Enlace Judío México e Israel – Hace 78 años, el sábado 28 de febrero las mujeres alemanas “arias” de Rosenstrasse fueron la excepción a la obediencia ciega que exigía el nazismo.

Dedicado a Stefanie Neuhauser, a todas las mujeres de Rosenstraße (Rosenstrasse) y al sacerdote católico, Bernhard Lichtenberg.

Durante el nazismo no hubo ni una sola manifestación ni huelga contra el régimen por el trato dado a los judíos, deshumanización, expropiaciones, despidos, arianizaciones, concentraciones, expulsiones, hacinamiento, enfermedades y muertes en guetos, confiscaciones, reducción de los alimentos, deportaciones ante las que los conciudadanos alemanes “arios” permanecían en sus portales y al ver los desfiles de los desdichados expresaba su alegría insultando a los judíos que marchaban a los campos de concentración y exterminio, operaciones de exterminio, fusilamientos, campos de concentración, el marcado, esclavización y trabajos forzados, selección, asesinatos masivos, experimentos médicos y campos de exterminio, marchas de la muerte, cámaras de gas y hornos crematorios.

Todo esto fue llevado paulatinamente a lo largo del “reinado de la muerte” del nazismo, con la plena aquiescencia y complicidad silenciosa de la mayoría absoluta de la población alemana.

La destrucción de los judíos no fue un hecho aislado. Estuvo inmerso en un entorno de acciones contra diversos grupos. Estas medidas estaban diseñadas para infligir la muerte. Esta destrucción más amplia fue refrendada por numerosos decretos característicos del proceso de destrucción antijudío, tales como la definición de quién era judío, los impuestos especiales, el marcado, la restricción de los movimientos. En la medida en que la matanza se dirigió contra no judíos, el acto fue llevado a cabo antes de la aniquilación de los judíos y durante la misma, con los mismos medios y a menudo por el mismo personal. Las actividades destructivas, conocidas por el pueblo alemán, abarcaron personas aquejadas de enfermedades o discapacitadas, aquéllos considerados amenazadores o peligrosos debido a su comportamiento y los pertenecientes a determinadas nacionalidades, en particular, los judíos.

El régimen nazi empleó por primera vez la cámara de gas para exterminar en el programa de eutanasia a unos 100.000 adultos y niños alemanes con deficiencias psíquicas o enfermedades incurables, esta operación causó temores respecto a la posible inclusión de ancianos, recelos que se manifestaron en algunos parientes de estas cien mil personas exterminadas y en una ocasión en un sermón del obispo católico Graf von Galen.

El Ministerio de Justicia alemán centró su atención en el asunto de la fealdad, de las personas cuya apariencia física no entraba en los cánones de belleza nazi. [1]

Las autoridades alemanas se ocuparon públicamente de aquellos cuya conducta se consideraba una amenaza para la sociedad alemana. Eran considerados peligrosos los comunistas, los opositores políticos, los Testigos de Jehová, los delincuentes habituales, los “asociales”, los “vagos” y los hombres homosexuales. Para ellos se crearon los campos de concentración.

Las acciones basadas en criterios nacionales o étnicos constituyeron una empresa mucho más amplia. Se trataba de establecer una auténtica jerarquía de naciones dentro de Alemania y de los territorios ocupados, lo que implicaba a decenas millones y centenares de millones. Se hicieron distinciones entre estos pueblos, y de tales distinciones derivaron muchas consecuencias. Los que estaban más arriba de la escala racial eran los alemanes “arios” y los habitantes de etnia alemana que residían fuera de Alemania y culturalmente alemanes. La siguiente categoría fue la denominada “germánica”: noruegos, daneses, holandeses y flamencos, la capa intermedia abarcaba desde checos, franceses y valones a griegos y serbios. La categoría inferior de este agregado de naciones eran los italianos, y los españoles aún más abajo. La capa inferior incluía a los europeos orientales. Más abajo estaban los romá y los sinti, conocidos popularmente como gitanos. Los Mischlinge (hijos de matrimonio mixto judío-alemán “ario”) tenían una categoría inferior que los gitanos puros. Al final de las categorías estaban los judíos, a ellos estaba reservada la solución más global, y la expresión de “todos los judíos” definía la naturaleza de la completa jerarquía racial.

Walter Buch, el Juez Supremo del Partido Nazi, dejó bien claro en su artículo en la entonces respetada publicación Deutsche Justiz que “no puede considerarse que el judío, esa “criatura maligna” tenga siquiera parentesco con las razas “inferiores”: El nacionalista ha reconocido que el judío no es un ser humano. Los judíos no pertenecen a la jerarquía de la especie humana, sino a una raza “sui generis, una antirraza (Gegenrasse), son Untermensch-subhumanos”.

