Enlace Judío.- Nacida en Almería en 1867 en el seno de una familia acomodada, Carmen de Burgos era hija del cónsul de Portugal educada de forma autodidacta entre lecturas románticas y regeneracionistas. Con toda probabilidad, el primer contacto de la autora con el filo-sefardismo se produjo en su primera juventud, gracias a las lecturas de ensayos políticos de Emilio Castelar y Joaquín Costa, además de otros escritores afines a la causa, entre los que destacan Max Nordau y Benito Pérez Galdós, de acuerdo con María Belén Hernández González en su trabajo CARMEN DE BURGOS, DEFENSORA DE LA COMUNIDAD SEFARDITA INTERNACIONAL publicado en la Revista Internacional de Culturas y Literaturas, julio 2019.

El siguiente es un extracto del artículo de publicado en 2017 en Libertad Digital “Carmen de Burgos, Colombine, y la Alianza Hispano-Israelita

Sobre Carmen de Burgos y Seguí, una de las mujeres más interesantes de la reciente historia de España, se ha escrito casi de todo. Unos han hecho hincapié en su vida personal, otros han preferido acentuar su liberalismo radical en defensa de las mujeres y, especialmente, su apoyo al divorcio – suya fue la primera campaña de prensa a favor -, y al voto femenino, mucho antes que otras más renombradas.

Rondándose ya los 150 años de su nacimiento, preciso es recordar su asombrosa y combativa personalidad y, especialmente, destacar su defensa del pueblo judío.

También hay quien da relieve a su actuación como pedagoga de la mujer en el hogar convencional. Entre sus libros se encuentran La cocina moderna, La cocina práctica, El arte de seducir, Higiene y tocador, La mujer en el hogar, El arte de ser amada o Vademécum femenino, e incluso Modelos de cartas.

Era el comienzo de su lucha. Tenía entonces 33 años y había dejado a aquel provinciano don Guido que era su marido, hijo, nada menos, del que fuera gobernador de Almería, con el que se había casado a los 16 años y al que aguantó durante otros 17. Quedó viuda en 1904 siendo objeto de críticas y reprobaciones sociales por su vida privada.

 “Me gusta todo lo bello y la libertad de hacerlo sin afiliarme a escuelas”, recordaba de ella Carmen Alborch. Eso hizo con su defensa del pueblo judío.

Con su nombre o con varios de los seudónimos habituales como el francés Colombine, “palomita”, el principal y adoptado de la comedia del arte, pero también con los de Perico de los Palotes (en El Heraldo), Marianela, Raquel (por poco tiempo en el Diario Universal), Gabriel Luna (personaje de su amigo Vicente Blasco Ibáñez, La catedral) u Honorine (personaje de Balzac), ejerció como periodista, corresponsal de guerra, de modas y de lo que fuese.

Además, trabajó como traductora, escribió ensayos, biografías, libros de viajes, novelas, novelas cortas y cuentos que constan en diferentes antologías. Su biógrafo recreativo Federico Utrera la considera la primera periodista de España contratada por un periódico.

150 años después de su nacimiento en Almería, una de las aventuras de su vida no ha sido destacada suficientemente: su apoyo al pueblo judío y, en especial, su defensa cultural y existencial de los judíos sefarditas.

La fundación de la Alianza Hispano-Israelita

En su tertulia madrileña de la calle San Bernardo conocida como “Los miércoles de Colombine”, Carmen de Burgos se interesó por la causa judía, la derogación del edicto de expulsión y la vuelta de los descendientes sefarditas a España. Un día pidió a su antiguo enamorado Cansinos Assens, que traducía textos del Talmud, que invitara a su salón a un genuino representante de Israel. Tal personaje fue José Farache, presidente de la Casa Universal de los Sefardíes en Madrid.

En 1908 se había fundado la Revista Crítica, impulsora de causas nobles, desde el reconocimiento poético de Salvador Rueda al apoyo a la Alianza Hispano-Israelita, promovida muy intensamente por Carmen de Burgos que pidió a muchos de los escritores y políticos que conocía apoyo para la causa. Y algunos consiguió. La Revista tuvo una sección sobre los judíos, en concreto sobre Letras Sefarditas, que fue responsabilidad de Rafael Cansinos Assens que se consideraba judío o descendiente de judíos, y así lo escribe Berns Rother en un capítulo de “Los judíos en la España Contemporánea”.

El texto de la Convocatoria de esta Alianza fue el siguiente:

Muy Sr. nuestro: Hemos decidido constituir esta Asociación y pedir para ella concurso de las personas de espíritu elevado y de reconocida cultura que, libres de prejuicios empequeñecedores de todo generoso esfuerzo, nos lo puedan prestar para la realización de los fines que perseguimos.

