio en un duro camino. Baraka dice temer porque algunos sudaneses que fueron deportados por Israel hace unos años perdieron su vida cuando regresaron, mientras otros corrieron con la suerte suficiente para huir a Kenia o Uganda.

Al igual que Baraka, Monim Haroon llegó a Israel escapando de Darfour en 2012, él contó su sentir y manifestó su deseo de ser tratado como ser humano en Israel en un artículo para la revista +972. Aquí un extracto de su testimonio:

“Créame, no es divertido dejar la patria y la familia de uno para buscar asilo en un lugar que no conoce. Una persona puede hacer esto solo si ha llegado a la conclusión de que un futuro en un lugar extranjero es mejor que una muerte en su país de origen.

La región de Darfur de la que huí fue atacada con armas químicas el año pasado por el gobierno sudanés, un gobierno que utiliza regularmente armas químicas contra sus propios ciudadanos. Hace tres días, la zona en la que nací y crecí sufrió repetidos ataques, matando a 22 personas, la mayoría de ellos niños y mujeres. Quizás para el resto del mundo, 22 personas es solo un número más en un país que no pueden ubicar en un mapa. Pero para mí, esto es familia. Estos son mis hermanos, hermanas y primos. Este es mi padre, mi tío, mi tía. Hay muchos otros como yo en Israel, cuyas familias fueron atacadas esta semana, que se despertaron esta mañana sin saber si sus familiares estaban entre los muertos. Viajan contigo en autobuses, te lavan los platos en el restaurante que comes mañana por la noche, limpian las calles por las que caminas. Y todo este tiempo, temen constantemente por la vida de sus seres queridos.

Hemos entendido que el gobierno israelí no nos quiere aquí pero no tenemos adónde ir. No, no hay comparación entre lo que lo que nos hace el gobierno israelí con los crímenes de lesa humanidad que comete el gobierno sudanés todos los días. Pero, como mínimo, trátennos como seres humanos hasta que finalmente podamos volver al lugar al que todos queremos volver. Nuestro hogar”.

Según el periódico Haaretz, a principios de este año, Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel presumió ante el comité central de su partido haber detenido a “un millón de infiltrados que trataron de entrar al país desde el Sinaí” añadiendo que había “removido a un tercio de los que entraron” y prometiendo trabajar para “remover a los otros dos tercios restantes”. Es interesante el uso de la palabra “infiltrados”, en vez de refugiados o solicitantes de asilo, implicando con ello una amenaza.

En la última década, a los sudaneses se les ha deportado ilegalmente desde Israel, pues no había relaciones diplomáticas entre ambos países. Eso cambia desde la firma del tratado de paz, en el que según el abogado dedicado a problemas de asilo Jean-Marc Liling, la deportación de los refugiados probablemente fue una de los temas primordiales de la negociación. Afortunadamente, la deportación masiva sería una violación grave de la convención de refugiados, lo que le presentaría a Israel dificultades para hacerlo. 

En 2018, ante el prospecto de la deportación de miles de africanos, 36 sobrevivientes del Holocausto escribieron una carta rogando que no se les mande de regreso a sus muertes:

“Nosotros, que sabemos exactamente lo que es ser refugiados, estar sin hogar y sin un estado que nos preserva y protege de la violencia y el sufrimiento, no podemos comprender cómo un gobierno judío puede expulsar a refugiados y solicitantes de asilo a un viaje de sufrimiento, tormento y muerte.”

Finalmente, ese mismo año, Israel canceló la deportación masiva después de presión interna y de la comunidad internacional. Eso no los ha detenido de deportar a algunos ocasionalmente y manifestar sus intenciones de regresar a los sudaneses a su país.

Me gustaría concluir diciendo que el nunca más que repetimos en el Día de Conmemoración del Holocausto es hoy, y tenemos la oportunidad de ayudar a que no se deporte a los sudaneses, donando a organizaciones como la ASSAF (Aid Organization for Refugees and Asylum Seekers in Israel) o el IMPC (Israeli Immigration Policy Center) y alzando la voz en dónde podamos.

Lo que está ocurriendo con los sudaneses es una verdadera tragedia.

 


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