De hecho, los alemanes consideraban a los judíos muy capacitados, muy inteligentes y hábiles. Según Hitler “las cualidades mentales de los judíos se han ejercitado en el transcurso de muchos siglos. Hoy pasa por inteligente, algo que en cierto sentido ha sido siempre. El judío inteligente confabula diabólicamente para perjudicar y engañar a los alemanes”.

Himmler en una conferencia ante los generales de las SS en 1938 dijo que los “judíos son la materia prima de todo lo negativo -Urstoff alles Negativen-” y que los judíos combinaban gran inteligencia y astucia y una malevolencia implacable, por lo que eran los enemigos más mortíferos para Alemania

A estos, “todos los judíos” era un deber moral, exterminarlos y destruirlos por el “bien” de Alemania.

El régimen nazi tuvo que enfrentarse a los problemas psicológicos que causaba a los centenares de miles de soldados y de las SS el proceso de destrucción de los judíos. El 15 de agosto de 1941, el responsable máximo de las SS y de la Policía en Rusia Centro, Von dem Bach, conmocionó a Himmler después haber sido ejecutados un centenar de judíos, con el siguiente comentario: “Mire los ojos de los hombres de este Kommando, lo profundamente agitados que están. Estos hombres están acabados para el resto de vida. ¿Qué tipo de seguidores estamos creando aquí? ¡Neuróticos o salvajes”. [2]

Himmler se conmovió visiblemente y pronunció un discurso para los soldados alemanes y las SS presentes, les dijo que estaban llamados a desempeñar el más repulsivo (widerliche) deber, y que no le gustaba que los alemanes lo realizasen alegremente, y que la conciencia de los soldados alemanes no estaba dañada en absoluto ya que eran soldados que tenían que cumplir incondicionalmente todas las órdenes, y que él (Himmler) era el único responsable ante Dios y ante Hitler de todo lo que estaba ocurriendo y que él mismo odiaba este sangriento asunto y que se había conmovido hasta el fondo de su corazón pero que también él obedecía la ley más elevada al cumplir con su deber, y actuaba con profundo conocimiento de que el exterminio de judíos era necesario, así como en la naturaleza, las ratas (los judíos) tienen un propósito vital, pero los judíos eran las ratas que destruían el granero (Alemania) y el campesino (los soldados alemanes y las SS) tenían el deber de matar a todas las ratas, y a sus crías (los judíos y sus bebés) para salvar el granero, pero el campesino no tiene placer en matar las ratas ni sus crías, lo hace por un deber, así los soldados alemanes y las SS tenían ese sagrado deber por el futuro de Alemania.

Para evitar el “sufrimiento” emocional de los soldados y SS cuando ejecutaban a bebés, niños, madres, jóvenes, adultos y ancianos judíos, los dirigentes nazis establecieron una línea drástica entre las muertes ejecutadas por orden militar y las muertes inducidas por el deseo sádico. Si se hallaban motivos egoístas, sádicos o sexuales debería imponerse un castigo por el asesinato o el homicidio, de acuerdo con los hechos. Las ordenes de ejecuciones de judíos eran competencia de las autoridades en el terreno, lo que descargaba emocionalmente a los soldados alemanes en sus asesinatos. Concluido el proceso destructivo de vidas humanas, Hitler comentó en su testamento que los “criminales” judíos habían “expiado” su “culpa” por “medios humanos”. Se refería a la “humanidad” de los soldados alemanes y las SS.

Para aligerar la “carga emocional” de los soldados alemanes y las SS que suponía las ejecuciones de indefensos judíos, Himmler buscó un método que disminuyera el estrés emocional de los verdugos alemanes por lo que se crearon los furgones de gas y las cámaras de gas utilizando el gas Zyklon B (ácido cianhídrico).

En opinión de Himmler, sus SS y Policía alemana habían capeado el proceso de destrucción. En octubre de 1944, cuando se dirigía a sus altos comandantes les dijo: “La mayoría de vosotros sabéis lo que significa tener delante 100 cadáveres, o 500, o 1.000. Haber soportado esto y -aparte de las excepciones causadas por la debilidad humana- haber conservado la decencia, nos ha enfurecido. Ésa es una página de gloria jamás escrita en nuestra historia alemana y que jamás se escribirá”. [3]

Los informes sobre las matanzas de judíos perpetradas por los soldados alemanes y las SS en el Este abundaban en Alemania. El grado de entusiasmo que los alemanes expresaban, su evidente falta de compasión por aquellas personas desamparadas que habían vivido entre ellos, que habían sido sus médicos, maestros, abogados, compañeros de trabajo, amigos, y la ausencia de una desaprobación generalizada y de oposición a las deportaciones indican que los alemanes estaban de acuerdo con aquellas medidas para lograr una Alemania judenrein, libre de judíos, a pesar de la matanza de estos.

