Enlace Judío – La semana pasada ocurrieron varios eventos importantes donde destaca la muerte del príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II con el que llevaba casado más de 77 años. Fue uno de los monarcas más longevos de la monarquía inglesa: murió a la edad de 99 años.

La reina se casó con el príncipe en 1947 cuando yo apenas tenía 4 años. Recuerdo haber visto el nacimiento de su primer hijo en el cine en Beirut, Líbano, y la muerte del padre de la reina Isabel, víctima de cáncer.

Fue una época donde recibíamos noticias cuando íbamos a las salas de cine porque no existía la televisión y las únicas noticias eran por un pequeño noticiero llamado Les actualités françaises en blanco y negro que pasaban antes de ver la película. Nuestra única diversión era ir al cine en Beirut el sábado en la tarde. Me imagino que en esa época iba al cine con una de mis hermanas porque apenas tenia escasos 10 años.

El Reino Unido en esta época no era muy favorable a Israel porque sus tropas se habían retirado recién a principio del año 48 cuando se declaró la independencia del Estado judío y sentimos de inmediato el rechazo de los países árabes, incluso del Líbano que participo activamente en contra de su independencia con la alianza de los otros países árabes.

Acto seguido a esta independencia comenzaron las manifestaciones en las calles de Beirut en contra del recién nacido Estado Judío y sentimos el asedio y la enemistad de todas las autoridades libanesas en contra de nuestra comunidad.

Vivíamos en aquel entonces en un edificio y teníamos como vecinos a una familia judía, los Horn, cuyos hijos eran amigos nuestros. En otro piso vivía una familia judía de ucranianos, los Kozlovski que tenían una tienda de venta de instrumentos musicales. El padre tenía un tumor al lado de su cuello y al poco tiempo sucumbió víctima del cáncer; su esposa seguía administrando la tienda con su único hijo.

En otro apartamento vivía la familia Costi, cuyo padre tenía una distribuidora de automóviles y su hijo Joe tomaba clases de Torá con un señor de traje blanco con un fez rojo.

En la parte de debajo de ese mismo edificio vivía un militar libanés retirado que andaba siempre con su abrigo militar y en la parte de en frente inmediatamente debajo de nosotros vivía una pareja cuyo esposo era pescador; tenía una caña de pescar con la que nos pegaba en el techo cuando, según él, hacíamos ruido, ya que veía que en nuestro departamento no había un hombre que le respondiera porque ahí vivían mi madre, mi tía y mi abuela.

Recuerdo que en esta época teníamos racionada la harina que podíamos adquirir para amasar el pan árabe y llevarlo al horno.
Cuando regresó mi padre de EE. UU., adquirimos una casa propia y nos mudamos allá con toda la familia. Inmediatamente después de que mi padre regresó de Nueva York, adquirió un automóvil de la extinta marca Simca de color azul marino en el que íbamos de paseo a veces los fines de semana.

Nuestra vida era bastante simple, a veces íbamos a un lugar cercano a la capital llamado El Damour donde corría un rio de ese mismo nombre. Ahí hacíamos un picnic donde extendíamos una cobija, nos sentábamos alrededor, comíamos lo que nos había preparado mi madre y poníamos la sandía en el agua para que se refrescara, protegiéndola con piedras para que no se la llevara la corriente. El agua del rio era fría. Ahí mismo comíamos disfrutando del tiempo y tomando cerveza de tamaño familiar de la marca Laziza.

Esto era nuestro paseo familiar los domingos en la tarde porque en la mañana teníamos que asistir a la escuela de 8 a. m. a 1 p. m.

Estos fueron los recuerdos de los paseos familiares que hacíamos cuando no había clases y de regreso cantábamos canciones acurrucados en el coche mis hermanas y yo atrás y mi hermanito en las piernas de mi madre que estaba en el asiento delantero. Las vacaciones de verano las pasábamos en un departamento que alquilaba mi padre en el pueblo de Hamdum.

Esta misma semana recordamos el día de la Shoá, o sea, del Holocausto judío a manos de los nazis. En los países árabes casi no se hablaba del Holocausto judío ni tampoco de los 6 millones de judíos europeos que fueron sacrificados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

La Shoá fue muy poco comentada inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y en los años 50, cuando vivíamos en Beirut, los países árabes casi no hablaban de la matanza que hubo durante la guerra que fue perpetrada por los nazis en todas las naciones que ocuparon durante los 6 años que duró la guerra.

Los diarios no hablaban casi de la matanza ni tampoco se mencionaban en las escuelas judías donde pasamos la primaria y secundaria. Hay que recordar que vivíamos en un país árabe que estaba en guerra contra Israel, la nación que se formó con los sobrevivientes de la guerra. Imagino que los árabes no querían mencionar el Holocausto porque hubiera atraído la simpatía de la gente hacia aquellos que sobrevivieron a la Shoá y que ahora se habían independizado en una nación en el Medio Oriente.

Los países árabes consideraban que Israel era un país extraño dentro de su territorio y que era un tumor que tenía que ser extirpado.

Para esto todos los países a su alrededor se unieron para derrotar a aquella gente que se había refugiado en esta nación recién creada y que, según los países árabes, no correspondía al Medio Oriente, el que pertenecía, según ellos, a los pueblos árabes de creencia musulmana en su mayoría.

La pequeña comunidad judía de Beirut había crecido con la llegada de los judíos que vivían desde hace milenios en los países árabes como Egipto, Siria, Irak y aun algunos países alejados del Medio Oriente como Libia y los países del norte de África cuya mayoría era habitada por los musulmanes que encontraron a sus conciudadanos judíos como enemigos que tenían que ser expulsados de sus países como Marruecos, Túnez y Argelia, que eran en esa época colonias francesas.

De repente todos los judíos fueron expulsados, en algunas ocasiones hubo ataques contra esta gente inocente, sobre todo, en Irak, que fue gobernada por regímenes militares y pronazis que atacaron, destruyeron y saquearon todo lo que era propiedad judía.

Volvieron a suceder los pogromos de la antigua Rusia de los zares, revueltas animadas por los medios de comunicación y de los jeques en las mezquitas que se lanzaron sin piedad contra cualquier propiedad judía que encontraran a su paso. Fueron estas revueltas las que demostraron a la población judía de estos países que debían irse porque no eran bienvenidos entre sus vecinos musulmanes.

Toda está población judía indeseable no tuvo más remedio que salirse de sus países y emigrar a Europa o a la lejana América, pero un gran número de ellos se refugiaron en la recién constituida nación de Israel.

Los que fueron a Israel de los países árabes fueron colocados en los Maabarot, que eran unas viviendas miserables donde permanecieron años hasta que pudieron adaptarse y buscar un modus vivendi y ser parte de la nación. Y si al principio fue un país pobre, ahora es un país desarrollado con una población instruida cuyo desarrollo ha sorprendido al resto del mundo con sus innovaciones y con un Ejército moderno que ha resistido los embates de todas las naciones beligerantes de su alrededor.

 


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