Enlace Judío México e Israel – Cada 27 de enero se conmemora la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau y con él la memoria de las víctimas del Holocausto. Los 6 millones de judíos que fueron sistemáticamente aniquilados, y los supervivientes que tuvieron que hacer frente al horror de lo que habían vivido, al dolor de haber visto padres, hijos, hermanos y amigos convertidos en cenizas, y quizá lo más difícil de todo, tener que seguir viviendo, intentando entender lo incomprensible.

BLANCA NAVARRO, DIPUTADA DE CIUDADANOS EN EL PARLAMENTO DE CATALUÑA

Que un estado democrático, uno de los más cultos y desarrollados del mundo, hubiera planificado y ejecutado la deshumanización de hombres mujeres y niños por el único y simple hecho de profesar una religión y compartir una cultura, el judaísmo. Desposeídos de su condición humana, señalados, perseguidos y asesinados bajo el amparo de un discurso antisemita repetido y validado por los medios de comunicación, y el silencio de tantos, que siendo conocedores de lo que estaba pasando, eligieron la indiferencia.

No hace mucho, poco antes de la pandemia, pude visitar Yad Vashem. Cuando salí de allí, sobrecogida por las imágenes, las sensaciones y los recuerdos de tanto sufrimiento, me llevé conmigo una pregunta sin respuesta. ¿Cómo es posible la racionalización del odio hasta abrazar la barbarie? ¿Cómo pudo una sociedad, consciente de los que estaba sucediendo mirar hacia otro lado? No solo la sociedad alemana del Tercer Reich, no. Europa entera. Los nombres de las victimas gritan clamorosamente con su silencio la atrocidad de lo inexplicable.

Como no podía ser de otro modo, el pueblo judío asumió la difícil tarea de mantener viva la memoria de los que murieron. Generaciones enteras de amigos judíos que nos explican cómo sus antepasados, sus abuelos, sus tíos abuelos, huyeron, cruzaron Europa, fueron a América escapando del terror, y como muchos de ellos no lo consiguieron. Nos cuentan las historias de sus padres, que sobrevivieron a la crueldad, emigraron a Israel y se reencontraron y construyeron un Estado para que todos los judíos del mundo tuvieran siempre un lugar donde ir. Y generosamente también, el pueblo Judío asumió la difícil tarea de mantener viva la memoria para recordar a la humanidad entera lo que no debe volver a suceder y reparar el mundo.

Los que no somos judíos debemos participar en esa tarea. Porque el Holocausto y su atrocidad inconcebible,  forma parte de nuestra historia y nos interpela a todos. Debemos mantener viva la memoria por los que vieron arrebatada su vida y también por los que vendrán, por nuestros jóvenes. Debemos mantener la memoria de lo que sucedió, para que, de las vidas arrebatadas aprendamos la lección de lo que no tiene que volver a suceder.

Por desgracia el antisemitismo sigue siendo presente. Por desgracia los discursos de odio siguen validando atrocidades. Por desgracia sigue siendo imprescindible el compromiso con los valores que garantizan la convivencia y la tolerancia.

Con estas líneas quiero rendir un humilde homenaje a las víctimas de la Shoá. La llama de mi vela encendida para mantener viva la memoria.


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