“Esta gente (los judíos) debe desaparecer de la faz de la tierra”. Heinrich Himmler. Discursos a los dirigentes del Partido Nazi. Posen, 6 de octubre de 1943.

Cuando se considera el número de personas que participaron en la empresa genocida nazi, que sirvieron en esas instituciones, y cuando también se tiene en cuenta el número todavía mucho mayor que trabajó en la totalidad del sistema de dominio, en los más de diez mil campos identificados hasta ahora, la conclusión ineludible es que el número de alemanes que contribuyeron a la criminalidad fundamental del régimen, y de manera más amplia, que tuvieron conocimiento de lo que ocurría, es asombroso. Y es muy poco lo que se sabe de ellos, como afirma Daniel Jonah Goldhagen en su libro “Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto”.

Debido a que las actas de los tribunales de las SS y la policía alemana demuestran que nadie fue ejecutado jamás o enviado a un campo de concentración por negarse a matar judíos, debido a que la intervención personal de Himmler en la confirmación de las sentencias de muerte dictadas contra miembros de las SS excluía la posibilidad de ejecuciones sumarias, y sobre todo, debido a que nadie ha presentado jamás un solo ejemplo comprobado de que alguien fuese fusilado o enviado a un campo de concentración por no haber cumplido una orden de ejecución, a pesar del enorme esfuerzo que se hizo para sacar tales casos a la luz (se permitió a los abogados defensores en los juicios de Nüremberg que entraran en los campos de internamiento de las SS en busca de ejemplos) y el enorme incentivo que tenían todos los perpetradores para aportar tales pruebas, podemos llegar a la conclusión de que la probabilidad de que cualquier hombre de las SS sufriera jamás semejantes castigo por negarse a matar judíos es pequeña. De hecho, la abundancia y la solidez de las pruebas justifican la conclusión de que jamás ocurrió tal cosa, subraya Goldhagen.

En toda Alemania, nadie se manifestó públicamente en contra de la política de destrucción de los judíos, salvo un sacerdote católico, Bernhard Lichtenberg, que oró por los judíos en la catedral de St. Hedwig, en Berlín. Oró no sólo por los judíos bautizados, sino por todas las víctimas judías. En la prisión declaró que la postura del Estado nacionalsocialista en la cuestión judía contradecía el deber cristiano de amar al prójimo. Fue sentenciado a dos años de cárcel. A su liberación, la policía se hizo cargo de él, y Lichtenberg murió de camino a un campo de concentración.

Las Leyes de Nuremberg de septiembre de 1935 criminalizaron las relaciones sexuales entre judíos y no judíos como “contaminación racial”. Tras el pogromo de la Kristallnacht de noviembre de 1938, la Gestapo inició una campaña para amenazar y engatusar a las mujeres alemanas “arias” casadas con judíos para que se divorciaran, sus hijos eran considerados “Mischlinge”. Para el otoño de 1941, las regulaciones requerían que los judíos usaran la estrella de David en público y prohibían las relaciones amistosas con los judíos. Muchos padres y parientes de mujeres alemanas “arias” casadas con judíos las abandonaron y vecinos y compañeros de trabajo que alguna vez fueron amigos las rechazaron. [4]

El sábado 27 de febrero de 1943, la Gestapo en la Alemania nazi inició la “Redada final de judíos de Berlín”, arrestando a todos los judíos en la ciudad de Berlín. Muchos de estos judíos estaban casados con mujeres alemanas “arias” o eran hijos de tales matrimonios mixtos. Cuando estos judíos casados no regresaron a casa después de la acción de arresto, sus esposas descubrieron más tarde que sus maridos habían sido encarcelados en Rosenstrasse (calle de las rosas) números 2-4, un centro comunitario judío. Cuando las esposas llegaron a Rosenstrasse para buscar a sus maridos, fueron bloqueadas por guardias de las SS armados. Algunas mujeres comenzaron a cuestionar y quejarse a los guardias y otras se unieron, accediendo a regresar la Rosenstrasse al día siguiente.

En la mañana del 28 de febrero, las esposas se reunieron nuevamente en Rosenstrasse para exigir el regreso de sus maridos judíos. El grupo gritó continuamente ¡Queremos que nuestros maridos regresen! y ¡Dejen salir a nuestros maridos! ¡Devuélvanos a nuestros hombres! En este primer día de protesta la multitud llegó a entre 600 y 1000 personas.

Las activistas continuaron su manifestación a pesar de que la ley lo prohibía, las tropas de las SS dispararon al aire en señal de advertencia y amenazaron con arrestarlas y ejecutarlas.

Durante toda la protesta y en los días siguientes las mujeres continuaron cantando, cantando y cogiéndose de las manos en solidaridad, exigiendo el regreso de sus maridos. Pero muchas mujeres persistieron y esperaron día y noche en Rosenstrasse. Había un ir y venir constante, se traían y se repartían bebidas y comida entre sí.

