Enlace Judío – Con motivo del Día Internacional de la Conmemoración del Holocausto, el Museo Yad Vashem de Jerusalén presenta una nueva exposición fotográfica en línea de niños que sobrevivieron la Shoá titulada “Mi infancia perdida” que muestra un aspecto del renacimiento posterior a la guerra, informó Haaretz.

Alrededor de 1.5 millones de niños perecieron durante el Holocausto, pero decenas de miles sobrevivieron en campos, bosques, monasterios, hogares cristianos, diversos escondites y en las calles. Algunos niños fueron encontrados aún vivos en los campos de concentración después de la guerra.

“Los niños y adolescentes vivieron el Holocausto en toda su brutalidad: en guetos, campos, escondites, vagando de un lugar a otro y en las marchas de la muerte. Fueron víctimas de abusos, humillaciones, trabajos forzados, hambre, abandono y, en algunos casos, incluso experimentos médicos. La mayoría de ellos perdieron a sus seres queridos y fueron despojados de su infancia”, escribe Yad Vashem en el texto que acompaña a la exposición.

En un hogar de niños en Otwock, Polonia. Crédito: Archivo de Yad Vashem
En un hogar de niños en Otwock, Polonia. Crédito: Archivo de Yad Vashem
Festividades de Lag B'Omer en un hogar de niños en Hungría. Crédito: archivo Yad Vashem
Festividades de Lag B’Omer en un hogar de niños en Hungría. Crédito: archivo Yad Vashem

Después de la guerra, algunos fueron llevados a refugios en Polonia, Hungría, Holanda, Alemania y Francia. Los refugios eran de gestión privada, otros fueron creados por movimientos y organizaciones. La exposición cuenta las historias de siete de estos hogares establecidos en toda Europa inmediatamente después del Holocausto.

Las personas que acogían a los niños en los refugios no eran mucho mayores, normalmente de 17 a 25 años. Muchos eran antiguos guías y miembros de movimientos juveniles pioneros. Su inexperiencia en el cuidado formal de niños se veía compensada por el hecho de que ellos también eran sobrevivientes del Holocausto y podían empatizar con ellos. Estos albergues infantiles eran la última parada antes de emigración a Palestina, o a otros destinos.

Estos niños no iban a la escuela, no podían jugar, ni ser mimados por sus familias, ni vivir en un entorno seguro. Para muchos, las fotos que se muestran en la exposición son sus únicas imágenes de la infancia. Los rostros sonrientes pueden ser engañosas. Detrás de ellos hay terribles historias.

Niños de un hogar infantil de Blankenese dan un paseo por el Elba. Crédito: Archivo de Yad Vashem
Niños de un hogar infantil de Blankenese dan un paseo por el Elba. Crédito: Archivo de Yad Vashem
Niños con cuidadores en Zabrze, Polonia. Crédito: Archivo Yad Vashem
Niños con cuidadores en Zabrze, Polonia. Crédito: Archivo Yad Vashem

Muchos eran huérfanos y se habían convertido en “adultos en cuerpos de niños”, como ellos mismos comentaban.

“Los que sobrevivieron bajo identidades supuestas y gracias a la generosidad de extraños vivían con el temor de que se descubriera su identidad judía, de que sean delatados y de que se les capturara y sean llevados junto con sus salvadores”, explica Yad Vashem.

Vivían con el temor de que las personas que los ocultaban se cansaran de ellos o se asustaran demasiado para retenerlos; tenían que cambiar sus hábitos, renunciar a sus padres, a sus nombres, a su religión y a veces a su lengua materna. “Para sobrevivir, aprendieron a callar, a reprimir sus sentimientos y a no confiar en nadie”, dice el sitio web.

Renee Kochman (Renia Baff), quien vivió en un hogar para niños en Blankenese, Hamburgo, escribió después del Holocausto: “Salí de los campos de exterminio tras soportar la experiencia más terrible jamás registrada en la historia, dañada en cuerpo y espíritu. Luego de pérdidas indescriptibles, mi familia, mi infancia y mis amigos, me sentí abrumada por el dolor emocional y físico. El Kinderheim [hogar para niños] de Blankenese me devolvió parte de mi infancia perdida. Se convirtió en mi hogar. Mis profesores y las otras chicas que conocí fueron mis amigos y mi familia”.

Entre los hogares infantiles que se ven en la exposición destaca el de Zakopane, Polonia, dirigido por Lena Kuchler, que más tarde se hizo famosa gracias a su libro “Mis 100 hijos”. También es interesante la historia de Yeshayahu Drucker, miembro de la capellanía del ejército polaco, que recogió niños judíos de los cristianos y los llevó a un hogar infantil en Zabrze como un “proyecto de redención de niños” de un solo hombre.

La aldea juvenil de Hungría, creada por el movimiento juvenil sionista religioso Bnei Akiva, es una excepción. Los niños que se alojaban allí disfrutaban de una finca con piscina, un lago artificial e incluso una isla privada.

“Esta exposición arroja luz sobre lo que los niños judíos tuvieron que soportar para sobrevivir y luego reconstruir sus vidas”, afirma Dana Porat, Directora del Departamento Digital de la División de Comunicaciones de Yad Vashem. “Pero, sobre todo, cuenta la historia de la resiliencia de estos niños”.

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