Enlace Judío México e Israel – Soy miope y necesito gafas,
pero cuando pienso en el Holocausto,
mi visión mejora inmediatamente y veo seis seis.
Seis millones en el ojo derecho,
seis en el izquierdo.
Ni siquiera es necesario un examen.

*Gafas/ Yaron Avitov (Tomado del libro La flauta de Jaim toca en el cielo)

DR. MARIO FREIRE

El escritor que desde lo más hondo de su raciocinio alegórico crea mediante su pluma imaginaciones y realidades, relatadas en forma magistral, dando así vida a sus reminiscencias, a sus memorias, a sus aturdidas evocaciones; con certeza es el ente inquieto que nos entrega una selecta narrativa amalgamada entre lo ficticio y lo real, entre el espejismo y lo tangible, entre lo vivido y la metafórica invención; que en el caso de la literatura son necesarias para mantener latentes los hechos ya pasados o ingeniados, y que en muchos de los casos permanecen aún delirantes en la conciencia.

Y más todavía cuando se trata de historias que provienen de un fondo verídico y trascendente, que poseen una autenticidad perturbadora e innegable. Historias que la mentalidad humana quisiera sepultarlas en el olvido, pero que precisamente por la tortuosidad de sus acontecimientos, siguen coexistiendo en la razón, y cuando esta es la de un narrador, estos sucesos vuelven a tomar vida a través de la expresión literaria.

Este es el caso de Yarón Avitov, escritor israelí que ha hecho de Hispanoamérica y el Ecuador su residencia predilecta. Yarón Avitov, en su última obra titulada: “La flauta de Jaim toca en el cielo” nos brinda conmovedoras historias con significativos testimonios de personajes esencialmente judíos que bien pudieron ser reales, quienes nos cuentan desgarradores sucesos de familiares que fueron asesinados y maltratados en la segunda guerra mundial, barbarie inhumana ocurrido hace 76 años y conocido como el “holocausto judío”.

En sus tres relatos, una novela corta y un micropoema, el escritor israelí, deja de manifiesto el atroz exterminio de esta sufrida progenie.

La obra empieza con el relato: “El hombrecito de la radio”, una expectante historia que gira en torno a un viejo aparato, de donde surge una voz varonil que da a conocer todo lo que sucede en el horrible tiempo de la guerra.

Este pesado radio deambula durante los años del devastador aniquilamiento, por diversas manos desde la abuela hacia la madre, y desde ella hacia Uri el protagonista de la narración.

Al final el joven personaje, perseguido por los griteríos de su madre, fantasiosamente se introduce en el aparato hasta convertirse en el propio hombrecito de la radio.

En el relato “la boina de papá”, una exigente madre obliga a su hijo, aún niño todavía, a ponerse la vieja boina de su difunto padre, una boina colmada de recuerdos y pusilánimes nostalgias.

Para el centro de la obra de Yarón Avitov, se aprecia en la novela corta “El flautista de Birkenplatz” en la que en forma fidedigna nos cuenta el testimonio de un joven  Haim Zaks, artista de la flauta traversa al igual que su abuelo, asesinado en el campo de concentración nazi hace 40 años.

Haim intrigado después de una exhaustiva investigación, descubre que el culpable de la muerte de su abuelo es Abreiml Perski, ahora director de la orquesta de su cuidad.

Antaño, en ese campo de concentración, por mucho tiempo Abreiml y Haim junto con otros judíos fueron prisioneros y músicos que complacían las fiestas de los nazis, en medio de las indignantes muertes de miles de judíos.

Un día Haim extenuado por el abuso esclavizado, en medio concierto se rebela contra los nazis, y en ese mismo instante es asesinado.

Al parecer Perski sería el responsable de este acto; ahora al retornar a este escenario, recuerda este hecho, y al ser recriminado por el joven Haim.

El tercer relato es el “Aullido”, en el que Natan Appelfeld, un joven judío de 18 años, cuenta su alistamiento militar en una unidad del ejército israelí, en contra de los impedimentos de su madre.

Similar a las otras historias, Natan también rememora las vicisitudes que pasa su abuelo como prisionero en el campo de concentración de Auschwitz, hasta cuando los nazis deciden trasladarles a todos, a otro sitio debido al avance del ejército ruso.

Cientos fenecen en ese mortífero trajinar de infinitos kilómetros, reconocido como la “marcha de la muerte”, allí entre los maltratos infrahumanos, el frío y la nieve, cae el cuerpo exhausto del viejo Natan, para nunca más volver a incorporarse.

La obra culmina con el micropoema titulado “Gafas”, apenas si son seis versos donde el narrador y poeta en forma por demás lírica y melancólica lamenta la inmolación de más de seis millones de judíos, la miopía  y el pensamiento no permiten dejar de repensar en el brutal desenfreno del holocausto.

En sí, Yarón Avitov, al presentar su libro “La flauta de Jaim” lo que hace es sobrevivir hechos que permanecen latentes en los descendientes, que en la actualidad serían los nietos o bisnietos de los judíos que fueron masacrados en los campos de concentración alemanes. Y los hace de una manera cruda, tan viva y tan real.

Su obra parece un tratado histórico, no obstante son  narraciones matizadas con geniales descripciones, sus personajes ficticios con agitada vida, sus diálogos sobrios de estilo directo, su léxico culto con ciertos vocablos de procedencia hebrea y alemana fundamentalmente, sus expresiones enfáticas de carácter interrogativas y exclamativas, sus ironías, sus metafóricas aseveraciones, sus insondables cavilaciones, sus ilustraciones paratextuales de connotados artistas de la plástica ecuatoriana, la delatan y la divulgan como una obra auténticamente literaria.

Después de haberme nutrido de sus páginas, concibo que “La flauta de Jaim toca en el cielo”, contiene atribuladas reseñas, todas para ser leídas, pero ante todo todas para ser contadas con sentimiento compungido, oralmente.

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