Debido a que una ley del régimen nazi prohibía cualquier manifestación no nazi como esta protesta, la Gestapo se presentó en el lugar e intentó localizar a los organizadores, pero no tuvieron éxito.

A pesar de los intentos de la Gestapo de detener las manifestaciones bloqueando las carreteras y el transporte a la zona, las manifestantes regresaron a Rosenstrasse nuevamente al día siguiente, 1 de marzo. No obstante, esa tarde las tropas de las SS deportaron con éxito a más de 1700 judíos de los centros de detención en todo Berlín, incluyendo Rosenstrasse, al campo de exterminio de Auschwitz.

Esa noche, la Fuerza Aérea Británica comenzó su primer bombardeo de Berlín y al día siguiente se deportó a Auschwitz a más judíos no casados, mientras que las manifestantes en Rosenstrasse continuaron su protesta. El 4 de marzo, la Gestapo deportó con éxito a 13 de los judíos casados entre sí al campo de trabajo de Auschwitz.

Mientras las mujeres continuaron protestando en Rosenstrasse hasta el 6 de marzo, el liderazgo alemán finalmente cedió, incluso cuando 25 de los maridos judíos estaban siendo deportados a Auschwitz. El ministro de Propaganda nazi, Goebbels, liberó a los judíos matrimonios mixtos restantes en un intento por mantener el rostro de conformidad en Berlín. Las protestas de las mujeres arias contra el internamiento de sus maridos judíos habían mostrado una abierta disidencia hacia el programa nazi y para Goebbels (con la aprobación de Hitler), era más importante eliminar esta disidencia liberando a esos judíos que permitir que tal disidencia fuera visible para los judíos, otros alemanes u organismos internacionales. También fueron devueltos 35 judíos casados con alemanas “arias” que ya habían sido enviados a Auschwitz.

Estas mujeres alemanas “arias” no sabían si serían ametralladas por las SS, pero las manifestaciones en favor de sus maridos judíos consiguieron que el régimen aplazase la deportación, pensando ejecutarlos una vez ganada la guerra, y lo más probable también a ellas. Pero los nazis no ganaron la guerra, B¨H.

Las mujeres y los niños reunidos en la calle no podían estar seguros de que las SS se mostrarían reacias a abrir fuego contra civiles alemanes por razones de relaciones públicas. Nunca había habido una manifestación a favor de los judíos en la Alemania nazi en tiempos de guerra; no había experiencia en la que basarse.

Hasta el final de la guerra, las parejas judías de “matrimonios mixtos” vivían en un creciente aislamiento social y bajo el riesgo constante de deportación tan pronto como los cónyuges “arios” murieran. Las autoridades nazis discutieron repetidamente los divorcios forzosos. A principios de 1945, la Oficina de Seguridad Principal del Reich decidió transportar a todos los judíos casados con mujeres alemanas “arias” a Theresienstadt. La deportación fracasó debido a la insuficiente capacidad de transporte, por lo que 4.000 judíos de “matrimonios mixtos” sobrevivieron en Berlín.

El extraordinario valor de aquellas mujeres alemanas “arias” de Rosenstrasse que, por primera y única vez en la Alemania nazi, se encontraron cara a cara con las SS armados, salvó las vidas de sus maridos. Si hubiera habido manifestaciones de población alemana contra el exterminio de judíos, exterminio conocido por la población alemana en general, el régimen habría tenido enormes dificultades para aplicar la “Solución Final” y se hubieran salvado muchísimas vidas humanas.

El periodista Georg Zivier, un judío encarcelado en Rosenstrasse, cuya esposa alemana “aria” era una de las manifestantes, ensalzó la protesta inmediatamente después de la guerra como una “llamarada de una pequeña antorcha que podría haber encendido una resistencia general a la tiranía arbitraria”, si el público alemán se había unido.

Un miembro de la Gestapo que sin duda habría deportado a los judíos encarcelados en Rosenstraße número 2-4, para ser exterminados quedó tan impresionado por las mujeres en las calles que tuvo un gesto de solidaridad con un judío a punto de ser liberado, al levantar las manos en señal de victoria y pronunciar con orgullo: “Serás liberado, tus familiares protestaron por ti. Eso es la lealtad alemana”.

¿Qué lealtad alemana tuvo el resto del pueblo alemán con sus conciudadanos judíos?

30 de enero de 1939: Durante un discurso ante el Reichstag el día del aniversario de su ascenso al poder, Hitler predijo que en caso de que se declarara una guerra mundial, no conduciría a una “bolchevización” de Europa, sino a el exterminio de los judíos europeos.

