Enlace Judío México e Israel – ¿Hicieron los nazis descubrimientos valiosos mediante experimentos inhumanos? ¿Dejaron algún legado científico los experimentos con seres humanos? Michael Beigel, en exclusiva, nos cuenta al respecto. 

Uno de los rostros más macabros del nazismo tiene que ver con el uso de sujetos humanos en la experimentación científica y pseudocientífica. Sin protocolos éticos, sin el consentimiento de las víctimas y sin reparos a la hora de infligir sufrimiento, daños permanentes e incluso la muerte, los médicos y científicos nazis realizaron decenas de experimentos siniestros.

En exclusiva para Enlace Judío, el científico y divulgador israelí Michael Beigel ofreció una muestra de su acervo de conocimiento al respecto, en una conversación vía remota desde Israel. Hubo, dijo, dos tipos generales de experimentos con humanos: los que pretendían “mejorar la raza”, volver arios a quienes no lo eran y los que tenían propósitos médicos y biológicos, los que partían de preguntas válidas.

En el primer grupo, destacan las atrocidades cometidas por “El Ángel de la Muerte”, Josef Mengele. “Sus experimentos no tenían ningún propósito de mejorar la biología, de mejorar la ciencia, de mejorar la humanidad. Él quería hacer arios”, dice Beigel, quien antes de doctorarse en la Universidad Hebrea de Jerusalén, vivió y estudió en México. Mengele “usaba gemelos, usaba jorobados, usaba gitanos, usaba deformes… todo era para el propósito de mejorar la raza”, nos cuenta.

Pero otros médicos realizaron experimentos que partían de preguntas válidas, dice: ¿Cómo se puede curar el tifo?, “preguntas que hacemos hoy, preguntas que la ciencia se ha hecho por cientos de años.” Se trataba de experimentos para determinar la respuesta humana a condiciones extremas como el congelamiento o la altitud extrema; sobre cómo curar la malaria, las infecciones con estreptococo, el tétanos y la gangrena; los transplantes de huesos o la regeneración de tejidos, entre otros.

¿Ciencia o pseudociencia?

Y la primera pregunta que Beigel se hace, que se ha hecho por décadas, es si estos experimentos se pueden considerar ciencia o si fueron, más bien, pseudociencia.

“Siempre creíamos que era pseudociencia y decíamos ‘pseudociencia’, pero si analizamos realmente cómo hicieron los experimentos, la gran mayoría, no digo todos, la gran mayoría eran ciencia. Era ciencia de esa época.”

Sin protocolos como los que hoy en día se aplican a la investigación científica, los nazis seguían un método científico que pretendía usar la experimentación para obtener datos ciertos. Para Beigel, si los mismos experimentos se hubieran practicado con sujetos no humanos, como ratas o conejos, “nadie hubiera dicho nada”. Y aclara que, bajo los parámetros de hoy en día, esos experimentos no se hubieran permitido. 

Ciencia perversa

Los nazis cooperaban con científicos de las mejores universidades de Alemania y seguían lo que entonces se consideraba el método científico para hacer una ciencia “monstruosa, perversa y no ética”. 

Muchos de esos médicos se suicidaron tras la guerra, o escaparon, como Mengele. Pero otros fueron juzgados en el Juicio de Médicos de Nuremberg. ¿Por qué es importante ese juicio?, se pregunta el experto, y responde: “Porque de ahí salió lo que se llama el Nuremberg Code, las leyes sobre cómo se pueden hacer experimentos con humanos.”

Recuerda que hoy se siguen practicando experimentos con humanos, por ejemplo para desarrollar la vacuna contra el covid-19. Sin embargo, gracias a los protocolos derivados de la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial, primero, en 1964 y actualizada en 2013, estos experimentos obedecen un estricto control que impide que las personas sean forzadas a participar, que sufran daños irreversibles durante los experimentos o que se les utilice para fines que tengan otro propósito que el beneficio de la humanidad.

La segunda pregunta importante es si los experimentos nazis arrojaron algún beneficio, si tienen algún valor científico que pueda servirnos hoy en día. Al respecto, Beigel dice que la mayoría de esos experimentos “no tienen ningún valor. En primera, porque nunca se terminaron. En segunda, porque no hicieron las preguntas correctas.”

Sin embargo, algunos casos contados sí arrojaron información valiosa y, aunque lo que hicieron los nazis no se justifica de ninguna manera, algunos científicos han tomado esos datos para analizarlos y aprender de ellos. Como ejemplo, Beigel muestra en pantalla un artículo publicado en el New England Journal of Medicine, una de las más prestigiosas revistas científicas, sobre los experimentos de Dachau acerca de la hipotermia.

También habla sobre los experimentos con prisioneros de guerra, principalmente soviéticos, que los nazis realizaron para entender los efectos de la altitud extrema en las personas. Eran pruebas crueles que llevaban a las personas al límite de su capacidad y más allá, causándoles la muerte.