La Asociación Hispano-Israelita se propone dirigir y fomentar las corrientes de amor y confraternidad establecidas entre españoles e israelitas de origen españolo sefardí de todo el mundo. A fin de realizar tan elevado propósito, la Asociación mencionada considera en la práctica su gestión bajo tres fases o direcciones distintas, a saber.

I. De cultura: A cuyo objeto propio corresponde cuanto pueda caer dentro del campo de la enseñanza escolar y académica y de la producción científica, literaria y artística de los pueblos sefardita y español.

2. Sociológica: En la cual entra el cumplimiento de los fines concernientes a la política, la moral, el derecho y, dicho de una vez, a cuanto es materia de las llamadas ciencias sociales.

3. Económica: Correspondiendo a este grupo de fines particulares todo cuanto tienda, de un modo singular y concreto, a establecer y fomentar cualesquiera géneros de relaciones económicas entre los dos citados pueblos.

Ahora rogamos a usted que, dando a nuestro pensamiento favorable acogida, nos honre suscribiendo la presente circular y prestándose a cooperar con nosotros en los fines de dicha asociación.

Entre los firmantes estaba la propia Carmen de Burgos, como es natural, bien acompañada de Segismundo Moret, José Canalejas, Vicente Blasco Ibáñez, Benito Pérez Galdós, Rafael Cansinos Assens, Mario Méndez Bejarano, Salvador Rueda, Tomás Morales, Práxedes Zancada, Luis Morote y otros.

Ella misma, según Federico Utrera, lo explicó de este modo:

Dirigí Revista Crítica, fundada por mí, que fue la primera en tener una sección dedicada a los judíos. En sus columnas escribieron con amor aquellos descendientes de los infelices que sufrieron la bárbara persecución que les arrojó de España en pasados siglos. Conmueve el amor que guardan a la ingrata tierra española, ver cómo conservan nuestro viejo romance y nos contestan con voces hermanas.

Carmen de Burgos, en 1913

Según Cansinos Assens en La novela de un literato, Carmen de Burgos reconocía que el “alma de la revista” era Ramón Gómez de la Serna. La idea de una Alianza Hispano-Israelita, que se contó en la Revista Crítica, tuvo mucho éxito, incluso internacional. “En Turquía, en Inglaterra, en Alemania, en todas partes, la idea de una Alianza Hispano-Israelita, lanzada por Revista Crítica, apasiona los espíritus y es un tema de periódicos y revistas”. Sin embargo, el Back to Spain (Regreso a España) propuesto por la Alianza fue puesto en cuestión por el londinense The Daily Telegraph, que lo veía irrealizable. A pesar de todo, algunos judíos españoles volvieron del destierro forzoso.

Contó además que fue el senador y médico Ángel Pulido Fernández, vocal además del Instituto de Reformas Sociales, quien tuvo la idea de una campaña a favor de los sefardíes tras conocer a las comunidades alemanas. Consecuencia de sus desvelos fueron numerosas iniciativas políticas y culturales entre ellas, la Alianza Hispano-Israelita con Carmen de Burgos. Fue Pulido quien presentó al judío gibraltareño José Farache a Cansinos y éste hizo lo propio con Colombine, a la que recreó como Dalila en Las luminarias de Janucá (1924).

La Revista Crítica duró desde 1908 a 1910. Le sucedió otra, la Revista de la Raza, más duradera, 1915-1935, en la que también colaboró Carmen de Burgos. Financiada por el banquero judío Ignacio Bauer contó con colaboradores como Niceto Alcalá Zamora, Alejandro Lerroux y Rafael Altamira, siendo considerada como la máxima expresión del filosefardismo español del que formaron parte también Ernesto Giménez Caballero y Agustín de Foxá, entre otros.

Ser defensora de los judíos en una sociedad como la española de entonces, en la que seguían siendo considerados como una raza maldita por su papel en la condena y muerte de Cristo y por su relación legendaria con el dinero y el interés, era meritorio. Tanto la Iglesia como la izquierda seguían anatematizando a los israelitas. En su círculo de artistas y escritores, Sofía Casanova se proclamaba judeófoba.

En su libro Al balcón, expresó su sentimiento prosefardita: “Los españoles tenemos una deuda de gratitud con los judíos, cruelmente tratados por nosotros. Han conservado el habla castellana y los apellidos de las ciudades de donde les arrojaron. En Bélgica, Rusia, Holanda, Inglaterra, Italia, especialmente en Roma, existen barrios enteros habitados por israelitas oriundos de España, que se llaman Alcalá, Soria, Toledo y Tarragona”. Además, no se olvide, quería que el dinero judío hiciese grande a España.

Colombine murió el 9 de octubre de 1932.

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