18 de diciembre de 1941: durante una reunión entre Hitler y Himmler se autoriza la Solución Final de la Cuestión Judía mediante el exterminio de judíos. Hitler simplemente definió un principio: el cambio en la naturaleza de lo que los nazis llamaron la “Solución Final a la Cuestión Judía” que, en este punto, se encaminó hacia la completa exterminación. Los métodos de implementación de este principio, su programación y planificación se dejaron a los protagonistas de campo en el nivel central – Himmler, Heydrich, pero también los diferentes protagonistas de las políticas antijudías – y en el nivel local – esto esencialmente involucró a las instituciones de ocupación.

Durante la conferencia de Wannsee que tuvo lugar el 20 de enero de 1942 y en toda Europa se puso en marcha un plan para exterminar a los judíos.

“Tu amigo tiene un amigo y el amigo de tu amigo tiene otro amigo; por consiguiente, sé discreto.”

Después de la guerra, muchos alemanes afirmaron que ignoraban los crímenes perpetrados por el régimen nazi, utilizando a menudo la frase estereotipada “davon haben wir nichts gewusst” (“no sabíamos nada de eso”).

Pero en realidad a pesar de la alegada “ignorancia” del “no sabíamos nada de eso” la mayoría de alemanes sabía del Holocausto como lo destacaron el jueves 3 de septiembre de 202o los productores del nuevo y escalofriante documental “Final Account“, del director británico Luke Holland en el que entrevistó a más de 300 ancianos alemanes y austriacos.

El productor de la película documental, Sam Pope, señaló que el increíble testimonio que obtuvo Holland -que falleció en junio- fue gracias a que pasó años de su vida ganándose la confianza de estas personas. El documental muestra que de entre estos alemanes y austríacos muchos luchaban con sus conciencias, otros no se arrepintieron y estaban orgullosos de haber servido en las SS, “en la que se podía confiar al 100% en todos los hombres”, dijo uno de ellos, otros negaron el Holocausto, aunque admitieron abiertamente que sabían de masacres. “No culpes a Hitler”, señaló uno. “La idea era correcta, pero los judíos deberían haber sido expulsados del país”, en lugar de matarlos, añadió.

No obstante, Sam Pope dijo que las entrevistas con no combatientes, en particular mujeres, desmienten la idea de que era poca la gente corriente, tanto en Alemania como en Austria, que sabía lo que estaba ocurriendo. Como si fuera una muletilla, muchos afirmaban que “fue después de la guerra cuando nos enteramos de estos horribles crímenes”, declaró el productor ante periodistas.

¿Qué sabían los alemanes sobre el Holocausto?

Sabían mucho, y lo supieron desde el principio, ya a fines de 1941. Los informes del Servicio de Seguridad de las SS son reveladores, que pintan una imagen muy realista, tan realista que el liderazgo nazi los suprimió en 1944. Allí se entera de que, por ejemplo, en la ciudad westfaliana de Minden en diciembre de 1941, se sabía que los judíos estaban siendo transportados al Este en vagones de ganado, tenían que trabajar allí o eran fusilados. Casi nadie se sorprendió. Fue aceptado, como demuestra Raul Hilberg en su obra “La destrucción de los judíos europeos”.

El pueblo alemán tuvo conocimiento del exterminio de judíos, aunque no necesariamente todos los detalles. Si alguien quería saber algo, le bastaba escuchar a Hitler quien usó la misma frase cinco veces en 1942, es decir, que “los judíos se habrían reído antes de su profecía de que destruiría a los judíos. Luego, a medida que se extendía la guerra, se habrían reído un poco más. Pronto nadie se reiría más”.

La Profecía de Hitler databa del 30 de enero de 1939 en la que durante un discurso ante el Reichstag el día del aniversario de su ascenso al poder, Hitler predijo que en caso de que se declarara una guerra mundial, no conduciría a una “bolchevización” de Europa, sino a el exterminio de los judíos europeos, lo que los diarios de la época muestran que para los alemanes estaba claro que Hitler se refería al exterminio de los judíos.

A pesar de que el régimen nazi prohibió estrictamente hablar de los detalles del exterminio a los hombres de las SS en Auschwitz no se les permitió decir una palabra sobre lo que estaba sucediendo allí. Pero tuvieron visitas de sus esposas, hijos y amigos, que se quedaron allí durante semanas y luego regresaron al Reich. Un asesinato en masa de esta magnitud no se podía mantener en secreto. El comandante de Auschwitz, Höss, también lo sabía.

Hitler fue la figura central. Y que la decisión de exterminar a los judíos se tomará a fines de 1941. En diciembre de 1941, Estados Unidos entró en guerra, y al mismo tiempo comenzó en Moscú la primera contraofensiva de la Unión Soviética, Durante estas semanas Hitler habló incesantemente sobre los judíos, no solo en público, sino también durante las discusiones de mesa.