El médico palestino que curó a un judío usando un esquema nazi

Una de las pocas aportaciones valiosas de la medicina practicada por los nazis durante el Holocausto es el Atlas Pernkopf, una serie de muy detallados esquemas de anatomía humana que el médico nazi Eduard Pernkopf creó, junto con un grupo de ilustradores, a partir de cuerpos humanos traídos de los campos de concentración y exterminio.

Durante los años de la dominación nazi, el científico usó 1,370 cuerpos de prisioneros políticos y de otros tipos, incluyendo judíos, para crear el Atlas Pernkopf. El grupo de científicos disecaba los cuerpos y luego un equipo de dibujantes creaba las ilustraciones a manos, muy detalladas, incluyendo a los elusivos nervios periféricos.

La suerte de Pernkopf, quizá porque no había matado a nadie, fue mejor que la de muchos de sus colegas, juzgados en Nuremberg. Entre 1946 y 1946, Pernkopf fue prisionero de guerra. Y del ’46 al ’55 siguió trabajando en su atlas. “El que le da los cuartos en el Instituto de Neurología es el doctor judío Hans Hoff, que fue expulsado de la universidad en 1938.”

Muchos años más tarde, el médico palestino formado en Israel, el Dr. Madi el-Haj, se especializaría en cirugía de manos. El-Haj se encontraría, así, con una serie de casos de dolor crónico “insoportable”, que muchos pacientes sufrían por afectaciones en los nervios periféricos. Su obsesión por entender y aliviar ese sufrimiento, lo llevó a encontrarse con el Atlas de Pernkopf, mucho más detallado que cualquier otro esquema de la anatomía humana.

Durante la Intifada de 2002, el joven judío Dvir Musai resultó herido, y aunque logró sobrevivir, desde entonces padeció dolores atroces causados por heridas en los nervios periféricos. Era un caso perfecto para Madi el-Haj. Las vidas del médico nazi, el ambicioso cirujano palestino y el joven judío se encontraban en un azaroso y problemático cruce de caminos que implicaba la pregunta ética ¿puede usarse el conocimiento nazi para salvar vidas en nuestros días?

El asunto fue debatido por médicos y rabinos y, a la postre, el mismo Yad Vashem se pronunciaría a favor de emplear el conocimiento nazi para salvar vidas. En última instancia, el joven Dvir Musai debía consentir el procedimiento: una cirugía practicada por un médico palestino que usaría un manual anatómico nazi para liberarlo de un dolor atroz y permanente que lo condenaba a una calidad de vida paupérrima. Pese al shock inicial, Musai terminó por conceder.

“Yo creo que salvar una vida es más sagrado que (lo malo que pueda ser) usar datos que se consiguieron de una forma terrible y no ética”, dice al respecto Beigel, quien narra que la cirugía se llevó a cabo con éxito y actualmente Musai y El-Haj son buenos amigos. El Atlas Pernkopf puede adquirirse por internet y cuesta cerca de $3,000 dólares.

La medicina en el Holocausto

¿Qué lleva a un médico a convertirse en asesino? Esa pregunta ha movido la inquieta mente del doctor Beigel, químico egresado de la UNAM y doctor en Biología Molecular por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Fue durante el curso de sus estudios en esta última institución cuando, nos cuenta, comenzó a interesarse por el tema.

“La medicina, a diferencia de otras profesiones, tiene en sus manos la vida y la muerte. Un doctor puede salvar, puede herir, puede curar, puede no curar. Tiene una fuerza impresionante que muy pocas profesiones tienen. El mal uso de esa fuerza, el uso no ético (de esa fuerza) puede llevar a que las cosas se repitan”, dice Beigel para explicar por qué ha decidido estudiar los motivos que pueden conducir a que los médicos se conviertan en criminales.

Hijo de una superviviente del Holocausto, Beigel creció escuchando historias sobre las atrocidades nazis. Al igual que sus hermanas, Orly Beigel  y Shulamit Beigel, bien conocidas por el público de Enlace Judío, Michael pertenece a la llamada Segunda Generación. Como otros hijos de sobrevivientes, Beigel ha fluctuado entre el interés por el tema y el hartazgo, no querer saber más al respecto. Sin embargo, su curiosidad científica siempre sale ganando.

Por eso se ha convertido en uno de los expertos en un tema polémico, que a muchos judíos les resulta disonante, pues no entienden cómo puede interesarse, desde la perspectiva científica, en estudiar ese periodo siniestro de la medicina. Para él, sin embargo, la respuesta es muy sencilla: quizá, solo quizá, entendiendo los motivos que pueden llevar a un médico a convertirse en asesino, se puede evitar que el fenómeno se repita.

Durante años, Beigel ha producido diferentes contenidos académicos para formar un curso sobre el tema. Junto con un colega suyo, experto en medicina durante el Holocausto, está creando un curso que pretende llevar a todas las universidades del mundo, sobre la materia. Su objetivo es “pedir que el curso ‘La medicina durante el Holocausto’ sea un curso obligatorio para estudiantes de Medicina en todo el mundo.”

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