Rab Yissocher Frand – Hay una diferencia muy significativa entre el judaísmo y otras religiones. Muchas religiones creen que existe una dicotomía básica entre lo físico y lo espiritual. Por eso proponen el celibato para alcanzar la santidad. Sostienen que si una persona quiere realmente alcanzar la espiritualidad, debe separarse de las cosas materiales. Cuanto más separada esté de ellas, más santa será. El judaísmo nos enseña justo lo contrario. La Torá enseña que la forma más elevada de santidad puede llegar a través de los asuntos materiales.

Tal vez sea oportuno ahondar sobre esta idea al acercarse la fiesta de Purim. En Purim hay una mitzvá de comer y beber. Las cuales son actividades físicas básicas. Pero la mitzvá consiste en transformar estas actividades en una forma más elevada, no sólo en llenar el estómago o utilizar la bebida como excusa para actuar de forma inapropiada. Por el contrario se nos pide y somos capaces de comer y beber y -aún en ese estado- santificar el nombre del Cielo. ¡Eso es Purim!

Jazal nos dice que Yom Kippurim es un día como Purim, [k(mo) Purim]. El día anterior a Yom Kipur hacemos un banquete, y en Yom Kipur ayunamos. En Purim es justo lo contrario. El día anterior a Purim (Ta’anis Esther) ayunamos, y en Purim festejamos.

Jazal expresó su declaración de tal manera que Yom Kippur – que está siendo comparado con Purim – parece ser secundario, y Purim parece ser primario. La razón de esto es que en Purim podemos alcanzar un nivel más alto de espiritualidad que en Iom Kipur. En Iom Kipur, alcanzamos una espiritualidad que viene a través del ayuno y la abstención. ¡En Purim, la preparación viene a través del ayuno, pero el objetivo es sentarse en nuestra Seudá de Purim [Fiesta de Purim], y lograr la espiritualidad a través de la fiesta!

Hamán: El eterno descontento

La Guemará [Talmud, Tratado Julin 139b] pregunta: “¿Dónde vemos una alusión bíblica al nombre de Hamán?”. A lo que se da la enigmática respuesta: “Hahmin ha’eytz hazeh…” ([¿Comiste] de este árbol?) [Bereishis 3:11]. Sin vocales, las letras hebreas de la palabra Hahmin son las mismas que las del nombre Hamán. Este es un tipo de Guemará que no puede entenderse en un nivel superficial. El Talmud no está haciendo un mero juego de palabras.

La Guemará está diciendo lo siguiente: “¿Dónde alude la Torá al concepto representado por Hamán?” La respuesta es que la esencia de Hamán se encuentra en el verso “[comiste] de este árbol”. Rav Bergman explica que Hamán era un individuo que lo tenía todo. Nuestros sabios dicen que era una de las personas más ricas del mundo. Era el segundo al mando del rey. Tenía todo lo que se puede pedir en la vida – dinero, poder, familia – ¡todo! Y sin embargo, ¿qué dijo Hamán? Mientras Hamán viera a “Mordejai, el judío, sentado a la puerta del rey” (negándose a inclinarse ante él – [Ester 3:2]), Hamán dijo: “todo esto no vale nada para mí” [Ester 5:13]. Como a Hamán le faltaba una cosa, todo lo demás carecía de valor para él.

Una persona así nunca será feliz. Para que una persona sea feliz, debe estar contenta con la suerte que tiene en la vida. Hamán representa la antítesis de alguien que está contento con su entorno. Hamán representa al eterno descontento. Representa al que nunca es feliz. Puede tener dinero, poder y prestigio y, sin embargo, declararlo todo inútil.

La Guemará pregunta dónde vemos este atributo en la Torá: que uno puede tenerlo todo y aun así no estar satisfecho. La respuesta es que lo encontramos en Adán en el Jardín del Edén. Adán lo tenía literalmente todo – espiritualidad, lujo físico, ángeles para servirle – ¡todo! Sólo le faltaba una cosa: el acceso al Árbol del Conocimiento. Adán no estaba satisfecho, y sucumbió al pecado que nos llevó por el camino del mundo tal y como existe hoy. Hamán personificaba el mismo rasgo de carácter: el de no estar satisfecho incluso cuando se tiene casi todo.

Esta es una lección especialmente importante que debemos aprender antes de Purim. La mitzvá de Purim es una de esas mitzvás difíciles que se le escapan al hombre moderno. La mitzvá consiste en ser feliz. Uno podría pensar que la mitzvá de Simcha (ser feliz) es una mitzvá fácil, pero sabemos por experiencia que no es tan fácil. La felicidad no nos llega fácilmente. Siempre tenemos tantas cosas de las que preocuparnos, que es muy difícil ser feliz.

¿Cuál es la “clave” de la felicidad? Una persona se vuelve feliz siendo un “sameaj b’jelko” – alguien que está contento con su porción. Debemos pensar en lo que tenemos, más que en lo que nos falta. Si una persona – gracias a Dios – vive, está rodeada de su familia… tiene su salud… vive en un país donde puede cumplir mitzvos… ¡tiene tanto! Si tan solo aprendiéramos a no ser como los Hamanes del mundo. Debemos alejarnos de la actitud de “todo esto no vale nada para mí”. Ese es el reto de Purim: pensar en lo que representaba Hamán y en lo miserable que es la vida, en no estar nunca contento y satisfecho. Debemos contemplar lo despreciable y deprimente que es esa actitud y esa vida. Debemos elevarnos por encima de esa actitud y, en cambio, pensar en lo que sí tenemos. Entonces podremos cumplir verdaderamente la Mitzvá del día. “Para los judíos hubo luz, felicidad, alegría y honor” (La’yehudim Hoyso Ora Vsimcha Vsosson Veykor) [Ester 8:16].

Fuente: torah.org