El asesinato en masa de los judíos de Europa era un secreto a voces entre la población alemana

El conocimiento contemporáneo del Holocausto se convirtió en un tema de investigación especial en la historia contemporánea desde la década de 1990. Según la evaluación unánime de investigaciones recientes, las declaraciones hechas por los alemanes en el período de posguerra de que nadie sabía nada sobre el Holocausto representa una afirmación protectora, de no asumir responsabilidades. De hecho, aunque muchos alemanes miraban deliberadamente para otro lado, el asesinato en masa de los judíos de Europa era un secreto a voces en la población alemana.

Para los funcionarios de alto rango del NSDAP (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei, Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) y los empleados de las autoridades de la Alemania nazi, la intención de exterminar a los judíos se expresó casi abiertamente desde el otoño de 1941. A más tardar desde la Conferencia de Wannsee en enero de 1942, los niveles superiores de los ministerios y las autoridades nazis habían sido informados de los planes para la deportación de millones de judíos a campos de trabajo y exterminio. Los participantes de la conferencia eran conscientes de que la “Solución Final” significaba la aniquilación, como testificó el organizador y registrador de la conferencia, el “asesor de la cuestión judía” Adolf Eichmann, en su juicio de 1961 en Israel. En el segundo de sus “Discursos Posener”, Heinrich Himmler dijo al Gau y al Reichsleiter reunidos el 6 de octubre de 1943: “La frase ‘Los judíos deben ser exterminados” en sus pocas palabras, señores, es fácil de pronunciar. Para los que tienen que hacer lo que les piden, es lo más duro y difícil que hay. […] Ahora lo sabes y te lo guardas para ti. Quizás en un tiempo muy posterior uno pueda considerar si contarle un poco más al pueblo alemán al respecto. Creo que es mejor que nosotros, como un todo, hayamos llevado esto por nuestra gente, nos hayamos responsabilizado (de un acto, no solo de una idea) y luego nos llevemos el secreto a la tumba”. [5]

Los prisioneros aislados que lograron escapar de los campos de exterminio transmitieron esta información a los movimientos de resistencia y gobiernos extranjeros.

Los conductores de trenes de deportación y otros empleados ferroviarios llegaron a las inmediaciones de los sitios de exterminio industrializados. La empresa de Erfurt Topf and Sons, originalmente constructores de hornos, participó en la construcción, puesta en servicio y mantenimiento de hornos de incineración y el sistema de ventilación para cámaras de gas en Birkenau. Varios empleados conocidos por su nombre permanecieron en Auschwitz durante días. Vieron los planos de construcción e instalaron el sistema de ventilación y los hornos crematorios.

Informes de la misma prensa nazi

Al mismo tiempo, la política de información nazi, con referencias generales en periódicos y noticias semanales que sugerían el exterminio organizado de los judíos, creó deliberadamente una especie de conocimiento de los alemanes. En discursos difundidos por todo el Reich, Adolf Hitler habló abiertamente de la “aniquilación” de los judíos, que había “profetizado” el 30 de enero de 1939, en caso de una nueva guerra mundial. Volvió a esto varias veces hasta 1943 – cinco veces solo en 1942 – con la misma redacción: De los judíos que solían reírse de él por su “profecía”, muchos ya no se reirían ahora; pronto, según Hitler, ninguno de ellos se reiría más. La prensa alemana también mencionó a menudo estos discursos.

Todos los radioyentes alemanes de los discursos entendieron que Hitler se refería al exterminio en curso de los judíos: entre ellos, el obispo de Osnabrück, Hermann Wilhelm Berning, para quien estaba clara la ejecución de la intención de exterminio de Hitler en febrero de 1942. [6]

Desde la primera ola de vacaciones de los soldados de la Wehrmacht tras el ataque a Polonia en el invierno de 1939/40, se filtraron más y más detalles sobre el extermino de judíos en las áreas ocupadas por la Wehrmacht. Los alemanes involucrados en las ejecuciones masivas contra judíos indefensos informaron esto a sus familiares por cartas o durante sus vacaciones en casa. En relación con los comunicados de prensa, la “propaganda susurrante” dio gradualmente ideas cada vez más precisas de lo que les sucedió a los judíos “en el Este”. Las deportaciones de las principales ciudades alemanas, que comenzaron en octubre de 1941, tuvieron lugar en público en lugares de reunión y estaciones de tren y, a menudo, fueron acompañadas por un gran número de espectadores. [7]

El establecimiento de guetos y grandes campamentos también se anunció públicamente en Alemania. Para la mayoría de los alemanes, sin embargo, su propósito estaba encubierto y velado con el típico lenguaje de camuflaje nazi. Los transportes se hicieron pasar por “reasentamiento” o “evacuación” y fueron acompañados de intensa propaganda. Los judíos alemanes fueron descritos como “enemigos del pueblo”, criminales o aliados de los opositores a la guerra, que por lo tanto no merecían ningún “trato preferencial”. [8]

El flujo de información sobre los asesinatos de los Einsatzgruppen y los crímenes de la Wehrmacht alcanzó tal nivel en 1942 que el gobierno tomó medidas en su contra utilizando los medios del derecho penal político. Para ello, se basó en la Ley Dodge de 1934 y la Ordenanza especial de derecho penal de guerra de 1938. La transmisión de información correcta se amenazó con el encarcelamiento o la “custodia protectora” como “difusión insidiosa de mentiras atroces”. Sin embargo, tampoco se iniciaron muchos procedimientos para mantener el secreto con el que el régimen nazi rodeó la matanza masiva en el Este.

El nivel de conocimiento de las personas individuales se hace evidente a través de archivos, diarios y cartas judiciales y policiales.

La escucha de emisoras extranjeras estaba muy extendida, la mayor parte del interés de los oyentes, especialmente después de 1943, se relacionó con las líneas del frente. A partir de julio de 1942, la BBC transmitía detalles sobre el exterminio de judíos, regularmente también en alemán. Un informe anterior dio las primeras cifras sin concluir que estaban destinadas a ser exterminadas: “Una comisión internacional da las siguientes cifras. En Alemania, de los aproximadamente 200.000 judíos que estaban allí en 1939, al menos 160.000 fueron deportados o perecieron. En Austria no hay más de 15.000 de los 75.000 judíos, en Bohemia y Moravia, donde también había 80.000 judíos, ahora hay alrededor de 10.000″.

Thomas Mann, ensayista y escritor alemán premio Nobel de Literatura en 1929 que cuando Adolf Hitler llegó al poder en 1933, huyó a Suiza y al estallar la Segunda Guerra Mundial en 1939, se trasladó a los Estados Unidos y luego regresó a Suiza en 1952. Mann es uno de los exponentes más conocidos de la llamada Exilliteratur, literatura alemana escrita en el exilio por quienes se oponían al régimen Hitler, mencionaba el asesinato de judíos muchas veces en sus discursos de la BBC, ya en noviembre de 1941, junto con los crímenes cometidos contra enfermos mentales, serbios y polacos. El gas venenoso lo menciona por primera vez en la transmisión de enero de 1942, y en septiembre de 1942 Mann habla de asesinatos en masa con gas venenoso y de la “decisión maníaca de erradicar por completo a los judíos europeos”. [9]

En un artículo en el diario Danziger Vorposten del NSDAP del 13 de mayo de 1944, escrito por Wilhelm Löbsack, jefe de capacitación regional, se decía que el judaísmo había “registrado más pérdidas importantes …” que “las áreas centrales de la aglomeración judía” en Polonia y ahora en Hungría han sido “neutralizadas” y “cinco millones de judíos han sido eliminados”. [10]

El grupo alemán de resistencia no violenta contra el nazismo Weißen Rose también informaba en sus folletos sobre el asesinato y extermino de judíos perpetrados por los nazis.

En los dos últimos años de la guerra, las revistas nazis publicaron detalles más claros para los miembros del partido y del régimen. La política de secreto anterior por parte de la Wehrmacht se relajó, y en 1943 hubo un verdadero “turismo de ejecución” (Ernst Klee) de perpetradores que querían presenciar un tiroteo masivo. [11]

Sin embargo, los campos de exterminio todavía estaban protegidos.

El obispo regional Theophil Wurm escribió el 21 de septiembre de 1944 a un pastor de los cristianos alemanes: Todo el mundo sabe o puede saber cómo el Tercer Reich trató a los judíos, especialmente desde la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 y durante la guerra hasta el Exterminio completo fuera de Polonia y Rusia. Tampoco debe ignorarse que en los territorios ocupados se han cometido graves injusticias contra personas completamente inocentes mediante la reintroducción del sistema de rehenes que era habitual en tiempos bárbaros. Luego recuerdo el asesinato sistemático de enfermos mentales y todo el sistema de la Gestapo y los campos de concentración, el hecho de que ya no hay un poder judicial independiente … Solo pregunto: ¿Puede un cristiano esperar bendiciones para un pueblo que ha dejado que todo esto suceda …? [12]

Franz Josef Strauss (1915 – 1988) presidente del partido alemán CSU [Unión Social Cristiana de Baviera] desde 1961 hasta su muerte, escribió en sus memorias que, como soldado de la Wehrmacht, había sido testigo de fusilamientos masivos de judíos en el frente del Este en varias ocasiones.

Se sabe desde 2011 al evaluar las conversaciones interceptadas entre los prisioneros aliados, que la mayoría de los soldados de la Wehrmacht conocían el Holocausto en todas sus formas. Los observadores contaron a sus compañeros en detalle sobre los tiroteos masivos, sobre los problemas de los tiradores con el “esfuerzo excesivo” al matar, especialmente de niños pequeños, desde camionetas de gas, sobre los cadáveres quemados durante la Operación 1005. En muchos casos, soldados y residentes fueron invitados por SS oficiales a vigilar, por lo que se llegó a un “turismo de ejecución”. [13]

Después de que fracasara la invasión de Inglaterra, Hitler convenció al Alto Mando alemán de prepararse para la conquista de la Unión Soviética. En esta decisión predominaron consideraciones estratégicas, como la apropiación de los inmensos recursos de este país para utilizarlos contra Inglaterra. Marchando hacia el Este para conquistar su “espacio vital”, los nazis también estaban aplicando una cosmovisión colonial a Europa del Este, lo que los llevó a aspirar a esclavizar a las poblaciones eslavas caídas bajo su control. La forma en que la Operación Barbarroja fue conducida por el ejército más grande jamás constituido en Europa tuvo de inmediato un gran impacto en el destino de estas poblaciones civiles. Aunque la invasión fue una respuesta a consideraciones estratégicas vitales, también fue una guerra política y racial contra el “judeo-bolchevismo”. La agresión alemana contra la Unión Soviética permitió una fusión del enemigo interno y el enemigo externo dentro de la cosmovisión nazi. A nivel militar, los soldados del Ejército Rojo pagaron un alto precio a este factor, ya que la Wehrmacht los dejó morir de hambre por millones. A principios de 1942, ya habían muerto dos millones de prisioneros soviéticos.

En cuanto a las poblaciones civiles, los judíos fueron las principales víctimas: los nazis utilizaron la guerra para demonizarlos como una amenaza tanto interna como externa. Así, desde el comienzo de la invasión de la Unión Soviética, los Einsatzgruppen, grupos armados a los que se les asignó especialmente el exterminio de judíos, llevaron a cabo sus funciones detrás de las líneas alemanas, en asociación con la Ordnungspolizei (policía regular alemana), las Waffen -SS y la Wehrmacht. En este punto, la dinámica del conflicto se transformó en la de una guerra total, produciendo una violencia masiva a un nivel sin precedentes en el continente europeo.

Las mujeres de Rosenstraße y el sacerdote católico, Bernhard Lichtenberg, fueron la excepción que confirma la regla.


NOTAS

[1] Generalstaatsanwalt (Fiscal jefe) de Bamberg a Helm, Generalstaatsanwalt de Múnich, 29 de noviembre de 1944, adjuntando resumen sobre la conferencia mantenida bajo la presidencia del Ministerialdirektor Engert el 16 de noviembre de 1944, NG-1546.

[2] Von dem Bach en Aufbau (23 de agosto de 1946), New York, pg. 1-2

[3] Discurso de Himmler, 4 de octubre de 1943, PS-1919.  

[4]  Die Juden waren der ideale Feind

[5] Bradley F. Smith, Agnes F. Petersen (Hrsg.): Heinrich Himmler. Geheimreden 1933–1945. Propyläen, Frankfurt 1974, ISBN 3-549-07305-4, S. 169 ff.

[6] Christian Semler, Stefan Reinicke: Die Juden waren der ideale Feind. In: taz, 10. November 2006; Interview mit Saul Friedländer.

[7] Generaldirektion der staatlichen Archive Bayerns (Hrsg.): Wege in die Vernichtung. Die Deportation der Juden aus Mainfranken 1941–1943. München 2003, ISBN 3-921635-77-2, S. 106 ff. und Foto

[8] Ruth Andreas-Friedrich: Der Schattenmann. Schauplatz Berlin. Tagebuchaufzeichnungen 1938–1948. Frankfurt am Main 2000, S. 98.

[9]  Thomas Mann: Deutsche Hörer! Fünfundfünfzig Radiosendungen nach Deutschland. In: derselbe: Politische Schriften und Reden, Bd. 3. Fischer, Frankfurt am Main 1968; Peter Longerich: Davon haben wir nichts gewusst …, S. 229 und Fn. 115 auf S. 410.

[10] Frank Bajohr, Dieter Pohl: Der Holocaust als offenes Geheimnis. München 2006, S. 58.

[11]  Ernst Klee: ‚Schöne Zeiten‘. Judenmord aus der Sicht der Täter und Gaffer. Fischer, Frankfurt am Main 1988, ISBN 3-10-039304-X, S. 7f.

[12]  Günter Brakelmann: Evangelische Kirche und Judenverfolgung S. 74.

[13] Sönke Neitzel, Harald Welzer: Soldaten: Protokolle vom Kämpfen, Töten und Sterben. S. Fischer, 2011, ISBN 978-3-10-089434-2; Jan Fleischhauer: Zeitgeschichte: Frauen, Kinder, alles. In: Der Spiegel. Nr. 14, 2011 (online – Rezension).


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